El viernes pasado cogí un tren hacia Galicia para ir a la boda de una amiga mía, me planteé ir en coche pero eran más horas. Dudé mucho en si ir en tren, porque mi ex trabaja en RENFE, pero pensé que sería demasiada casualidad coincidir con él.

Éramos ex novios desde hacía muchísimo tiempo, pero hablábamos de vez en cuando, hasta que de un día para otro, se lo tragó la tierra. Dejó de responder a mis mensajes e hizo como si nunca hubiera existido.

Subí al tren con una sensación extraña, no había querido pensar en ello, pero fue subir un pie en el tren y acordarme de él. El miedo invadió cada centímetro de mi cuerpo, no quería verlo y tener que lidiar con ello nuevamente. Me había costado mucho esfuerzo pasar página y no sabía si estaba preparada para verlo de nuevo. 

Preparada o no, el destino fue caprichoso y lo vi cruzar mi vagón.

Era imposible no reconocerlo, era castaño claro, alto, atlético y con unos ojos verdes que quitaban hasta el hipo. Nuestras miradas se cruzaron por unos segundos y pude notar cómo se ponía nervioso. No sabía qué hacer, giré la mirada e intenté no darle mayor importancia.

No obstante, algo se me removió por dentro, por desgracia parecía que no lo había olvidado cómo pensaba. Al cabo de un rato, apareció por detrás de mí y me dijo muy educadamente si podía acompañarle, ya que había una incidencia con mis datos para el viaje.

Sabía que era una excusa y lo que quería era hablar conmigo, sentía que no tenía que volver a entrar en su juego, pero quise ver qué tenía que decir de todo lo sucedido, así que me levanté y lo acompañé.

Me llevó a una zona reservada para la tripulación, en concreto, había un pequeño cuarto, con una cama muy pequeña pero suficiente para echar una siesta o estar descansando mientras no hubiera ninguna incidencia.

   – Laura, no me esperaba volver a coincidir contigo, yo… No sé qué decir, sólo sentí que no podía cruzarme contigo y hacer como que no te hubiera visto.

   – No hace falta que digas nada Pablo, me quedó bastante claro que no querías saber nada de mí. 

   – No fue realmente así, yo… Quería olvidarme de ti, era muy difícil que estuviéramos juntos y me dolía hablar contigo sabiendo que no podíamos estar juntos. 

   – Tú creías que no podíamos estar juntos, pero todos los bloqueos estaban sólo en tu mente, aunque ya es tarde.- Le dije mientras le acariciaba la mejilla. 

Me giré para irme y me cogió del brazo para darme la vuelta. Nos quedamos mirándonos frente a frente.

   – ¿Qué quieres de mí ahora? – Me cogió de la cintura y me acercó aún más a él. 

   – Te quiero a ti, Laura.- Dijo mientras sus labios rozaron los míos hasta fundirnos en un beso, de esos que parecen casi de película. 

Me apartó el pelo del cuello y comenzó a besarlo, bajando hasta mi escote. Sus dedos se deslizaron por mi camiseta y me desabrochó el sujetador. 

Le miré y… ¡dios mío! ¡Cómo me ponía verle el traje! Si ya era un chico atractivo, con traje estaba para comérselo. Le desabroché poco a poco la camisa hasta llegar a la zona donde comenzaba su cinturón. Lo abrí y bajé la cremallera lentamente, sin dejar de mirarle, ¡hasta el sonido de la cremallera bajándose me volvía loca!

Con los pantalones medio bajados, le besé por encima de los calzoncillos y él me acarició el pelo. Acabé de desnudarle y empecé a acariciarle, a jugar con su erección en mis manos y lamerla poco a poco. Me la metí en la boca y pude escuchar un pequeño jadeo, seguí hasta que empezó a temblar.

Nos besamos y me tumbó en la cama. Me levantó la falda y después apartó el tanga.

Besó mis muslos y fue subiendo hasta recrearse con la lengua en mi coño. Sus dedos fueron entrando en mí. Cada vez se deslizaban más rápido y su lengua estaba haciéndome ver el firmamento entero cuando me corrí. Intenté contener la voz pero estoy segura que si alguien pasó por al lado me escuchó.

Sacó un condón de su cartera, me miró para ver si estaba de acuerdo y viendo que sí, se lo puso y se colocó entre mis piernas. Me miró fijamente y entró en mí.

Yo ya no recordaba la sensación de tenerlo dentro, me volvía loca hacerlo con él. Sus embestidas cada vez fueron a más: más rápidas, más profundas y más morbosas.

Acerqué mis dedos para acariciar mi clítoris mientras me follaba bien duro. Mantenía la mirada todo el rato y eso me daba muchísimo morbo, sus ojos eran espectaculares. Se mordió el labio y ahí sí que empecé a enloquecer.

   – Quiero que te corras conmigo entre tus piernas, quiero oírte gemir. 

Me encantaba su voz y oírle decir esas palabras fue de lo más morboso, me empezaron a temblar las piernas y me corrí otra vez. Noté mucho más aún su polla dentro de mí y supongo que él también notó más, porque acto seguido empezó a gemir y me llenó de su placer.

Se quedó tumbado encima de mí y mientras le acariciaba la espalda me dijo:

   – ¿Qué pasaría si te digo que te sigo queriendo?

Me quedé callada unos segundos, no supe que responder, le seguía queriendo también, ¿pero estaba dispuesta a volver a lidiar con nuestras diferencias?

Lo que si tenía bastante claro es que nos íbamos a seguir queriendo toda la vida. Hay libros que aunque no sepas el motivo, es imposible cerrarlos por completo.

Oaipa

Lee aquí otros relatos eróticos