Llevo 3 años saliendo con Aitor, al principio la relación era perfecta. Nos conocíamos desde el instituto y habíamos sido buenos amigos antes de ser pareja, así que lo veía como la pareja perfecta.
Cuando empezamos a salir ya me dejó caer en varias ocasiones que «sería perfecta si estuviera más delgada». A partir de ahí empezó toda mi odisea por agradarle, por adelgazar, arreglarme y sentirme mejor, aunque nunca era suficiente e incluso en ocasiones me insinuó que estaba más gorda, cuando era todo lo contrario.
Después de ahí pasó a decirme que seguro que estaba siéndole infiel, que me vestía provocativa para conocer a otros chicos. Se volvió muy celoso y posesivo.
El otro día le dije que iba a salir de fin de semana con una amiga y me gritó, que seguro que era mentira y me iba por ahí con otro tío, porque era una zorra con todas las letras y otros descalificativos aún peores que prefiero ni mencionar.
Estaba tan cabreada que decidí que era hora de verdad ser lo que tanto me llamaba. Escribí a mi amiga y le dije que me había surgido un imprevisto y no podía quedar con ella. Le envié un mensaje a Nico por si quería venirse de acampada conmigo, me había comprado la tienda de campaña y me hacía ilusión estrenarla.
Nico es un chico que conocí en el trabajo. Llevaba un tiempo tirándome indirectas y yo las había esquivado muy bien, aunque francamente y después de cómo me trataba Aitor, cada día tenía más ganas de conocerle mejor.
Nico accedió pero sólo si él escogía el lugar, lo que me pareció una buena oferta.
Llegamos a un pequeño río, rodeado de árboles y vegetación, un lugar muy bonito y alejado de la civilización.
Ya de noche tuvimos que meternos rápido en la tienda de campaña porque estaba lloviendo y estábamos los dos tumbados y tapados con una manta.
Se quedó mirándome y a mí se me escapó una sonrisa. Siempre lo veía con traje y corbata y tenerlo delante con ropa más casual me parecía de lo más sexy; con su barbita de 3 días y esa sonrisa que me hacía sentir en casa sin saber el motivo.
Se acercó un poco más a mí hasta acurrucarme entre sus brazos y me susurró al oído:
– ¿Sabes que me encanta estar aquí contigo? Pensé que nunca pasaría.
Me besó la frente y yo levanté la barbilla para besarle, ¡dios, que labios, que cuerpo y que piel! ¡Qué se fuera a la mierda Aitor!, yo solo pensaba en cómo sería follar con Nico y esa noche iba a averiguarlo.
Ya en braguitas me subí a horcajadas encima de él y me froté un poco, ¡la tenía durísima!
– Joder… – Gruñó.
Bajé y juguetee un poco con mi boca en su polla y noté cómo le empezaban a temblar las piernas.
– Para o no voy a poder follarte, y te juro que tengo muchas ganas de hacerlo.
Abrió la mochila, sacó un condón y se lo puso. Se colocó entre mis piernas y me embistió con fuerza.
Se lamió los labios como el que está saboreando el mejor manjar que haya probado en la vida y siguió follándome bien duro, una embestida tras otra. Mi cuerpo se había entregado por completo a él y estaba a punto de explotar de placer.
Me lamió el cuello y entre quejidos de placer me susurró al oído:
– Quiero notar cómo te corres estando dentro de ti, córrete conmigo.
Escucharle me puso a mil y no pude más, me agarré fuerte a su espalda clavándole un poco las uñas y me dejé ir en un alarido de puro placer carnal. Nos corrimos juntos y fue increíble ver la conexión que teníamos sin prácticamente conocernos.
El mal ya estaba hecho y siendo sincera, me había encantado ser una zorra.
Después de pasar el fin de semana con Nico y conocerlo un poco más, me he dado cuenta de la realidad y lo mal que me trata Aitor. Lo voy a dejar, me merezco a alguien mejor, y quién sabe si esa persona podría ser Aitor, solo el tiempo lo dirá.