Qué malo es follar tan bien contigo.

Quitarnos, sobrios, la ropa en el pasillo: no tenemos tiempo que perder, la habitación está tan lejos. A la mañana siguiente tú y yo desparramados en la cama. Tras el polvo, hechos polvo, tus brazos –como siempre– extendidos, buscándome. No te importa que me escabulla de tu abrazo a mitad de la noche: sabes que lo hago para poder repartir codazos inconscientes sin el temor a golpearte. A golpearnos.

Qué malo es follar tan bien contigo. Despertar, asomarme: comprobar que en el salón la alfombra está deshecha, nuestros pantalones abrazados en el suelo, dos botellines de birra abiertos y sin beber en la estantería. Anoche teníamos demasiada prisa. Observarte un momento tumbado en el sofá: tú, los cascos y Nick Cave fumando el primer piti del día. Cómo odio que fumes pero qué bien que te queda, tú. Acercarme al sofá, que me extiendas el brazo, acomodarme en ese espacio tuyo que siempre está abierto para mí, imaginarme que estás escuchando nuestra canción. No sé cuál es, pero me has dicho que es la nuestra.

Qué malo es follar tan bien contigo. Que me digas al oído Venga, a la ducha, son las ocho, y saber que de ella no saldremos, como mínimo, a las nueve. Encontrar siempre en tu piso piezas de ropa mía apenas usadas porque casi nunca las necesitamos. Comprobar que Rayuela sigue en tu mesilla y ver que tienes el marcapáginas en la frase que te subrayé: “…Pero que te quise, y que te quiero, aunque estemos destinados a no ser”. Qué pena que follemos tan bien y pensar que eres extraordinario. No hay otra palabra: extraordinario.

¿Me quieres? Preguntas.
Claro que te quiero, respondo.
¿Entonces? Dices tú.
Entonces nada, digo yo.

Y te doy la espalda para dejar que me abraces por detrás. Hundes tu barbilla en mi cuello, me abrochas el abrigo, dices adiós, nos vemos pronto. Bajar por el ascensor y saber que mañana despertaré con un mensaje tuyo; saber también que si quiero verte, tu puerta está siempre abierta. Mirarme en el espejo de tu portal, infinita, y pensar qué malo es follar tan bien contigo. Es una pena, pienso, porque te quiero, pero no quiero nada más.

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