Aquí tienes la primera parte de este relato.

Creo que fueron exactamente 17 intensos días. Bueno, días, con sus respectivas noches. China, y en concreto la increíble ciudad de Fuzhou, se habían convertido en toda mi vida. Una cultura completamente diferente, aquella que había estudiado meticulosamente durante mis años de universidad y posgrado, compañeros que me habían acogido de la mejor manera posible, un pequeño apartamento desde el que se podía atisbar el río Min, y yo emborrachándome a más no poder de aquella gran oportunidad.

Pero sí, fueron en total 17 días, los que tardé en ser capaz de responder como era debido a las últimas palabras de Tulio aquella mañana en el aeropuerto. Había salido corriendo del bar en el que mis mariposas regresaron a la vida y, siempre seguida por un Tulio encantado por la noticia, me había abrazado a mis padres para darles lanzarles la bomba. ¡Lo había conseguido! China me esperaba, mi vida independiente me esperaba… Y en medio de tanta felicidad puse mi mirada en aquel chico que sonreía en silencio, pensativo, emocionado… ¿triste?

En apenas cuatro días debía emprender mi viaje, en total 4 vuelos que me llevarían hasta mi destino en la costa del Mar de China, Fuzhou. Mi padre buscó en el mapa el lugar exacto en el que se encontraría su hija y resopló unas cuantas veces agobiado por la distancia que nos separaría.

¿Estás segura de que no es mejor que te saques unas oposiciones a profesora, Sofía?‘ Intentaba bromear, pero todos allí sabíamos la poca gracia que le hacía que su única hija pusiese en marcha su nueva vida al otro lado del planeta.

No le hagas ni caso, cariño, estamos orgullosísimos de ti, y aunque tu padre odie volar así tenemos una excusa para conocer el mundo. ¡Y Tulio se puede venir con nosotros!‘ Mi madre acarició a Tulio en la espalda quizás sintiendo que en aquella escena faltaba un poco de ánimo.

Minutos después mi amigo decidió que era mejor que lo celebrásemos en familia y a pesar de las negativas de mi madre, abandonó nuestra casa abrazándome de nuevo y dándome la enhorabuena prácticamente al oído. Creo que una mariposa se escapó literalmente en aquel instante ya que no fui capaz de responder, tan solo tomé aire con fuerza en un suspiro que Tulio, seguro, pudo escuchar.

Fueron unos días de locura. Aguantando a mi madre desesperada porque no me olvidase nada en casa, y cuando digo nada me refiero a su intención de que media maleta se convirtiera en un arsenal contravandístico de embutidos y carnes magras típicas. Me imaginé llegando a China y que docenas de perros policías me persiguiesen por el aeropuerto, le expliqué a mi madre que aquello no era una buena idea, pero ella juró por activa y por pasiva que si alguien osaba ponerme la mano encima tendrían que vérselas con ella y con el carnicero del barrio.

Al final mi maleta tan solo albergó 3 chorizos caseros de mi abuela y unas magritas de jamón envasadas al vacío que mi padre había cortado con esmero. No supe decir que no a aquello, no después de que su tristeza lo sumiese en un mutis total hasta la noche anterior a mi viaje, cuando apareció en mi habitación con aquel paquete que él mismo había preparado. Fue la primera y única vez que vi llorar a aquel hombretón rudo de bigote canoso.

Mi primer vuelo salía temprano por la mañana. Tulio me había escrito la noche anterior preguntándome si estaba lista para todo lo que estaba por llegar. Pensé en lo mal que había quedado con él por haber pasado de esa manera de aquella escenita de película en el bar. Pero al fin y al cabo él no había vuelto a sacar el tema, quizás se había arrepentido, quizás las cervezas habían tenido la culpa. De todas maneras, la vida real era aquella, yo me iba, él se quedaba… Entonces, justo antes de cerrar los ojos mi teléfono volvió a vibrar.

Sé que no viene a cuento para nada, pero aunque te vayas a la China más lejana, mi mensaje sigue en pie.

Salté de la cama atacada por una colonia completa de mariposas que se escaparon por cada poro de mi cuerpo. ¡No, no y mil veces no! No esa noche, no así, ¡joder, Tulio!

Creía que las cervezas te habían jugado una mala pasada. Nos vemos en el portal en dos minutos.

¿Qué eran, casi las 2 de la madrugada? Iba a tomar un avión en menos de 6 horas pero aquello no podía quedar así, mi vida no sería igual en Fuzhou si no cerraba de alguna manera aquel tira y afloja con Tulio. En pijama, tapada tan solo por mi increíble bata de las Súper Nenas, me metí en el ascensor directa a decirle a mi amigo lo que fuera que se me pasase por la cabeza en cuanto lo viera.

Y en el mismo instante en el que se abrieron las puertas allí estaba él ¿cómo había llegado tan rápido? Después de bromear sobre mi outfit yo lo miré de arriba a abajo y destaqué la antigüedad de aquellos pantalones anchos de Los Lakers.

Tulio, esa equipación te la regalaron tus padres cuando tenías 15 años, es hora de renovar el armario…

Daba lo mismo todo lo que quisiésemos bromear o alargar aquel instante. La tensión no solo se podía cortar con un cuchillo, sino que prácticamente emitía ondas perceptibles a la vista. Me senté en un escalón resoplando disgustada, de algún modo estaba molesta con él por haber esperado tantos años.

