Yo he estudiado en un colegio de monjas. Esto quiere decir que, a priori, tengo inculcado en el disco duro que he de hacer el bien, ver por el prójimo y regirme por mis valores. Cuando te pasas desde pre-escolar hasta los 16 rodeada de discursos de buen samaritano, llegas a la edad adulta creyendo que, al menos, si confías en tu instinto harás lo correcto… hasta que un día te encuentras gastando todas tus energías queriendo enterrar en el más profundo de los fangos a la persona más diabólica del mundo… y entonces te planteas que, tal vez, el discursito ese poner la otra mejilla te lo vas a pasar por el forro.
Es real, esta maldad que todos llevamos dentro está por ahí, escondida o no. Lo que no podemos hacer es negar su existencia o luchar contra ella. Os apremio a que la abracéis y que saquéis a la mala que lleváis dentro. Somos todos muy buenas personas y por eso nos topamos y sabemos discernir a los gilipollas, a los hijos de puta, a esa chusma que nos apaga o nos deja hechos un asco, que nos nubla el día o que nos hace tragarnos la rabia porque ardería Troya si la dejamos sacar.
¿Pues sabéis lo que os digo? Que la vamos a sacar, que si no, nos lo tragamos y nos podrimos por dentro (como los chicles cuando éramos pequeños y nuestros padres nos decían que se nos quedarían pegados al estómago). Hay que sacarla o se nos pegará a las entrañas, y eso oscurece a una por dentro. Una vez lo haces te sientes más liberada y, sobre todo comprendes a los villanos de las películas. ¡Con razón! ¡A esta gente la han puteado un montón y han petado!
En esta nueva etapa, una vez empecéis a admitir que lleváis maldad dentro y que tenéis que dejarla ir (let it go, que Frozen también iba de eso, de una pava a la que tenían hasta el coño), disfrutad del proceso, por favor. Soy una persona mucho más feliz desde que en mi historial de Google de los últimos años se puede encontrar: “mandar caja de mierda a casa” o “polvos laxantes sin sabor”. Es esos momentos en los que le encuentro sentido verdadero a esa expresión de “yo no soy mala, pero me hacen ser mala”. Vas con buena intención, pero te sacan a la japuta que llevas dentro y estás perdida.
No sufráis, está justificado. Hay que sopesar, tantear, pensar si merece la pena dejarnos la bilis o pasar del tema, todo es una cuestión de juicio. Si la persona o la putada no merece la pena, pues puerta y adelante, a vivir tan felices y pichis. Pero si creemos que la justicia está de nuestra mano y que el fin justifica los medios, yo digo que seamos malas, joder.