Llevo sin salir en Nochevieja desde los 18 años. Pasando por alto aquellas primeras navidades de mi chico en casa de mis padres, que me parecía un poco cruel dejarlo metido en casa, y aquel fail de fiesta en casa que fue el principio del fin de mi persona celebrando el año nuevo, soy conocida por negarme a hacer planes para esa noche porque me da una pereza infinita.
Llamadme abuela pero para mi el plan perfecto consiste estrenar pijama mientras hago zapping por todos esos especiales casposos (guilty pleasures), me bebo las sobras del champán, me arranco a bailar algún temazo de electrolatino e intento hacer twerking en la comodidad del salón de #casapadres. O, como mucho, un petit comite en casa de algún amichi para ponernos pedo viendo videoclips de la VH1 (y si cuadra con un «Guess de year» mejor).
Aunque el simple hecho del drama de tardar dos horas en conseguir un taxi para volver a casa me parece motivo más que suficiente para ni pensar en poner un pie en la calle, aquí tenéis unos cuantos motivos más por los que quedarse en casa la noche de fin de año es lo más guay del mundo:
– No te gastas una fortuna en: la entrada del cotillón de turno (con esa barra libre del demonio de la que después te acordarás toda la semana), los taxis (porque ya estamos muy mayores para andar por la calle con esos fríos y esos zapatos tan monos pero matadores), el puto chocolate con churros (que por el precio podría estar maridado con trufa blanca o cantarte el miudiño o algo), las copas por los bares «normales» (que los malditos inflan los precios cosa fina)…
– Tampoco tienes que preocuparte por arreglarte. Y es que aunque vayas de bares normales, sería el momento ideal para ponerte ese top de lentejuelas que tienes en el fondo del armario y que es tan ideal como incómodo.
– Adiosito a ser simpática con gente que no es de tu entorno de confiansi solo porque todo el mundo está contento aún no sabes muy bien por qué. Y es que cuando sales en nochevieja acabas del «Feliz Año» hasta el mondongo.
– Evitas las masificaciones. El bar de siempre: LLENO. La discoteque de moda: LLENA. La calle: PETADA. El horror.
– Stop colas everywhere: para entrar en la fiesta o en el bar de siempre, para ir al baño, para pedir una copa, para el ropero, para los taxis… STOP! Estoy ya muy señora para esto.
– Olvídate de perder la poca dignidad que te queda con atrezzo fiestero sin sentido. Sí, soy THE RANCIEST.
– Al día siguiente puedes decidir: o bien dormir toda la mañana, o bien ver el concierto de año nuevo y venirte arriba dando palmas con la «Marcha Radetzky» de Strauss (padre), mientras te abrazas a tu madre y haces recuento de las mujeres hay ese año en la Orquesta Filarmónica de Viena. Esto sí es una tradición molona.
– Y como no tienes (tanta) resaca, podrás disfrutar de la comida de año nuevo sin tener ganas de vomitar y aguantar un poquito mejor todas esas conversaciones pereza que te ofrece la familia. Y, sobre todo, te puedes pillar un pedo majo durante el aperitivo que siempre son risas…
Aprovecho para decir que el 2017 me da muy buena vibra y que va a ser la pera limonera… #NocheviejaEnCasaDignidad