A pesar de lo que pueda parecer, no utilizo el apellido Potter por ser una forofa de Harry Potter, sino porque es el que lleva conmigo desde hace 34 años. Mi padre, al contrario que en las películas, no hizo las Américas, si no que desde allí decidió cruzar el charco y venir a España, y después de pasar casi 20 años living la vida loca del soltero americano, conoció a mi madre, tuvo 3 hijas maravillosas, y hasta ahora. Decidió no volver, porque claro, quien va a querer mac & cheese, hamburguesas y pizzas cuando tienes jamón, embutido, queso curado y vino del bueno.
Y en esas estamos, en que mi padre tuvo 3 hijas que fueron a colegios en los que, allá por los años 80 y 90, el 99% de sus compañeros eran españoles, que eso de la globalización por aquel entonces no se llevaba y tener amigos extranjeros (o de padres o apellidos extranjeros) no era tan común como ahora…
- Era la única de la clase que no llevaba pendientes. A mis padres (muy americano él, muy moderna ella) les parecía una aberración eso de perforar las orejas a un bebé y pensaban que tenía que ser una decisión nuestra. Hasta los 13 años estuve yo sin llevar pendientes y mi hermana mediana tuvo que escuchar varios ‘¡Cuidado machote!’ desde su más tierna infancia…
- Hablaba mejor inglés que la mayoría de los profesores que tuve en la EGB, y cuyo nivel de inglés por aquel entonces no llegaba ni al First
- Nadie sabía escribir mi apellido. ¿Pobre?, ¿pozer?, ¿poker? ¡Gracias Harry por haber descubierto al mundo lo maravilloso que es el apellido Potter!
- Mi mejor amiga del cole fue la otra niña de apellido raro de mi clase, en este caso, alemán. Y que llegara una niña con apellido (¡y nombre!) iraní allá por 5º EGB hizo que lo de Potter ya no se viera tan raro…
- Mis amigos estaban fascinados con el acento de mi padre cuando me llamaban a casa y él contestaba al teléfono. Y yo pasé años muriéndome de la vergüenza por ese acento que (50 años después) sigue teniendo y que ahora me parece maravilloso
- La familia, el número de pueblos y la posibilidad de viajes familiares se reducía a la mitad, ya que mi padre llevaba más años en España que en USA y su familia y su pueblo eran ya los de mi madre
- Los libros en inglés se guardaban (y se siguen guardando a día de hoy) como oro en paño, ya que eran dificilísimos de encontrar y sólo se podían conseguir si te los compraban allí y te los mandaban por correo
- Salvo que alguien tuviera un amigo o familiar albino, durante muchos años fui la niña más rubia que nadie había visto jamás
- En los viajes en coche (aquellas 8 horas Madrid – Barcelona) se escuchaban cintas de casete en inglés. Aún recuerdo la letra de ‘Baby Beluga’ y las canciones de ‘Nursery Rhymes’ como si las estuviera escuchando por enésima vez a la altura aún de Guadalajara…
- Desde el instituto y hasta hoy, prácticamente la mitad de mis amigos me llama por mi apellido en vez de por mi nombre
- Conocí la existencia de las tortitas, las tostadas francesas, el sirope de arce y el concepto del bacon como desayuno mucho antes que cualquiera de mis amigos. El brunch no tiene secretos para mí desde mi más tierna infancia
- Cuando todos los niños comían McDonalds y Burger King como cosacos, en mi casa estaba vetado, pero probé la primera hamburguesa real y americana a los 4 añitos. Y hasta ahora…
- Escuchar 2 (y en mi caso 3) idiomas en casa era lo normal. ‘Responder a papá en inglés, a mamá en catalán y en el cole en español’. Todo en orden