A veces sucede que con una sola mirada somos capaces de categorizar todo lo que vemos: “esa chica empieza una relación, está radiante”, “a esa le hace falta un buen polvo”, “mira que Lady Pegaso (forma moderna de decir camionera de toda la vida) va por ahí”.

La tendencia a categorizar todo es necesaria en el ser humano, supongo que nos da poder y a la vez placer, pero es odioso que nos juzguen por nuestro aspecto.

Es curioso que comente esto en un blog dedicado a demostrar que nuestros mayores complejos se pueden convertir en nuestras mejores y más preciadas virtudes, pero que levante la mano la primera que no le han dicho algo así como: Qué lástima que estés gordita, porque eres muy mona de cara. Con 10 kilos menos estarías guapísima”

Yo he sido víctima de miles de comentarios de ese tipo, pero el que me más me dolió fue el que da título a este artículo.

Salí del armario con casi treinta años y mucha gente criticaba que mi decisión fue motivada porque ya estaba harta de los hombres, pero yo sabía que en Moulin Rouge me hizo más tilín Nicole Kidman que Ewan McGregor, y mira que este mozo está siempre de buen ver.

Un día, sin venir a cuento, una compañera de un curso de idiomas me soltó esta gran perlita: «Se nota que eres lesbiana, aunque tienes la cara bonita»

¿Lo tenía escrito en la frente? ¿Las bolleras olemos diferente? ¿Esta chica tenía un gaydar y yo sin saberlo?

Con el tiempo me confesó que desde siempre ha pensado que las chicas “gorditas” (gran eufemismo) solemos ser lesbianas porque no todos los señores quieren estar con señoras con lorcitas (este diminutivo sí que triunfa más). El caso es que la madre de una amiga me dijo lo mismo hace un tiempo.

Resulta que su hija y yo, que tuvimos una gran amistad donde nos contábamos la vida en verso, salíamos de fiesta, al cine e íbamos de la mano por la calle porque nos parecía absurdo no hacerlo si nos llevábamos tan bien. Esta señora, cuando creyó que yo iba a ser su nuera, nos dijo a las dos: “hacéis buena pareja porque las dos estáis rellenitas”.

¡Tócate los cojones! En aquel entonces me lo tomé a chiste, porque yo seguía pensado que era hetero, y pensé que a esa señora la cabecita no le daba para más, pero hoy en día sigo creyendo que hay gente que se piensa que por ser gorda se te cuelga el cartel de bollera sin fronteras.

El caso es que me he dado cuenta de que es un mito muy absurdo que ya es necesario romper. Ya seas baja, alta, gorda, flaca, bizca o con acné te puedes enamorar de quien quieras, sin formar parte de ese catálogo sexual que, al parecer, es necesario tener para tenernos a todos clasificaditos.

He de admitir que durante mi proceso de contactar con el mundo lésbico, me sorprendí al ver mujeres femeninas con las uñas y labios pintados y vestidos, pero claro, es que no sé en qué momento nos vendieron que solo las leñadoras de Wisconsin eran las únicas a las que se les permitía amar a otra mujer.

Veo muchísimas chicas con sus novias o mujeres que hacen deporte juntas y se cuidan una barbaridad. También hay parejas donde uno de los dos está entrado en carnes, ya sean heteros, bixesuales o heterosexuales.

La moraleja de todo esto es que no puedes pensar que un aspecto está ligado con una tendencia sexual, porque no tiene nada que ver. Es como si dijéramos que todos los viernes son de fiesta, alguno tendremos que será de luto, por desgracia.

LauriLuu Fisher