Todo iba bien, todo iba perfecto, parecía que lo había encontrado por fin, PERO resulta que vuelvo a estar soltera.

Llevábamos tres meses juntos, nos conocimos por Tinder y desde hace nada establecimos la ‘exclusividad’, le gustaba yo entera, cada kilo, cada michelín… Me hacía sentirme bonita, se le veía en la mirada que le gustaba lo que veía cuando me tenía delante desnuda. Con el paso del tiempo, la terapia y el amor propio he descubierto una cosa: eso no es suficiente.

Que nos vean bellas, que nos hagan sentirnos cómodas en nuestro cuerpo no es motivo suficiente para quererles, para estar a sus pies, para sentirnos agradecidas por las muestras de amor. ¿Es importante? Por supuesto, de hecho es imprescindible, pero no tenemos que pasarlo todo por alto porque alguien por fin nos encuentre atractivas, somos mucho más, muchísimo más.

Mi problema con él apareció hace quince días. Soy actriz, me han cogido para una obra de teatro increíble, estoy FELIZ con el papel que interpreto, es la historia de una gorda y la trama que la envuelve no gira en torno a su peso, a su cuerpo o a sus complejos. Es una gorda a la que han dejado ser persona, INCREÍBLE. 

Pues en esta obra tengo que enseñar las tetas en un momento que para mí es completamente justificado, le da peso al personaje, le da fuerza, manda un mensaje claro, me gusta que lo haga, lo entiendo y lo quiero hacer. Desde el principio el director me dijo que era mi decisión, que no quería que yo estuviera incómoda, que no quería que hiciera algo que no me gustaba. Y a pesar de que me voy a morir de miedo, de que me van a temblar las piernas, de que va a ser algo nuevo para mí: lo quiero hacer. Quiero enseñas mis tetas, quiero que el mundo las vea, quiero que se acostumbren a la desnudez de un cuerpo poco normativo.

Se lo comenté a mi chico, le dije el miedo que tenía, le dije que tenía que hablar con mi psicóloga porque quería estar preparada, le  dije que iba a por todas y que estaba feliz. Su cara. Ojalá hubierais visto su cara. Aunque las palabras que la acompañaron no se quedaron atrás: ‘no entiendo la necesidad de que te desnudes delante de nadie’, ‘enseñar las tetas no te va a hacer mejor actriz, si eso peor’, ‘hay gente a la que no le va a gustar verte las tetas, a ver por qué les tienes que obligar a mirarlas’. 

Saqué la bandera roja, salí corriendo de ahí y no miré atrás. Recordé el artículo que leí hace poco en esta web que nombraba qué situaciones eran claras red flags para las loversizers y me dije a mí misma ‘esta es una de ellas sin lugar a dudas’.

Después reculó, se corrigió, me pedió perdón, me dijo que se dejó llevar por el insulto. Pero los años, la experiencia y haber leído tantos artículos aquí me han enseñado cosas, entre ellas que cuando alguien dice burradas como esa las piensa de verdad, que no es algo que suelte porque sí, que aunque luego se desdiga lo dicho dicho está. Y no, las palabras no siempre se las lleva el viento.

No sé si al final enseñaré las tetas o no, pero sí sé que esta noche duermo sola, que me duele un poco el corazón, pero cada vez menos, que estoy feliz por mí, que soy selectiva, que a mi lado solo quiero gente que sume y no que reste.

‘Las generaciones de hoy en día rompéis las relaciones a la primera de cambio’, pues menos mal señora, menos mal. 

 

Anónimo

 

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