Cuando era pequeña, siempre había un niño iluminado que se encargaba de dejarme claro que mis caderas eran mucho más anchas que las de mis compañeras. Al principio, ignorante de que eso pudiese resultar ofensivo, no le di importancia. Pero, un buen día, ese “¿qué me estas contando?” se convirtió en un “tienes razón”.

Como consecuencia de esas maravillosas apreciaciones que al parecer mi cara pedía a gritos, establecí una relación tóxica con mi cuerpo donde daba igual cuantas dietas hiciese, cuanto me matase a hacer deporte o cuantas infusiones milagrosas (y confieso, para mi asquerosas) me metiese en el cuerpo: esa maldita cadera seguía siendo más grande.

A lo largo de la historia, las mujeres hemos sufrido el impacto de las modas y nos hemos visto casi obligadas a parecernos unas a otras siguiendo las corrientes y tendencias. En una época donde los cuerpos rectos eran hermosos, yo no tenía más medios para intentar encajar. Y siempre había un erudito que se encargaba de remarcármelo con subrayador. A esos entendidos, tan necesarios para mi evolución personal (nótese la ironía) os digo:

badass

Existe la constitución física. Existe la tendencia natural del cuerpo que ¡SORPRESA! No sigue modas (como diría San Juan Magán). Y no, el tema de la constitución no es una excusa en la que nos refugiamos las mujeres con cuerpos no normativos para no cuidarnos, es una realidad que cualquier profesional (y persona con dos dedos de frente) sabe que está ahí y, que por mucho que luches y te cuides (que ¡SORPRESA NÚMERO DOS! lo hacemos), no puedes limarte los huesos.

Generar frustraciones al de al lado, aportando una opinión que nadie ha pedido sobre un tema tan amplio, dime ¿de qué te sirve? ¿te realiza como persona? Lo que necesita esta sociedad no es poner de moda un cuerpo u otro, sino hacer tendencia la empatía, la búsqueda de la realización personal y sobretodo, la importancia de entender nuestro cuerpo para no exigirle al peral que nos dé manzanas.

Hoy no escribo un post intenso y fantasioso. Hoy pido que quienes piensen que su opinión es súper necesaria para revolucionar una existencia, por favor, se lo callen. Porque seguramente no revolucionarán nada, sino que harán más daño y crearán más demonios. Masticad vuestro comentario y cuidado con el veneno. Porque cada persona es un mundo y cada mente un laberinto donde, si ya a veces cuesta encontrar la salida, lo último que necesitamos son más muros.

selflove

Rocío Torronteras (@rocio_tor16)