Desde pequeña siempre he querido el pelo rojo, esa peculiaridad de la familia de mi madre que no heredé. Putadas que nos gasta la lotería genética. En el resto de aspectos sí me parezco: la piel muy clara, el pelo más bien rizado, y muchas pecas y lunares.

Esas marcas eran, para mí, muestra de mi alma de fuego. Me reconocía en ellas y me hacían sentirme especial, única. Pero cuando yo era adolescente no estaban bien vistas y más de una vez me insistieron en que usara cremas para evitar las pecas. WTF!?

Cosas de las modas, a finales del año pasado se puso de moda pintarse pecas falsas para conseguir un aspecto más juvenil, con tutoriales en youtube y todo.

Las pecas me gustan: ¿estáis viendo las fotos de este post? ¡Son una pasada! Inspiran a muchos fotógrafos –mira las cuentas de Instagram de Maja Topcagic o Brock Elbank– y a mí me conectan con la imagen infantil de esas personas. Y permiten hacer reconocible una piel, situarnos en un territorio siguiendo las pecas como si de estrellas se trataran.

 

Esta marcas no son más que una acumulación anormal de pigmento en un punto de la piel. La tendencia a aparecer en unas mismas zonas del cuerpo en los miembros de una misma familia demuestra el componente genético de esta peculiaridad que tiene amantes y detractores a partes iguales.

Personalmente las veo adorables. Defiendo a capa y espada que las pecas molan pero hay que vigilarlas, eso también. Si acumulas muchas pecas, lunares y manchas, sí o sí, haz una visita anual al dermatólogo.

Y esto va para todos: protégete del sol. Ya está en marcha la campaña solar de la AECC, que nos anima a disfrutar del sol de forma correcta durante todo el año y especialmente en verano.