Lee aquí La Navidad es para los valientes – PARTE 1

 

Te lo juro Vicen, Tobías te va a encantar, es el mejor chico del mundo…‘ repetía emocionada a la cámara de mi ordenador.

Te creo tía, te creo, pero es que no me esperaba para nada que te enamorases así, en tan poco tiempo, no es tu estilo.

¿Acaso ahora me vas a tener tú que decir cuándo me puedo o no enamorar?

¡Claro que no! Pero la Banana que yo conozco no entrega su corazón tan rápido, está claro que ese hombretón te ha llegado bien adentro.‘ Y terminó con una sonrisa malvada que buscaba el chiste fácil del doble sentido.

Para ser sincera, en las contadas tres semanas que llevaba citándome con Tobías me había enganchado a él como pocas veces me había ocurrido. Me hacía reír no solo por sus payasadas sino porque realmente también tenía ese punto de humor ácido que hasta entonces solo había encontrado en Vicente. Además, me abrazaba con un cariño tan inmenso que con él me sentía mucho más segura.

Había pensado en mantener mi historia con Tobías como un secreto para Vicen, no sabía si devolverle el susto con la misma moneda podría sonar infantil o divertido. Dudé varias noches de si contarle que aquella Tinder-relación estaba convirtiéndose en algo serio. Y al final, a pocos días de su viaje de vuelta por las vacaciones de Navidad, le lancé la bomba esperando ansiosa su reacción.

Diana se va a alegrar muchísimo de tu noticia. Oye, ¿qué te parece si planeamos una cena de parejas cuando estemos ahí?

Puedo jurar que el Vicente que yo conocía hubiese vomitado sobre sus pantalones favoritos antes de programar una cena de parejitas hace algunos años. Pocas cosas le daban tanta rabia como que dos amigos quedasen y llevasen a sus parejas en un alarde de ‘ey, mira qué felices somos que tenemos novios a la vez‘.

¿Me lo estás diciendo en serio? Tú, Vicen, mi Vicen… ¿Qué han hecho con tu cerebro?

Vete a la mierda, Banana…‘ terminó sonriente dándome la razón con su corte de manga.

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Tobías se había empeñado en que fuésemos en su coche hasta el aeropuerto. Daba igual que yo me negase una y otra vez, pero él no hacía más que repetirme que los cuatro en un Clio íbamos a viajar igual de cómodos que cien sardinas en la misma lata. Razón no le faltaba, claro que no, pero no quería ver la cara de Vicen cuando se diese de morros con el Ford Focus tuneado que mi chico amaba más que a su propia vida.

Porque Tobías y yo mucho, lo que se dice mucho, no teníamos en común. Pero habíamos aprendido a entendernos y a valorar lo divertido que es ser tan diferentes. Él adoraba viajar con sus ventanillas bajadas y con música tecno a todo trapo, y en un descuido yo cambiaba el chip y pinchaba Love of Lesbian y me relajaba de todo el ruido que producía aquel horrible tubo de escape sin silenciador.

Nadie hubiese dado un duro por nosotros, pero allí estábamos, casi tres meses de arrumacos y sexo desenfrenado en su coche avalaban nuestro amor. Se decía pronto.

¿Y dices que la churri es americana?‘ me preguntaba Tobías mientras miraba perplejo cómo me estaba destrozando las uñas a mordiscos.

Sí, Diana es de padres españoles pero nació en EEUU. Ella y Vicen conocieron allí, en el máster que estudiaron juntos…

¡Ey! Pues qué bien, será la primera yankee que conozca.

Tobías no entendía mis nervios, estaba a mi lado y esperaba aburrido la llegada del avión, pero no lograba comprender que la ansiedad no me dejase parar ni un segundo quieta.

Tan solo diez minutos después aquella imagen de un Vicente renovado y de su sonriente chica se repetía como un dejavu. Alcé una de mis manos intentando controlar mis nervios.

