Vivimos en un mundo ultrarrápido y hemos perdido la constancia y la paciencia, es verdad. No nos gusta esperar por aquello que deseamos, por mucho que digan que la paciencia es una virtud. Por eso tienen tanto éxito las apps de ligar, donde tienes a cientos de personas –y me quedo corta– a un clic. La peor parte de esto ya la contó Mariella Villanueva en su artículo Putas gratis.

 

 

La cuestión es que te abres un perfil, empiezas a repartir likes o corazones y llega un día en que te ves gestionando las citas como antes controlabas las ofertas de trabajo en que te inscribías, para no acabar quedando con dos la misma tarde. Lo de no confundir la información que le das a cada uno o, algo peor, la que ellos te dan a ti y tú acabas mezclando, eso es misión imposible, así que ni lo intentes.

Crearse un perfil y empezar a recibir notificaciones genera adicción, aunque no quieras. Racional que es una, me puse un horario estricto y no activé el sonido en las notificaciones. Así controlaría. Y al principio va bien y lo consultas los fines de semana y algún día suelto en el rato muerto de antes de la cena, luego también a veces mientras comes o esperas el bus…

 

Al final activas el sonido en las notificaciones para no perderte ni un mensaje y mucho menos un match… Y es entonces cuando descubres que estás tan enganchada a darle a la cruz o al corazón como antes lo estuviste a las pantallas del Candy Crush, porque conversar con perfiles desconocidos tras la pantalla es un vicio. Y, visto que no controlas, piensas en desinstalarte todas las apps del móvil y lo haces. ¡Todas fuera!

 

Pero claro, es sólo una fase más. ¿Quién no dijo nunca más alguna vez y luego volvió a caer? Las vuelves a descargar y de nuevo el circulito rojo indica que hay visitas, mensajes y matches esperándome… ¡Voy a ver! XD