Él que te sigue llamando y tú que dudas. Por un lado piensas “pues no estaba tan mal y no es que haya mucho donde elegir…” y por otro, “no lo acabo de ver, hay cosas que me chirrían …”.

Por si le sirve a alguien de ayuda, quiero compartir de entre todas las razones posibles, las 10 que, en mi humilde opinión, son suficientes para no plantearse repetir JAMÁS.

   1. Te “hecha” de menos y te dice que “haber” cuando vais a cenar. Muerte a las faltas de ortografía. La más bestia que he visto con estos ojitos en un Whatsapp fue un “habisen ala policía”. Lo peor viene cuando le indicas su error y te dice que “qué más da”. En ese momento, lo reconozco, se despiertan mis impulsos asesinos. Pues claro que da, animal de bellota. Y ahí se acaba la “istoria” .

2. Pone caras raras mientras folla. Y ojo que digo mientras folla. En el tema del orgasmo hay que ser más comprensivo. Si os preguntáis de qué tipo de caras hablo significa que nunca os las habéis encontrado, afortunadas mías. Son caras que imposibilitan TOTALMENTE que te concentres en lo tuyo. Jetos tipo: cara de orco antes de clavarte el hacha, cara de chimpancé soplando, ojos en blanco cual Nosferatu…Siempre se puede apagar la luz o mirar hacia otro lado, pero convengamos que NO ES LO SUYO.

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3. Es tacaño. No, no, no, nooooooo por favor. No hay nada menos eróticofestivo que un tío agarrao . Eh, y que conste que no estoy hablando de que tenga que pagar lo tuyo. Niet. Hablo del que no llevó NADA a tu casa cuando le invitaste a cenar y cuando él te invitó, lo llevaste TODO tú “porque no había tenido tiempo de ir al super”. En el extraño caso de que cenéis fuera, solo va a cenar pizza, a poder ser en porciones.

4. No para de hablar mientras fornicáis. Y una cosa es un comentario cachondo momentáneo y otra muy diferente retransmitir el polvo en directo. Que si “mira lo que me haces”, “y ahora como me tienes”, “y después como me pones”, “y lo bien que haces esto y mira lo que te hago y toma, toma, toma más”. A ver chato, estoy aquí, no me lo cuentes QUE YA LO VEO.

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5. Falta de higiene. Lo reconozco, yo aquí soy tajante, inflexible, TOLERANCIA CERO. Un mal olor, un zapato sucio, un pelo grasiento, una dentadura amarillenta son más que suficientes para no reincidir. Porque en un primer momento, la oscuridad, el cachondismo, el enamoramiento enfermizo, nos pueden jugar una mala pasada pero ya después NO. Y seamos realistas, el que no es pulcro ahora, no va a cambiar. El cochino nace y luego se hace (más).

6. Es hortera, PERO MUCHO. Os conocisteis en la disco y llevaba una indumentaria neutra: vaqueros, camiseta… Pero le ves en la playa, y HOSTIAS EN LA PLAYA: bañador de licra apretujado hasta el límite con rayas verticales amarillas y negras ¿ciencia ficción? Para nada, basado en hechos reales autobiográficos. Y también puede ser a la inversa: le conoces con un bañador standard de Zara y, cuando cae la noche: camiseta escotada y/o calcetín blanco y/o cresta capilar y/o camiseta de tirantes (¡¡¡¡AGHHHHHHHHHHHH!!!!) . Si le has conocido en Carnaval, ya ni te cuento el riesgo. Ahí no tienes referencia alguna. Como anécdota, necesito contar urgentemente que mi amiga Laura se enrolló con un joven disfrazado de Shakira en el video de “Loba”, o sea, dentro de una jaula y con malla dorada de cuello a tobillo. Nunca supimos que tipo de indumentaria usaba en su día a día. NI FALTA QUE NOS HACE.

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7. Es metrosexual y pseudovigoréxico: se cuida hasta el extremo, toma todo tipo de suplementos vitamínicos y unas 37 claras de huevo diarias. Hasta ahí todo bien, cada uno con su vida… Pero ojito cuando tú te zampas un croissant, un frankfurt o un vaso de leche de vaca: SACRILEGIO. No te va a dejar en paz: que si grasas saturadas, que si azúcares, que “no cuesta nada comer bien”, que “tu cuerpo te lo agradecerá”, que “ya verás ya, en unos años te arrepentirás”… En unos años my Darling, de lo que me puedo arrepentir es de no haberte mandado a tomar por…

8. Le gusta un sofá más que a un tonto un caramelo. Habéis quedado un par de veces y nada le mola más que ver una peli o echar una siestecita a pesar de que en el mundo exterior brille el sol y todo empuje a tirarse a las calles. Suelta frases tales como “pa qué ir al cine si el dvd es lo mismo”, “yo es que el fin de semana me gusta descansar”, “uf, con la gente que habrá allí y lo bien que se está aquí”. Pues hala, quédate tu AQUÍ que ya me voy yo ALLÍ.

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9. Le flipa jugar a la Play o aparatejos similares a niveles obsesivos. Razón íntimamente relacionada con la anterior, nunca sabremos qué fue antes, si el huevo o la gallina ¿el amor al sofá acabó en adicción a la Play, o fue la máquina la que le arrastró al despanzurre? ME IMPORTA UN HUEVO. En cualquier caso, el panorama de sábado por la tarde, la solana entrando por el ventanal y el macho agarrado a los mandos de su nave le pega tal mamporro a mi líbido que es imposible recuperarla.

10. Besa mal. Y ahora que lo escribo creo que quizás debería estar en el número uno. El que besa mal, peor follará y ni te cuento otras labores de contenido oral. Aquí hay un amplio abanico de esperpentos: desde el que te chupa la cara entera al que tiene la lengua totalmente rígida, o blanda, o exceso de salivación, o el que no sabe que el lengüetazo es parte del juego y se limita a aplastarte los morros mientras mueve la cabeza de un lado a otro como si de una telenovela se tratara (¿alguien vió un morreo con lengua en un culebrón? NEVER). Una variante asalvajada es el que te aprieta tanto que te clavas tus propios piños en los labios con el consiguiente dolor y despelleje. Y mira que a veces nos emperramos en repetir con aquel que nos morreó fatal «por si tenía un mal día». Qué gilipollez más grande…

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Y hasta aquí mis 10 primeras razones para no repetir con aquel tío, ni mejores ni peores (espero) que las de cualquier otr@.

¿Cual sería tu razón número 11?