Hay momentos en los que, sin previo aviso, la cabeza se pone en modo off. Es tan sencillo como eso, se extingue nuestra espontaneidad y las ganas de actuar desaparecen de la noche a la mañana, quedándonos a solas con el miedo a cagarla, la vergüenza al ridículo y el temor a ser rechazados. ¿Te controlan sentimientos como la desmotivación, el pánico, las dudas, el pesimismo, la envidia o los celos? Si la respuesta es «sí», puedes estar pasando por un bloqueo emocional.

¿Qué son los bloqueos emocionales?

Son muros psicológicos que no dejan ver con claridad y que, como si de ese «amigo» cabrón-envidioso que no quiere vernos felices se tratase, nos sujetan cuando vamos a lograr avanzar. Pueden (y suelen) aparecer en un único aspecto de nuestra vida, por ejemplo, ser el puto amo en los estudios/trabajo y a la hora de ligar quedarte más trabado que la modelo a la que le preguntaron quien era Confucio.

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«Confucio era un chino japonés muy antiguo que inventó la confusión.» – Miss Panamá

Los bloqueos, que son más malos que la piña en la pizza, nos engañan. Se camuflan para que creas que la causa de tus problemas es que no sabes hacer nada… ¡ERROR! Que no te engañen, tienes la capacidad pero la has olvidado por «desuso».

¿Cuáles son las causas de los bloqueos emocionales?

Normalmente nacen de un caso aislado, como un comentario despectivo o una situación vergonzosa en público, y poco a poco el miedo a recibir críticas y a hacer el ridículo se trasforma en un bloqueo emocional. Un mecanismo de autodefensa muy común es la timidez.

Es el primer día de curro y la emoción te embarga porque vas a trabajar de lo que estudiaste (jajajajaja, es coña). Llegas a la oficina (alias McDonald’s) pero no sabes como presentarte a tus compañeros, parece que se te han olvidado las palabras por culpa de las borracheras universitarias. Los dos imbéciles de turno dicen «vaya tío más raro» a tus espaldas pero les oyes, y sin saber muy bien cómo o porqué, nunca llegas a socializar por miedo a transmitir esa impresión. Diagnóstico: bloqueo emocional social.

Tienes una exposición oral en la universidad, los nervios te juegan una mala pasada y te quedas en blanco. El profesor te deja volver a exponer la siguiente semana pero cuando estás en la tarima tienes un «jà vu» y te entra el pánico. Poco a poco dejas de ofrecerte voluntario para exponer y participar en clase por miedo al ridículo y esa asignatura, que antes te encantaba, se convierte en tu obstáculo personal. Diagnóstico: bloqueo emocional académico.

El chico de Tinder con el que llevas tonteando tres semanas te propone quedar, y tras una primera cita cojonuda te bloquea de todo sin darte una explicación. Te empiezas a preguntar qué pudo salir mal, «y si fue algo que dije, y si soy más guapa en foto, y si mi cuerpo es horrible» cuando la respuesta es  «y si… sí, el tío es gilipollas». Da igual, tú te piensas que es culpa tuya, que el radar de ligoteo está estropeado de fábrica y que jamás encontrarás un chico decente porque no te lo mereces, así que desinstalas todas las aplicaciones de folleteo amor y descartas la idea de salir a cazar en un bar porque las calabazas «están aseguradas». Diagnóstico: bloqueo emocional afectivo.

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Para los haters.

Superconsejito del día, no te dejes guiar por el pánico al ridículo ni por el miedo que dan las experiencias que una vez te volvieron inseguro. Vaaaaaale, sí, estás previniendo una hostia, pero también desaprovecharás cinco abrazos, un ascenso, siete polvos, una matrícula de honor, tres fiestas, nueve amigos e incontables sonrisas.

¿Cómo superar los bloqueos emocionales?

Desarma la Ley de Murphy, la tostada no tiene por qué caer siempre del lado de la mantequilla. «Si algo puede suceder, sucederá», y si realmente te ves capaz de lograr lo que te propones, la probabilidad de que lo petes aumentará mágicamente. Las ideas derrotistas no solo distorsionan la visión que tenemos de nosotros mismos, también hacen que el resto del mundo nos vea peor. Cuando te sientes como una mierda, inconscientemente cambia tu actitud (e incluso tu aspecto) y esa sensación se propaga. Timidez, retraimiento, inseguridad, envidia, celos, ansiedad, malas caras, apariencia cansada, voz titubeante, etc.

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No te voy a pedir que adoptes una filosofía Mr. Wonderful de la noche a la mañana porque 1) no te va a servir de nada, y 2) cagar arco iris es bastante molesto. Lo que sí puedes –y, siendo sincera, debes– hacer es transformar los pensamientos catastrofistas como  «para que voy a ir a la entrevista si no me van a contratar», «para que voy a hablar con mis compañeros si no les voy a caer bien» o «para que voy a ligar con Fassbender ese tío bueno si no estoy a su altura» en una duda razonable. Puede que vaya bien o puede que no, solo lo sabrás si te lanzas, pero te advierto de que el 99,9% de las veces conviene intentarlo. ¿Qué te parece empezar a decirle al espejo cada mañana «tssss, pibón, creo en ti» y ver qué pasa?

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