Os ha tenido que pasar, seguro. Todas tenemos una amiga que se ha enamorado de alguien que nos cae mal. Pero no es que nos caiga mal porque sí. Nos daría igual él y su vida si no llevara mareando a nuestra queridísima un período (bastante largo a veces) de tiempo.

El caso es que todo es precioso, así que te la envainas y compartes su alegría. Están juntos a menudo, hacen mil planes, vomitan unicornios y purpurina, la vida les sonríe.

amor

Entonces, poco a poco, empiezan a llegar las “ráfagas de mal rollo”, ligeritas, de esto que apenas las identificas cuando ya se han arreglado; de esas en que aconsejas a tu amiga que tenga paciencia, que Roma no se hizo en un día y que llegarán a entenderse. Muy zen todo.

Después son más contundentes: peleas con fundamento que hacen que la relación se tambalee. Y tú ahí, claro. Pones el hombro, los kleenex y el chocolate; atención 24h. Intentáis darle un sentido juntas a (nada, nada tiene sentido, él es bobo) lo que ha pasado, escuchas hasta 100 veces lo mismo y ofreces posibles soluciones. Recordemos que a él no lo tragamos ni nos fiamos, pero hacemos de tripas corazón, ¡que parece que la hacía feliz, jope! (¿Dónde están los unicornios del principio?).

Y un día, PUM. Tu amiga te cuenta un par de comentarios que él le ha hecho, que ella cree que ha sabido capear, que le han dolido, y que no quiere ver que los ha hecho aposta, yendo a donde sabe que duele. Mecagoensuputavida,losabía.

TÍA, por favor: pon solución a esto (o déjale, coño); no dejes que te trate así, no es que le cortes, es que le adviertas que ha sido la última vez, es que le expliques que eso que ha hecho o dicho es un intento de manipulación, de humillación. Que no es broma aunque te lo pinte de jajas, que NO.”

Y ella te escucha todas las veces, porque esto pasa muchas veces. Te da la razón; se sabe la teoría. Bien, es algo. Tienes esperanza de que lo suelte a tiempo o deje de conformarse con ese trato. Sin embargo el tiempo pasa y siempre lo arreglan. Las disputas llegan a un nivel de mierrrda, que a mí, que no es la primera relación así que veo, me hierve la sangre. Ella sufre durante días, llora y en momentos de lucidez parece que toma decisiones determinantes. Parece. La apoyas en esos días (como en todos los demás), a veces veis la luz ambas y piensas “¡esto marcha!”.

Pero otra vez, PUM. La escribes para ver qué tal, cómo van los ánimos, y te encuentras con que está con él. Te dice que han tratado el tema seriamente pero no te deja claro si él reconoce lo que ha hecho mal, si se compromete a cambiarlo… Fantástico.

Y como van tantas ya, te rindes. Has llegado a llorar tú, de ver dónde se ha metido, de que al principio casi consigue salir, y de que finalmente no puede, o no le da la gana. Te has cuestionado si eres buena amiga por lo perra que has llegado a parecer con el fin de hacerla VER, has dudado de si ponías fantasmas donde no los había, pero no llegas a ninguna conclusión. Tu cabeza te enseña una realidad y tu amiga se comporta como si fuera otra.

Y ahí ya no puedes hacer nada. Está hasta las trancas y sólo queda confiar en que un día la lucidez reaparezca en forma de ruptura. (Así soy de radical. Sorry not sorry).

Tristemente, la solución acaba pasando por no hablar mucho el tema. Lo siento, no sé ser mejor amiga. Soy tonta y no sé ayudar en estos casos, o no quieren ayuda, o yo qué sé.

Para la próxima vida me pido un mundo sin hombres que humillen.

Y con chocolate negro gratis.

Imagen destacada