Vivimos en un mundo lleno de estereotipos y prejuicios, y como gorda que soy no os voy a contar nada nuevo de las etiquetas que ya no sepáis. Resulta curioso que con 107kg venga a hablaros de mi trastorno alimenticio, ya sé que la mayoría de la gente piensa que ese tipo de cosas van asociadas a chicas extremadamente delgadas… pues no siempre. Con 107kg la enfermedad que sufro es el trastorno por atracón. Todo comenzó tras un breve periodo de bulimia para luego dejar de vomitar y seguir teniendo los mismos atracones pero sin vómitos, lo que se traduce en periodos de engorde dignos del ganado más selecto.

Comencé a darme atracones en el instituto, comía sola por los horarios de mis padres, nunca era suficiente por lo que continuaba picando algo. Fueron pasando los años de la ESO (años repletos de bullying) y llegó el Bachillerato. La exigencia académica era mayor y la presión familiar más fuerte, por lo que los atracones fueron en aumento. Mis fracasos en las amistades, con los ligues, mis suspensos y mis broncas de adolescente con mi madre tan sólo encontraban consuelo en la comida. Mi bachillerato consistía en 3 días de instituto y 2 días en el centro de salud mental. Fueron años de un calvario de atracones, medicación y dormir a todas horas. Puede sonar a película americana pero salir del pueblo fue lo que me salvo del precipicio. Mi beca de 3 semanas en Malta puso fin a mi pesadilla, conocí mundo y tuve la oportunidad de empezar de cero con gente nueva y que no tenía prejuicios contra mí.

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Sí, vale lo reconozco, sobretodo fueron los sobes, restriegues varios y petting con un italiano los que me dieron la autoestima que años de terapia y medicación no consiguieron. Dejé la terapia, dejé la medicación, acababa el instituto y empezaba una nueva vida para mí. Aunque los años en la universidad fueron mucho mejores ya que me sentí totalmente querida y arropada por las mejores compañeras que jamás había tenido, mi transtorno continuó con sus respectivos atracones,que bien servían  para calmar los nervios de los exámenes, para los males de amor, por la falta de sexo, por las broncas con mi madre, por aburrimiento… la comida siempre como solución a todo.

Estos atracones, me han llevado a engordar en 7 años la friolera de casi 30 kg. Hace unas semanas que he comenzado terapia y aunque es horrible reconocer y afrontar que me escudado y protegido de todos mis problemas con la comida. Me quedo con las palabras de mi terapeuta ‘la vida te ha hecho blandita para poder soportar todos las humillaciones y golpes de los que más quieres y así no llegar a convertirte en una piedra’.

Firmado una comedora compulsiva.

 Autor: Patricia Fernández