¡Bienvenidos! Diana, Vicente, os presento a Tobías, mi chico.‘ Apenas les había dado tiempo a saludar, ni a decir ni pío.

¡Oh vaya! Encantados de conocerte Tobías, estábamos deseando ponerte cara. Paula nos ha hablado de ti pero no nos ha enviado ni una mísera fotografía vuestra, te estaba manteniendo en secreto.‘ Continuó Vicen dándole un gran apretón de manos a mi novio.

Yo también tenía ganas de conoceros. Paula lleva varios días hasta nerviosa por vuestra llegada.‘ Lo miré seria y algo incómoda. Bocazas…

¿Banana nerviosa? No te puedo creer.‘ Remató Vicen dándome un abrazo que no me dejaba casi ni moverme.

El trayecto hacia la casa de los padres de mi amigo fue todo un interrogatorio sobre cómo un rey del tunning como Tobías y yo, esa sosa amante de la música no comercial, habían terminado juntos. Mi novio respondía orgulloso y dejando claro que los dos nos complementábamos a la perfección y que al final, son los polos opuestos los que se atraen.

Diana, mientras tanto, me miraba encantada y feliz.

Me han dicho que en estas fechas el alumbrado de vuestra ciudad es una pasada.‘ Añadió ella intentando ver el paisaje a través de los cristales tintados del Focus.

Estas navidades vas a alucinar Diana, ya lo verás.‘ Sentencié guiñándole un ojo.

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Se lo daré en Nochebuena, tan solo falta dos días y no puedo aguantar los nervios…‘ Vicen sostenía en una mano una diminuta caja con un precioso anillo en su interior.

Lo tenia elegido desde hacía meses y aquella misma tarde había ido a buscarlo a una de las mejores joyerías de la ciudad. Yo lo miraba con una mezcla entre la desazón y la envidia. Merecía todo lo malo que me pudiese pasar, no podía ser que ni un ápice de alegría se asomase en mi interior.

Todavía no me he hecho a la idea de que vayas a ser un señor casado, tú, ¿eres consciente de lo que esto significa?‘ di un sorbo a mi café esperando despertar al Vicente que yo conocía.

No vayas por ahí Paula, soy consciente de todo, y sobre todo de que quiero pasar el resto de mi vida con Diana. He madurado y creo que es una etapa más. No hay que darle tantas vueltas.

Entonces se había vuelto serio. No seguía mis bromas y mis piques como lo podría haber hecho meses atrás. Me sentí terriblemente decepcionada y más cabreada incluso que antes.

¿Me estás diciendo que yo no he madurado?

No, ¿cuándo he dicho yo tal cosa?‘ Vicente fruncía el ceño algo mosqueado por el camino que estaba tomando aquella conversación.

Pues en cada cosa que dices, en cada decisión que tomas… Te largas un año a EEUU y de repente tienes barba y te quieres casar. ¿Y qué hay de todo lo de aquí? Ah no, que lo de aquí no entra dentro de tus planes de señor maduro…‘ Aquello había sido como abrir la caja de Pandora. De mi boca salían barbaridades sin sentido que a todas luces estaban dejando a mi amigo anonadado. ‘¿Y qué harás después? Tendrás hijos, tu trabajo y tu casa en una urbanización de esas como las de las películas americanas. Y no volverás nunca, total ¿para qué? Si para ti lo que importa es Diana y todo lo que orbita a su alrededor.

Antes de que pudiese terminar el peor discurso de mi vida, Vicente se estaba levantando sin decir ni una sola palabra y, tras mirarme fijamente, se había ido con un claro gesto de decepción. Me había quedado sola en aquel bar abarrotado de gente, con todas las ganas de gritar acumuladas en mi interior y la sensación del trabajo peor hecho de la historia de las amistades.

Sabía que recuperar a Vicente después de todo aquello no iba a ser tarea fácil, aquella cagada había sido más grande que la que dejan los caballos en la cabalgata de Reyes. Menudo sincericidio de mierda.

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