Muchas soñamos con que llegue nuestro príncipe azul. Nos imaginamos nuestra boda, teniendo hijos preciosos y una casa con jardín. Pero cuando llegas a los 35 y solo encuentras ranas, empiezas a plantearte saltar algunos de los pasos y eso es lo que me pasó a mí.

Yo había querido hijos toda la vida, así que cumplidos los 35 y sin haber encontrado nadie especial, decidí ir a una clínica y ser madre soltera. Lo que nadie te explica, y que al menos le ha pasado también a otras amigas mías, es que cuando estás embarazada con toda la revolución hormonal, tu libido no tiene término medio, está por los suelos o estás que te subes por las paredes.

Si te pasa lo último y es un embarazo en pareja, pues tendrás a una pareja muy contenta y ya está, pero en mi caso que decidí emprender este viaje yo sola, incluso diría que estaba pasándolo un poco mal.

No es porque justo me cruzara con chicos guapísimos, es que incluso iba a trabajar y me atraía hasta mi jefe que está ya rodando los 50, calvo y bajito. Si por ejemplo cogía el bus y se sentaba a mi lado un chico oliendo a perfume, algo se activaba dentro de mí, ¡el “satisfyer” no daba a basto y estaba pidiendo unas vacaciones!

¿Pero quién se iba a fijar en una chica embarazada? Yo me considero una chica guapa, pero la barriga no atrae nada, o eso pensaba yo.

Hace unas semanas trasladaron a mi oficina a Diego. Diego es un chico elegante, atractivo, con barbita de 3 días y un pelo que seguro que se pasa horas delante del espejo para cuidárselo.

Nos tocó hacer juntos una campaña de cremas solares. Cogimos mucha confianza y se podía casi palmar la química que había entre nosotros.

Quedamos después del trabajo en su casa para terminar de pulir algunos aspectos y apareció con un pantalón de chándal. Estaba acostumbrada a verle en traje, así que se me hizo raro. No pude evitar mirar ese chándal, dejaba entrever que lo que tenía entre las piernas era más que sugerente. 

Mentiría si dijera que escuché mucho de lo que me decía, solo podía pensar en ESE pedazo de paquete. Estoy segura que hasta se dio cuenta de ello, ya que cambió el tema para preguntarme sobre mi vida personal.

   – ¿De cuánto estás embarazada?

   – Estoy de 6 meses y medio, me toca para verano.

   – Ah, qué bien… ¿y tu pareja ya está preparado para lo que os va a venir?

   – Bueno, no hay padre, decidí hacerme una inseminación artificial y ser madre soltera. Me cansé de esperar a que llegara alguien a mi vida.- Se le esbozó una sonrisa de lado a lado. 

   – No comprendo como una chica como tú, puede no haber encontrado a nadie.

   – Supongo que soy demasiado exigente. 

   – ¿Exigente en qué sentido?- Con toda la revolución hormonal mis ojos fueron a parar nuevamente a su entrepierna de una manera descarada.

   – Perdona, ¿Me estás mirando el paquete?- Dijo levantando las cejas.

   – Ay, yo, no sé, lo siento, es que… – Diego se echó a reír y se acercó a mí.

   – Oye, que si quieres, yo estoy soltero y me pareces de lo más sexy, incluso con esa barriguita. Podemos probar a ver si supero tu grado de exigencia.- Mientras me lo susurraba al oído, su mano subía lentamente por mi pierna. 

¿Le daría morbo que estuviera embarazada o le atraía yo físicamente?

Pude notar como un cosquilleo comenzaba a recorrer mi cuerpo. Me dio bastante igual el motivo, solo quería arrancarle la ropa y follarle como una zorra salvaje.

Sus labios encontraron los míos, besaba muy bien y olía a perfume caro. Me faltó tiempo para abalanzarme sobre su pantalón, lo bajé con las mismas ganas que abre un niño un huevo “Kinder”, esperando que hubiera un buen regalo dentro.

¡Y Dios mío si lo hubo! Lo disfruté como nunca, le lamí cada centímetro de su cuerpo y gocé con cada uno de sus empujones entre mis piernas, hasta terminar ambos exhaustos de tanto placer.

Al día siguiente, lejos de ser incómodo, volvimos a repetir después del trabajo. No sé cuánto más durarán nuestros encuentros, pero mientras le he dado unas vacaciones al “satisfyer”, que ya las necesitaba.

Oaipa

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