¿Te quedas el móvil en casa y vuelves a buscarlo aunque vayas con prisa? ¿Se te acaba la batería en el trabajo y mueves cielo y tierra buscando un cargador? ¿Eres incapaz de aguantar toda la cena sin mirar las notificaciones del WhatsApp? ¿Te metes en Facebook aunque estés en el cine? Si la respuesta a estas preguntas es “sí”, a lo mejor tienes una pequeña adicción al móvil.

El problema es que la adicción al móvil es difícil de identificar, porque no solo se trata de una conducta normalizada, sino que sus consecuencias no son tan evidentes como las de las drogas. Que no podamos verlas no significa que no existan, y el estrés, los problemas de sueño, las alteraciones de la conducta, el aislamiento social y las dificultades emocionales, por poner algunos ejemplos, son muestra de ello.

Señales de alarma

  • Cuando no puedes mirar el móvil te sientes enfadada, irascible, nerviosa y ansiosa.
  • Dejas de lado o aplazas actividades importantes por estar al móvil.
  • Los “cinco minutos al móvil y me pongo a otra cosa” se acaban convirtiendo en una hora o más.
  • Muchas veces notas una vibración o el sonido del móvil, pero al mirarlo no te ha llegado nada.
  • No te separas nunca del teléfono, ni para ir al baño.
  • Sacas el móvil mientras estas con amigos o familiares.
  • Lo desbloqueas compulsivamente, aunque no te haya llegado ningún mensaje.
  • Es lo primero y lo último que miras a lo largo del día.

Al fin y al cabo se asemeja a cualquier otra adicción. Empiezas a perder el control y cada vez afecta más a tu vida personal, social y laboral. Genera tolerancia y poco a poco te produce menos subidón, pero cuando intentas dejarlo aparece el síndrome de abstinencia. Aunque solo estés sin el móvil los 20 minutos que dura el capítulo de una serie, te sientes intranquila, nerviosa, ansiosa y agresiva.

La era de las redes sociales

La tecnología avanza a pasos agigantados y es una maravilla poder mantener el contacto con esa amiga que vive en Perú o con tu hermano que se ha ido a trabajar a Alemania, pero se nos está yendo de las manos. No es sano salir con tus amigos y ser incapaz de seguir la conversación sin pararte a mirar el feed de Instagram. No es sano que se te enfríe el café porque tardas 20 minutos en hacer una foto, editarla, subirla y revisar los me gustas. No es sano porque acabas dejando de vivir para ti y te conviertes en una esclava del teléfono, de las apariencias y de la necesidad de comparar tu vida con la de los demás. No tiene sentido subir una foto de unas palomitas cuando en la vida real tu novio y tú ni os miráis porque eres incapaz de aguantar sin encender el móvil los cinco primeros minutos de la película.

Ese es el concepto que nos falla, la vida real. La vida real no son las notificaciones, no son las frases profundas que la gente sube al Facebook, no son me gustas, ni son retweets. Al final acabamos abriendo las redes sociales sin mirar si quiera lo que hay en ellas, deslizando el dedo por la pantalla observando las fotos de los demás de pasada, como quien se pone el telediario mientras cocina. Nos da tanto pánico perdernos algo, que nos olvidamos de que estamos perdiendo el tiempo.

Tengo un problema, ¿y ahora qué?

No hay un Proyecto Hombre para adictos al móvil, y nadie te va a hacer analíticas para comprobar que no te has metido al Facebook en las últimas veinticuatro horas.

La obsesión con la tecnología está tan normalizada que superarla se vuelve una tarea complicada. Puedes empezar restringiendo los horarios de móvil y fijando unos límites. Por ejemplo, nada de smartphones durante las comidas. También puedes poner el cargador en otra habitación para no mirarlo mientras estás en la cama. Prueba a salir a pasear dejando el móvil en casa, ya verás como así no te chocas con ninguna farola por ir mirando Facebook.

Pide ayuda profesional si lo necesitas y haz partícipes a tus amigos y familiares, ya que serán los que más te van a ayudar a superarlo.

@ManriMandarina