Quería verme el chumino para saber si el color de mi pelo era natural

 

Conocí a este chico en un parque. Yo tenía fichados a todos los perros del barrio, así que me llamó la atención en cuanto lo vi llegar. Tan grande, tan fuerte, tan peludo. Ah, y el dueño no estaba mal tampoco. No era tan grande ni tan fuerte ni tan peludo, era un tío normal tirando a mono. O mono tirando a normalillo. Según el día, la verdad. A veces me parecía muy guapo y otras no tanto. No sé si era por su ropa o por mi humor, me pasa con mucha gente.

Guapo o no, era muy agradable.

La tercera o cuarta vez que coincidimos, empezamos a saludarnos y, como la quinta, entablamos conversación.

A mí me hacía gracial el chaval, así que enseguida comencé a planificar mis salidas al parque de forma que cuadrara con las suyas.

Mientras nuestras respectivas mascotas se olían los traseros nosotros charlábamos. Era nuevo en el barrio, por eso no le conocía ni a él ni a su adorable perro. Se había mudado por trabajo y por un tiempo determinado. Viviría allí entre seis meses y un año, más o menos.

Le gustaban los animales, salir a correr al atardecer, los batidos, el otoño y mi look. Lo juro por dios. Llegó un punto en que siempre encontraba el hueco para decirme que le molaba mi rollo. Una cosa en particular: Le encantaba el color de mi pelo.

Era lo que más me decía.

A mí me parecía un poco raro, pero como era lo único que me chirriaba, lo pasaba por alto.

Ese chico me estaba empezando a gustar, pero como se iba a ir y yo no estaba para líos intrascendentes, me dije que casi mejor pasando.

 

Quería verme el chumino para saber si el color de mi pelo era natural

 

Pero lo que ocurría era que él me tenía entre ceja y ceja y no dudó en pasar a DEFCON 1.

Y yo caí, con todo el equipo.

Empezamos a liarnos en el mismo parque en el que nos habíamos conocido unas semanas antes. Luego corrimos a su casa, que estaba más cerca que la mía, dejamos a los perros en la terraza y nos encerramos en su dormitorio.

Me quedaban puestas solamente las bragas cuando él se detuvo en seco y, sujetándome las caderas con reverencia, me dijo: No sabes cuánto tiempo llevo deseando hacer esto, me muero de curiosidad por saber si tu pelo es natural.

¿Quería verme el chumino para saber si el color de mi pelo era natural?

Me descojoné de la risa tanto rato como me demoré en ver que él no se reía ni un poquito.

Y es que el chico de verdad sentía curiosidad, y no entendía mi reacción.

A mí se me cortó toda la inspiración. Me vestí, fui a por mi perro y nos marchamos de allí a toda velocidad.

Ah, que no lo he dicho. Llevo desde los catorce años tiñéndome el pelo, apenas si recuerdo cuál es mi tono de castaño natural. Pero es que, en aquella época, lo llevaba rosa. ROSA FUCSIA, joder.

Supongo que se entiende por qué huí de aquel piso sin mirar atrás y por qué mi perro y yo no volvimos a aquel parque en mucho tiempo.

 

Marta

 

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