Fuimos el amor perfecto en el momento equivocado ¿sabías?‘ Tulio se acercó, colocándose en cuclillas ante mí. Decidí seguir adelante, dejando salir todo aquello que no le había dicho a mis 17 años. ‘De alguna manera creo que siempre pensé que tú serías mi chico, mi compañero, mi amigo, mi persona. Aquella noche en mi habitación mi castillo de sueños se fue a la mierda, y con ella también se fueron mis esperanzas de que la historia de Tulio y Sofía fuese real. Me pasé ¿no sé, meses? Buscando la manera de volver a hablarte sin quedar como una idiota enamorada pero no supe hacerlo ¿y sabes por qué? Porque mi yo interior me repetía una y otra vez que te quería demasiado para ser solo amigos.

Lo siento muchísimo, ni te imaginas cómo tenía la cabeza por aquel entonces. Han pasado muchas cosas, Sofía, y lo único que sé desde hace tiempo es que yo también quiero que seas mi persona. Nunca he estado tan seguro de algo en toda mi vida…

De pronto el temporizador de la luz de la escalera decidió que hasta ahí había llegado la escena y nos dejó a los dos completamente a oscuras en aquel instante. Y cuando fui a levantarme para apretar el pulsador, sentí la mano de Tulio posándose sobre mi pierna. Tomé asiento de nuevo y en medio del silencio pude sentir cómo se acercaba a mí lentamente, como pidiéndome permiso para lo que estaba a punto de hacer. Aquel beso en nuestro portal fue prácticamente magia, supo a recuerdos, a hogar, a cariño.

Y tras unos segundos Tulio se separó para decírmelo, para soltarme aquella bomba que yo no estaba dispuesta a asumir.

Solo tienes que pedírmelo, dime que me vaya contigo a Fufú o como leches se llame esa ciudad China. Me buscaré la vida para estar contigo, solo tienes que decirlo y lo dejaré todo por irme contigo. Dilo, Sofía.

No puedes pedirme eso, no cuando nos acabamos de reencontrar, ¿dejar toda tu vida para largarte con una chica a la que hace años que no veías? ¡Es una locura, Tulio!

Enfadada y triste me levanté de aquel escalón y comencé a subir escaleras sin mirar atrás, golpeando cada peldaño con rabia mientras las lágrimas empezaban a recorrer mi cara. Tulio me seguía procurando frenarme hasta que giré pidiéndole que, por favor, me dejara en paz.

Está bien, no voy a decir nada más. Creo que los dos hemos hablado lo suficiente esta noche. Que descanses, Sofía.

Aquella noche no pude pegar ojo. El beso con Tulio volvía una y otra vez, y un impulso terrible me hacía imaginar cómo me colaba en su habitación para volver a acariciar aquellos labios que me habían enamorado. Me levanté como si una resaca de mil demonios recorriese todo mi cuerpo, salí de mi cuarto y la cara descolocada de mi padre me dio los buenos días. Tan solo les pedí que intentasen guardar las lágrimas, no estaba dispuesta a pasar por una despedida horrible aquel día. Mi madre emitió un sollozo que sonó como un perrillo triste y de ahí en adelante todo fueron abrazos y llantos.

Tras facturar mis dos enormes maletas decidí que era el momento de pasar el control y hacerme a la idea de que empezaba de veras mi viaje. Mi madre tiraba de mí para tomar un café juntas, o comprar alguna revista, o unos chicles para que no se me taponasen los oídos en el vuelo, o quizás unas pastillas de biodramina para no marearme. El caso era que yo no pasase por aquel arco para dejarlos a ellos atrás. Yo tampoco quería, pero sabía que el momento debía llegar y ¿para qué alargarlo más?

Los abracé con fuerza, lloré lo que no está escrito en ningún libro, y prometí llamar en cada una de mis escalas. Entonces me puse a la cola y opté por no volver a mirar atrás. Todavía la escuchaba diciéndole a mi padre que aquello era muy difícil, cuando de pronto un pequeño grito me descolocó del todo.

¡Ay Tulio! ¡Qué susto hijo! Casi no llegas, ahí la tienes que se nos va Sofía…

Di media vuelta y, todavía ahogado por la carrera, vi a Tulio que me miraba con aquel gesto entre la ternura y la tristeza. Dejé la fila y regresé al inicio del control, él se acercó a mí y con prisa por lo que debía decirme me pidió que lo dejara hablar.

No quiero que me pidas nada, no tienes que pedirme absolutamente nada. Ve, conoce Fufú, cómete el mundo como tú sabes, y en el momento que me necesites a tu lado, simplemente dilo. Me tienes, Sofía, me has tenido desde que éramos dos enanos.‘ Tulio selló aquel breve discurso con otro beso de esos que me dejaban medio inconsciente. Pude escuchar a mi madre sorprendida por lo que acababa de ver y a mi padre diciéndole que debía estar ciega para no saberlo.

Solo le di las gracias y volví a abrazarlo con fuerza. Aquellas palabras eran lo que realmente necesitaba para dar el paso. Lancé una sonrisa a los tres y miré con ganas al policía que, ahora sí, me pedía que dejase mi mochila sobre la cinta.

Eras ya las 12 de la noche en Fuzhou, el monzón había traído una nueva tormenta y llovía de una forma casi torrencial. Al fin había dado por terminada mi mudanza. Tan solo hacía unos minutos que había colocado un bonito cuadro que un amable señor me había vendido en un mercadillo callejero la tarde anterior. Preparé un te caliente y tomé asiento mientras miraba feliz las luces de aquella increíble ciudad por la noche. Algo me dijo que, entonces, debía hacerlo. Tomé mi teléfono y sencillamente escribí.

No es necesidad, Tulio, es que ahora sí es el momento adecuado para los dos. Fuzhou te va a encantar. Te quiero.

Mi Instagram: @albadelimon