El síndrome del impostor, también conocido como síndrome del fraude, es mucho más habitual de lo que se suele pensar y, según la doctora Valerie Young, lo han sufrido alguna vez en sus vidas 7 de cada 10 personas.
Este síndrome se caracteriza por sentir que nunca se está a la altura; nunca ser lo suficientemente buena, o capaz o hábil; básicamente es la sensación de ser una impostora o un fraude.
Y da igual que estés estudiando y tengas una buena media; que trabajes y estés obteniendo grandes resultados; que estés avanzando en tu carrera; que siempre te alaben alguna característica… Porque sencillamente no lo crees. Tu sensación es que las cosas salen bien debido a la suerte o factores externos ajenos a una misma.
Constantemente dudas de ti misma y de tus capacidades, temes que la gente se dé cuenta de que en realidad no vales, o que ya lo sepan y secretamente lo comenten a tus espaldas. No tienes idea sobre aceptar cumplidos, y da igual cuánto hagas, cuánto consigas o cuánto te esfuerces porque nunca es suficiente.
Muchas veces todo esto va de la mano del autosabotaje, porque como total sabes que no eres suficiente, que no lo harás bien o que no vales… ¿Para qué intentarlo? ¿Por qué no poner esta o aquella excusa? ¿Por qué no dejarlo a medias? Y además es que nunca hay tiempo, ya que es más fácil no tenerlo, a tenerlo y enfrentarte a la posibilidad de que salga mal.
Poder cambiar esta forma de funcionar no es fácil y lleva trabajo, pero se puede conseguir. Hay que empezar reconociéndonos los esfuerzos que hacemos, aquello que hacemos bien, nuestros logros… Dar valor no solo a lo que conseguimos, sino al esfuerzo mismo de intentarlo, a las habilidades que tenemos.
El discurso interno tiene que cambiar, no puede seguir siendo negativo y temiendo ser descubiertos. Debemos aprender a hablarnos como haríamos a alguien a quien queremos, y a quien nunca trataríamos de la forma en la que lo hacemos con nosotras mismas.
Es difícil luchar contra ti misma, pero es la única forma de cambiar, y vale totalmente el esfuerzo.
