Hacía unos meses que lo había dejado con David. Estuvimos 3 años juntos pero empezamos a no entendernos y poco a poco se fue acabando el amor, hasta que decidimos de mutuo acuerdo dejar la relación.

Yo siempre he sido una chica muy tímida y quizás un poco clásica. No me van los rollos de una noche, pero el otro día decidí que si surgía la ocasión me iba a dejar llevar para ver si me gustaba la experiencia. 

Salimos de fiesta Aina, Maca y yo, fuimos a una discoteca que hay al lado de la playa de Barcelona. Empezamos la noche bastante pronto así que a las 2 de la mañana ya estábamos un poco borrachas. 

Habíamos perdido de vista a Maca, la vimos hablando con un chico un rato antes así que imaginamos que estaría con él. Aina y yo estábamos bailando cuando se acercaron 2 chicos, ¡y qué dos chicos!

Empecé a hablar con uno de ellos, me dijo que se llamaba Aitor, trabajaba de camarero y que justo mañana libraba. No cruzamos muchas más palabras cuando se acercó a besarme. Le seguí el rollo y empezó a besarme el cuello, acariciarme la espalda y pegarse bastante a mi mientras bailábamos. El tema se estaba caldeando y cuando me quise dar cuenta, Aina tampoco estaba. 

Me explicó que vivía a 5 minutos en coche y me preguntó si quería ir a su casa a tomarnos la última copa. Me acordé de lo que me dije a mi misma antes de salir y como me apetecía, le dije que sí. 

Cogimos un taxi que él pagó y nos fuimos a su casa. Me puso una copa de vino blanco y le dijo a Alexa que pusiera música chill out. 

– Eres muy guapa, me encanta el vestido rojo que llevas, te queda muy sexy.– Dijo cogiéndome de la cintura para acercarme a él, bajando su mano desde mi espalda hasta mi culo. 

Tú también eres muy guapo, ¿Cómo decías que te llamabas?- Le dije bromeando. 

Se acercó aún más y me susurró al oído: 

No hace falta que recuerdes mi nombre, me vale con que recuerdes como te folla ésta.

Acercó mi mano a su entrepierna. Parecía estar bien dotado y que la tenía bastante dura. 

Empezamos a quitarnos la ropa como si no hubiera un mañana, aunque realmente no habría un mañana, era un aquí y ahora, y estaba deseando que me follara bien duro.

Ya en ropa interior, fuimos hacia su habitación y me lanzó sobre la cama. Nos besamos, con esos besos que saben a ganas, ganas de sexo puro y duro.

Le giré y me puse a horcajadas encima de él. Cogí de mi bolso un preservativo, me agaché y se lo puse con la boca. Me volví a subir encima de él y me la metí, tenía una polla descomunal y noté como mi cuerpo se abría a él. Notaba absolutamente todo y eso que llevaba preservativo. 

Empecé a subir y bajar, a cabalgarle a mi ritmo y antojo, total no le conocía de nada, no lo iba a volver a ver y lo único que quería era pasármelo muy bien.

Se apartó, se puso detrás de mí y me susurró con una voz muy sugerente:

   – Ponte a 4 patas, ahora me toca a mí follarte, y bien duro.- Esas palabras me pusieron muy cachonda. Me puse a 4 patas, dejando mi culo en pompa y a su entera disposición.

Empezó a penetrarme de manera muy seca, brusca y primitiva, me estaba volviendo loca. 

Me cogió del pelo y me estiró suavemente y me dijo: 

   – ¿Te gusta que te estire del pelo?

   – Mucho, me pone muy cachonda.

   – Hoy eres toda mía, reina.

El reina no me sonó muy de mi estilo, pero me estaba gustando tanto como me follaba, que me corrí. Él siguió un poco más y después se corrió.

Lo que vino después fue un poco frío, nos tumbamos y nos quedamos callados. 

Me ofreció un cigarrillo y le dije que no fumaba, así que se lo fumó y yo me acosté al lado. Estaba tan borracha que me quedé dormida enseguida. 

Al día siguiente, me levanté con un dolor de cabeza terrible, no tenía ya el cuerpo de una veinteañera y ya las resacas no perdonaban. Me giré y ahí estaba Aitor, no sabía nada de él, no sabía su apellido, ni su edad, absolutamente nada. 

Me había dejado llevar un poco al estar borracha y por eso de vivir la experiencia, pero francamente, me sentí bastante incómoda cuando me desperté en su cama.

¿Qué se hace en esas situaciones? ¿Se desayuna contándonos algo más de nosotros? ¿Dos besos y que te vaya bien? 

No quería tener que lidiar con el «día de después», y aún menos darme cuenta de la cagada que había hecho cuando viera que era un gilipollas, así que decidí levantarme sin hacer ruido, coger mis cosas e irme sin decir adiós. 

Me sentí un poco mal por no despedirme, me dije a mi misma que no iba a hacerlo nunca más. Me había gustado el sexo pero definitivamente era algo que no iba conmigo. Como un refrán que dice mi madre, ¡Una y no más, santo Tomás!

 

Oaipa

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