Siempre se me han dado tremendamente mal las supuestas ‘cosas de chicas’. No me sé maquillar, los tacones y yo nos llevamos regular porque siempre creo que quieren matarme, me muerdo las uñas y no hay manicura que me aguante, ni siquiera me seco el pelo porque las veces que lo he intentado me queda…raro. 

Lo de depilarse no iba a ser una excepción.


Empecé a depilarme a escondidas con una maquinilla de afeitar que le robé a mi padre cuando tenía como trece años (allá por el pleistoceno). Siempre he tenido la sensación de que me queda “a bocaos”. No sé si son las prisas, que me falla la vista, que pongo poco interés o simplemente es que soy una inútil, pero yo me depilaba y al llegar a la playa me encontraba con clapas de pelo que antes no estaban allí. 

Nunca me atreví a probar la cera porque eso tiene que doler y sufrir es algo que intento evitar. Pero cuando apareció lo de la depilación laser vi el cielo abierto para acabar de una vez con todos esos problemas. Y para allá que me fui. 

Lo que no sabía era que tenía que dejar toda la vergüenza y el pudor en la puerta porque la muchacha te va a hacer unas incursiones por el asunto que ni el ginecólogo el día del parto. 

Lo primero que te hacen es decirte que te desnudes y que te pongas las famosas bragas de papel, así sin tomarnos un café antes ni nada. A lo bruto. 

¿Y después dices, pa qué las bragas? Si total le molesta y no para de apartarlas de un lado a otro mientras estoy espatarrada en la camilla y aquella me investiga las vergüenzas. ¡Que solo le falta la linterna esa de minero en la frente!

Después, lo de pasar frío, que yo creo que no hace falta tener la habitación a esa temperatura, que solo es parte del sufrimiento. ¡Por crueldad! Que algunas tienen un poco de compasión y te ponen una toallita por encima de la barriga, que intentas hacerte bola debajo para sobrevivir pero que espatarrada es difícil. 

Pero lo peor, lo peor, es si eres de las incautas como yo y dices, “bueno, ya que tengo que pasar por esto mejor pasar una vez y no más” y, prácticamente le dices a la chica que te depile de cuello para abajo, que todo te sobra. Y te dice la muchacha con una sonrisa, ¿la zona perianal también? Y tú, que no tienes muy claro a que se refiere porque hace mucho que no te miras la zona perianal le dices lo más confiada que puedes que sí, que la zona esa, también. 

Y llega el momento de la verdad y la moza te dice que te des la vuelta y te pongas boca abajo y que con las manos te abras los cachetes para facilitar el acceso. ¿El acceso a dónde? ¿Pero que me va a hacer la criatura?? ¿Una colonoscopia?

Y tú, que recuerdas que dejaste toda tu dignidad en la entrada del sitio de tortura ese, no tienes valor para replicar y de repente te ves boca abajo, en bolas, espatarrada, con las manos hacia atrás separándote los cachetes del culo y la cara aplastada contra la camilla deseando que acabe de una vez. Que se te están agarrotando los brazos, para poder taparte las vergüenzas y salir del sitio ese, con la cabeza muy alta pero helada de frío y bastante más pobre. Pero eso sí, muy depiladita.

Burotachos