No, no existe. Porque si es obsesivo, no es amor, si te hace sentir mal, culpable, si te hace sufrir…NO ES AMOR.

Hoy les cuento una de mis tantas historias, aunque probablemente sea un episodio de los más traumáticos de mi vida.

Conocí a L hará 6 años. Era el compañero de piso de un amigo, muy simpático y lleno de vitalidad. Sus pintas chulescas encajaban perfectamente con mi look de rockabilly tatuada que llevaba por aquel entonces. Tenía buena conversación, era inteligente ,culto, buen músico en su tiempo libre. Me gustaba mucho. Bebía bastante, pero yo lo achacaba a la normalidad de un tío de 25 años en una ciudad que no era la suya. Yo estaba en Bolonia, ya que había decidido estudiar allí y vivía allí desde hacía un año. Íbamos a muchísimas fiestas y lo pasábamos en grande. Un día, en medio de una conversación me besó, y de un día para otro, estábamos viviendo juntos.

La convivencia empezó relativamente bien. Era un poco celoso, pero yo lo atribuía al cariño que sentía por mí y no le di importancia.

Un día, critiqué la música que escuchaba (escuchaba Oi y rock protesta). Se puso histérico y se le fue bastante de las manos. Yo no podía comprender como un comentario inocente había desencadenado todo aquello. Me fui a dar un paseo, y durante el mismo, sentí como si YO hubiese cometido un gravísimo error. Volví a casa y me disculpé con él. Y ahí empezó todo. Una relación de 4 años tormentosa.

Empezó a criticar a mis amigos. Me avergonzaba o me hacía burla en público Empezó a comprobar mi Facebook y mi email diariamente. No me dejaba ir sola a ninguna parte, ni tan siquiera al supermercado. Se presentaba en mi puesto de prácticas para dejar claro a médicos y compañeros que él era mi novio. No podía volver a casa por Navidades si no venía él conmigo. Hasta que finalmente, todo su ensañamiento se volvió contra mí. Recuerdo perfectamente cuando me llamó estúpida por primera vez. Sentí como si me atravesaran el cuerpo con algo afilado. Y dejé que me afectara, me lo creí, creía que era estúpida, muy estúpida, y que nadie más me querría aparte de él. Que todo lo que decía era verdad. Que me quería, que lo necesitaba. Pero no, eso no era amor. A partir de ahí, los insultos y el desprecio eran continuos. Yo dejé que lo fueran.

Pasaron varios años de discusiones fuertes (unilaterales..él gritaba e insultaba y yo lo encajaba como podía). Había siempre más días malos que buenos. Temía llegar a casa después del trabajo, por si comenzaba de nuevo la agonía.

Íbamos a veranear a un pueblo maravilloso en Abbruzzo, donde vivía parte de su familia (sus padres eran gente encantadora que nada tenían que ver con su hijo).Un buen día, un amigo simplemente me dijo «hola» en un mensaje de Facebook. El enfado y la discusión fueron tan grandes que se fue a beber con sus amigos. Llegó a casa a las 5 de la mañana. Me despertó. Me dijo una cantidad de burradas nada desdeñables y me abofeteó. Nada duele más que una bofetada de alguien a quien quieres (y que mide 1.80 y pesa 100 kilos…). A la mañana siguiente, todo fueron disculpas y flores, pero yo recuperé la cordura. Empecé a ahorrar para poder irme y llevarme a mi perro conmigo (cosa complicada por las leyes para el transporte internacional de animales).

Ahorraba dinero. Mientras, él seguía bebiendo y se gastaba casi todo lo de ambos en alcohol y drogas. Pasó de drogas muy blandas a speed y cocaína. Volvía a casa muy puesto y destrozaba todo. Yo no podía más.

Se lo conté a mis padres. Querían venir a por mí, pero yo no quería que ese ser en el que se había convertido L se acercase a ellos. Temía que les hiciera daño, temía por todo.Ellos me ayudaron económicamente y moralmente a salir del agujero. Tenía que esperar al momento adecuado…

Y llegó el día. Se fue al pueblo por una emergencia que lo tendría alejado al menos una semana. Fui a mi veterinaria, y puse en orden las vacunas, el cambio de nombre del chip (que lo había puesto al suyo para que no me llevara al perro), saqué el pasaporte del perro. Saqué mi billete de avión. Disimulé todo para que mis compañeros de piso no notaran lo que estaba haciendo, y él no tuviese tiempo de regresar y truncarme los planes. Tuve que pedirle a una amiga que me llevase de Bolonia a Milán para coger el avión, con dos maletitas y el transportín del perro. Dejé casi todas mis cosas allí. Lloré todo el camino, ¡seguía queriendo a ese impresentable ser obsesivo! Tuve que meter al perro en la bodega, lo que me puso aun peor. Cuando el avión despegó, me sentí libre por primera vez en años. Lloraba y respiraba aliviada y sonreía. Aterrizamos y pasé de las maletas, solo fui corriendo a coger a mi perro.

Salí de allí y encendí mi movil. Me había llamado unas treinta veces. Dejó un mensaje:» sé lo que hiciste, sé donde estás, contesta». Casi me da un ataque. ¡No había acabado! Los siguientes meses no salía de casa. Temía que viniera a por mí y mi familia. Lo consideraba más fuerte que nadie, con todo el poder para borrarme de la  Tierra.En los siguientes 6 meses me mandó unos doce mil emails (no es una cifra aleatoria, tuve que borrarlos en tandas de quinientos). Me dijo que si no le contestaba, vendría aquí a por mi, y yo (tonta del culo) me lo creí, y me obligaba a mí misma a contestarle. Se echó novia, y siguió igual. Hasta que dije basta. Poco a poco empecé a salir de casa, a hacer tareas simples como ir al mercado sola..Y me fui haciendo más y más fuerte. Empecé a comprender cuáles habían sido sus fallos y los míos, cómo pude permitir esas cosas. Me perdoné, y le perdoné a él, no le deseo ningún mal, sino que recupere su camino. Comprendí cuál era su personalidad y la mía, y que si desde un principio hubiese sido más fuerte o como soy ahora, todo esto no hubiese pasado, o nos hubiésemos dejado mucho antes. Comprendí que él quería que yo fuese víctima de sus frustraciones, y que yo me dejé.Ambos éramos culpables.

Al año y medio, me sentía fuerte y animada como para salir de noche y empezar a conocer gente, y conocí a mi Chocokrispie, que ha aceptado mis reticencias y mis miedos, y ha abrazado cada fibra de mi alma llena de tiritas.

A todas las chicas que leen este blog. No acepten como normal la invasión de la privacidad. No permitan ni una sola mala palabra de sus parejas (hombre o mujer). No dejen que nadie las haga sentir que no se merecen un amor cordial y sincero. No lleguen al extremo de que la violencia física les parezca normal. Aprendan a decir NO, aprendan a valorarse. Y no acepten un amor que venga con tantas taras. No dejen que las conviertan en víctimas.