María y Santi eran una pareja muy alegre. Siempre se apuntaban a los planes que proponían sus amigos, les encantaba estar en pandilla, pero también disfrutaban mucho de su tiempo a solas. Solían tener una vida intima muy activa y una conexión entre ellos brutal. Como siempre estaban gastando bromas, nadie les creyó cuando contaron en su grupo de amigos más íntimo, que estaban buscando a una chica para cumplir con una fantasía compartida. Los demás lo tomaron como si fuese algo que se les ocurrió para hacerles reír. Pero en realidad era una idea que llevaban madurando un tiempo y ahora ya una decisión tomada en firme. Solo que no sabían dónde empezar a buscar a alguien…

Ellos estaban en un muy buen momento personal tanto a nivel individual como a nivel de pareja. Siempre tuvieron una confianza ciega en el otro y hablaban de todo sin tabús. Así que, una noche en que se acostaron temprano y Mari estaba leyendo una de sus novelas eróticas, apartó el libro, miró a su novio y le habló de que la protagonista de aquella novela le había pedido a su novio que se acostase con otra en su presencia y que, en el capítulo que estaba leyendo, estaban llevando a cabo su deseo y parecía muy excitante. Ellos habían hablado muchas veces de la lógica que tenía separar el sexo físico con el amor y se sentían cómodos en esas conversaciones, aunque aún no se planteaban llevar a cabo algo similar. Pero esa noche, abrazados y acariciándose con cariño de forma inconsciente, pensaron en que podría ser excitante… Ella hablaba de verlo a él desde otra perspectiva, de verlo desde fuera y sentir su excitación desde la distancia; él hablaba de sentir placer sintiendo que su pareja lo observa, de saber que ella también pude excitarse… Y de tanto hablar y planificar, acabaron convirtiendo la noche de lectura en una escena interminable de sexo sin control.

Tras visitar un montón de webs de clubs swinger de su ciudad y al rededores y hablar con un par de personas que los frecuentaban, pensaron que preferían no exponerse de esa manera, querían hacerlo de otro modo y decidieron poner un anuncio en una página web sexual. “Pareja heterosexual busca chica para tener sexo con él mientras ella mira. Jóvenes, sanos y atractivos”. Borraron y escribieron esta última parte varias veces, pero estaban buscando algo físico, debían venderse bien.

Sorprendidos, unos días después tenían varios emails que leer en esa nueva cuenta que crearon para esto. Uno era un chico proponiéndoles que cuando su mujer se canse de que la convierta en una cornuda, él estaría disponible para darle lo suyo en venganza. Otro eran dos chicas que eran pareja y les proponían improvisar algo los cuatro juntos. Después había dos emails de chicas que sí respondían a lo que ellos buscaban. A una la descartaron rápido porque en la descripción decía el barrio en el que vivía y era el mismo que ellos y no se atrevían a cruzarse con ella después cada día. Sin ninguna red flag aparente en el otro email, le contestaron proponiéndole una cita para tomar una caña en un bar y ver si había conexión. Ella respondió pronto. Si era requisito si, pero prefería ir directa a la cama y que no hubiese demasiada charla entre ellos, para que no hubiese equivocaciones, adjuntaba al email una foto suya hecha contra el espejo y un selfie desnuda donde se podía apreciar su cuerpo casi al completo. Ellos se miraron y asintieron sin decir nada. Le dieron la dirección y concertaron verse ese mismo fin de semana.

Cuando aquella mujer tan atractiva llegó a su casa, todo pareció bastante natural entre los tres, a pesar de que en un primer momento creyeron que sería frío e incómodo. Charlaron sobre el tiempo mientras se quitaba la chaqueta mojada por la lluvia, luego sobre lo que los tres buscaban en aquel encuentro y, básicamente, estaban de acuerdo en casi todo. Ella solamente insistía en que el uso de preservativo era indispensable, en lo que todos estaban de acuerdo. Fuera de eso, ella estaba abierta a todas las posibilidades que ellos quisieran experimentar. Ellos comentaron que era la primera vez que hacían algo así y que no sabían si estarían del todo cómodos, pero ella les transmitía una tranquilidad increíble, así que pronto pudieron pasar a su cuarto.

En un principio, Mari se sentó en un puf que tenían en una esquina de la habitación y se quedó observando mientras aquella desconocida desnudaba a su marido de forma sensual. Él, claramente excitado, miraba a su novia mientras tocaba la piel erizada de aquella mujer.

Unos minutos después, tras muchos besos y caricias excitantes, ambos hicieron gestos sutiles a Mari para que se pusiera más cerca. Ella, totalmente metida en el ambiente, se sentó en el borde de la cama. Nunca creyó que se vería en una situación similar, pensaba que sentiría celos, inseguridad… Pero nada más lejos de la realidad. Ellos estaban haciéndola sentir un montón de sensaciones increíbles porque, aunque no la tocaban, se notaba que a ambos les excitaba tanto su presencia como lo que el otro le hacía. En cuanto ella se sentó allí, Santi subió las apuestas y empezó a masturbar a la otra protagonista de la escena. Ella gimió y Mari no pudo aguantar más, así que se quitó la ropa interior y comenzó a tocarse. Su marido se puso un preservativo y así comenzó el coito entre ellos mientras Mari seguía a lo suyo mirándolos fijamente. Pero entonces Santi terminó y automáticamente, la chica que le había acompañado en el momento más sensual y excitante de su vida, se abalanzó sobre Mari, con su boca directamente a la entrepierna, produciendo en ella un orgasmo inmediato; como un volcán en erupción su novia estalló, se retorció y, con los ojos muy abiertos, gritó como no lo había hecho jamás antes.

Santi creyó que aquello sería la guinda de una sesión de sexo increíble, pero, al ver gozar a su mujer por lo que otra persona le hacía, un nudo enorme de celos creció en su interior. Lo quiso descartar, ignorar… Pero no pudo hacerlo.

El mismo día charlaron sobre lo ocurrido. Él admitía que era irracional, que estaba todo pactado y que él había sido el que había comentado antes que si ella quisiera participar a él le parecía genial, pero no podía borrar la imagen de su novia sujetando contra sus piernas la melena de una mujer mientras se estremecía.

Mientras para María había sido el momento más increíble de su vida, para Santi había supuesto una brecha en su interior. Pasaron semanas hablando. Al menos tenían una comunicación fluida, de no ser así, habrían roto. Pero ahora… Ella ha sentido en su interior la necesidad de seguir explorando, las ganas de experimentar; sin embargo él… Solamente quiere abrazar a su mujer de noche.

Si en algo ha salido ganando Mari es en el esfuerzo sobrehumano que su novio hace ahora para intentar conseguir de ella un orgasmo como el que tuvo con la desconocida. Aunque temía que eso acabase frustrándolo, pues las teclas que aquella mujer pelirroja había tocado, jamás su novio podría hacerlas entonar de esa manera.

Luna Purple.

Si tienes una historia interesante y quieres que Luna Purple te la ponga bonita, mándala a [email protected] o a [email protected]