Estaba agotada. Llevaba dos horas practicando la coreografía para la clase del día siguiente y en ese momento lo único que sentía era cansancio y una necesidad apremiante de darme una ducha fría.

Pero cuando fui a apagar la música para ir al baño, me di cuenta de que no había sido la única disfrutando de mi propio show. En la ventana de enfrente estaba mi vecino, que se pensaba que no le veía medio escondido detrás de su cortina. Yo no soy ni tonta ni ciega y ya me había dado cuenta en otras ocasiones de que a este muchacho le había llamado la atención. Lo que yo no sabía es que podía ser tan descarado. He de decir que el chaval no está mal, y si hubiese hecho algún avance yo le habría seguido el rollo, pero el chico es tímido así que de momento estábamos en términos de hola y adiós. Admito que soy un poco cabrona, así que decidí jugar un poco con el chico a ver hasta dónde me podía llevar.

Me quité la camiseta y los pantalones de espaldas a la ventana y los tiré sobre la cama, como si no me hubiese dado cuenta de nada y simplemente me estuviese preparando para la ducha. Empecé a moverme a ritmo del reggaeton lento que sonaba, pero esta vez en sujetador y bragas. Movía las caderas apoyada contra la pared, ondas lentas y sensuales. Fui bajando por la pared hasta el suelo y al volver a subir saqué culo mientras me acariciaba las piernas.

Me giré y bajé las manos entre mis pechos, todo el rato acariciando mi cuerpo suavemente y disfrutando de sentirme sexy y segura.


El chico había salido de su escondite tras las cortinas. Estaba apoyando en la repisa de su ventana, con medio cuerpo fuera de la habitación del ansia que le había entrado de estar en la mía.

El intercambio estaba siendo un tanto injusto, puesto que él seguía enteramente vestido. Con un gesto le indiqué que se quitase la camiseta. Le costó unos segundos reaccionar, pero al final la camiseta acabó en el suelo. Aunque el chico parecía poquita cosa cuando estaba vestido, sin camiseta se le veían claramente los abdominales y los brazos fuertes y fibrosos. Sin tener que decirle nada ya se había quitado los pantalones. La cosa se había puesto seria.

Me desabroché el sujetador y lo dejé caer al suelo. Le vi inspirar lento, sus ojos fijos en mis pechos. Metió la mano en sus calzoncillos y la empezó a mover, arriba y abajo. Yo le sonreí y empecé a tocarme las tetas, primero alrededor y luego centrándome en los pezones. Su mano iba acelerando y yo me iba encendiendo cada vez más. Bajé mis manos hasta mi tanga y jugueteé con él, bajándolo y subiéndolo por los lados, pero sin revelar el tesoro de dentro..  Entendiendo lo que yo quería, se quitó los calzones, dejando al descubierto su miembro bien erectoMe mordí los labios y me dí la vuelta. Abriendo un poco las piernas, me bajé el tanga muy lento, inclinándome entera. Con el dedo índice recorrí mis labios de atrás hacia delante para abrirlos poco a poco. Me acaricié el clítoris y me dio un escalofrío.

Introduje los dedos índice y corazón en mi vagina mientras con la otra mano seguía trabajándome mi bultito de placer.

Me sentía cada vez más mojada, pero necesitaba un poco más de estimulación visual para poder llegar. Me erguí de nuevo y coloqué la pierna en la repisa de la ventana, en alto, preparada para seguir disfrutando de mi misma y de las vistas.

Cuál fue mi sorpresa al ver que no había nadie en la habitación de enfrente. Sintiéndome muy estúpida, empecé a recoger mi ropa del suelo. Entonces sonó el timbre. Frustrada por la situación y por tener que contestar al telefonillo en pelotas, fui a responder con muy mala uva.
Al cogerlo, sin embargo, se me pasó el enfado tan rápido como había llegado. Del otro lado, una voz masculina y claramente ofuscada dijo:

– Ya es hora de dejarnos de tonterías, ¿no crees?

 

 

 

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