Hacer amistades nuevas una vez que has dejado de estudiar me parece complicadísimo si no tienes el trabajo apropiado, que es el único sitio en el que se me ocurre que puedas hacer amigos. Bueno, también si te apuntas a alguna actividad tipo intercambio de idiomas, clases de baile o senderismo, aumentan tus posibilidades. Pero sinceramente, ser capaz de asistir a este tipo de eventos sola creo que ya implica cierto desparpajo para relacionarse. ¡Y no es mi caso! 

A mí normalmente se me tienen que acercar y darme mucha conversación y confianza, y solo entonces, después de un tiempo, ya me podría encontrar a gusto como para establecer una amistad. ¡E incluso así me cuesta mucho! Siento que molesto, que estorbo, que no pillan mi humor, que meto la pata hablando o que lo que cuento no es nada interesante. Así que, si ya es complicado que alguien te abra su vida y su círculo para incluirte en sus planes cuando pasas de los 30 años, con mi inseguridad me parece misión imposible.

Cuando me divorcié necesitaba como el comer hacer amistades nuevas. Mis amigos de siempre estaban empezando sus vidas de casados con hijos, y yo me encontraba ahora con dos fines de semana al mes completamente libres. Teletrabajo, así que conocer a alguien en la oficina no era opción. Me apunté a spinning, pero como he explicado no soy capaz de acercarme a nadie si no me hablan primero. Así que llegaba, saludaba en general a toda la clase y al acabar me marchaba rápidamente con un adiós a lo Pocahontas. Lo mismo me pasaba con el pádel, ¡no había manera de que me cuajara nada! 

Lo único que me salvaba de mi aislamiento social eran las aplicaciones para ligar. Yo, ilusa de mí, no me cerraba nunca a nada. Le daba “Me gusta” a chicos que simplemente me parecían simpáticos, y aunque muchos de ellos aseguraban estar abiertos a la amistad, finalmente, cuando yo rechazaba una cita en plan amoroso, se acaba la conversación. Llegué incluso a poner en mi perfil “solo para amistad”, y creo que incluso así era mucho peor, puesto que empezaban a hablar de sexo en el minuto dos.

También lo intenté con grupos mixtos para quedadas en tu ciudad. Salí unas cuantas veces así, conocí a gente maja, pero tampoco terminaba de cuadrarme. Los grupos eran como una secta, en los que si no hablabas a diario y quedabas todas las semanas, te excluían hasta echarte. También estaban los listillos que aprovechaban para tirarte ficha por privado. Todo eso, junto a algunos malos rollos que surgían constantemente, me hizo desistir. 

Hasta que encontré una aplicación en la que podías filtrar la búsqueda solamente entre chicas que buscaran amistad, y ahí me metí. Acostumbrada a las apps para ligar, la verdad es que no sabía por dónde empezar. Había filtrado por edad y cercanía, pero no sabía qué criterio más seguir para darle a Me Gusta. ¿Si la foto me transmitía buena vibra? ¿Por los gustos musicales? A mí los planes me daban un poco igual, me venía bien salir a tomar algo, ir de fiesta, la playa, la naturaleza, el deporte… 

Tras descartar a las extranjeras que estaban de paso en mi ciudad, porque yo estaba buscando vínculos algo duraderos, fui conectando con algunas. Supongo que la mayoría estaban igual de perdidas o reticentes que yo, ya que no pasábamos de un “Hola, ¿qué tal?” Pero por fin di con una chica con la que pude hablar más. Nos intercambiamos los teléfonos y las redes sociales rápidamente y seguimos conversando de vez en cuando. Ella también estaba recién separada y necesitaba ocupar su tiempo en algo, sin complicarse con los hombres. Así que finalmente quedamos un día para cenar. 

¿Os podéis creer que estaba más nerviosa que antes de una cita con un hombre? Supongo que influía que fuese la primera vez, pero de verdad que estuve a punto de echarme para atrás varias veces. ¿Y si no congeniamos? ¿Y si me siento incómoda? ¿Y si no hay conversación? ¿Y si hace cosas “raras”? Todas esas inseguridades las tenía más que superadas con mis encuentros “amorosos” con chicos, pero eso de quedar a solas con una mujer para conseguir una amistad me costaba más.

Afortunadamente, cuando nos vimos desaparecieron la mitad de los nervios. Fue una cena superrelajada, en la que nos contamos nuestras penas y glorias, como si fuésemos amigas de toda la vida. Me alegré muchísimo de no haber cancelado el encuentro, porque además después seguimos quedando, hemos hecho muchos planes juntas, ¡hasta nos fuimos de veraneo! Y ahora la considero una amiga más, independientemente de cómo nos conocimos. 

Pero que esta buena experiencia no os engañe, ni os frustre si a vosotras no os va bien. He seguido intentando ampliar mi círculo de este modo, y resulta complicadísimo. Con lo fácil que era conectar con un tío y quedar rápidamente, me cuesta muchísimo más hacerlo con una chica para amistad. Sigo percibiendo más inseguridad por mi parte (creo que porque me duele más el “rechazo” de una candidata a amiga que un postulante a polvo o novio) y más desinterés por parte de las mujeres de mi edad. ¡Pero lo seguiré intentando!  

 

AROH