La vida, ese más bien breve pero intenso entramado de momentos. Los años pasan demasiado rápido, ante todo si echamos la vista atrás para intentar hacer memoria de todo lo pasado. Y aunque dicen que con el ayer es mejor no jugar, que lo dejemos como está, que nos centremos en lo que vendrá… hay ocasiones en las que es imposible. Ya no por marear la perdiz pensando en por qué o cómo hicimos esto o lo otro, sino más bien por aprender e intentar, en la medida de lo posible, que esta sociedad cambie al menos un pelín.

Gorda casi de nacimiento. De esas que viven en sus lorzas lo que es una infancia, adolescencia y vida adulta montada en los kilos. De esas que, a su vez, lidian casi a diario con un mundo que no está preparado para los cuerpos que se salgan de lo estipulado. Gorda con todas las letras, y también con sus consecuencias. Y de esto exactamente quería yo hablaros hoy, de aquellas situaciones que desde pequeñas venimos sufriendo. Esa gordofobia tan implantada en algunos cerebros que casi diríamos es algo innato. Estoy segura de que a muchas de vosotras os sonarán estas escenas…

Las amigas de mi abuela, no son mis amigas

Cuando apenas rozas los 6 años el mundo es ese lugar en el que ser feliz, o acercarse a ello. ¿Qué más dan los físicos, los colores, los tamaños? Más allá del colegio todo son risas ajenas por completo a cualquier crítica. Eso hasta que das con un grupo de señoras que dentro de lo que ellas consideran buenas intenciones, deciden ponerte al día: ‘pequeña, deja ya el plato de las pastas porque estás gorda y en unos años te arrepentirás‘. Es muy jodido enterarte de que tu físico es considerado peor que el del resto de la mano de una mujer que hasta entonces ha pasado completamente desapercibida en tu vida. Desde ese instante lo piensas, eres diferente y ya no solo eso, eres peor.

Mamá, de mayor quiero ser bailarina

La cuestión es que quieres ir un paso más allá de las clásicas actividades extraescolares y te mueres de ganas de verte enfundada en un tutú dando saltos al ritmo del Lago de los Cisnes. Toda una ensoñación hasta que en casa te dicen que casi mejor te dediques a la pintura. Y es que ¿cómo va una niña gorda a meterse en eso de la danza clásica? Ha pasado el tiempo y tú todavía no te has dado cuenta, las mayas y las medias no están hechas para ti.

El look de moda para el que no estás preparada

Y llegamos a la adolescencia, o a ese periodo previo en el que las ideas y tu manera de ver el mundo se vuelven tan caóticas. Es esa etapa en la que comienzas a ser realmente consciente de que el físico es importante, en ocasiones mucho más de lo que debería. Te ves ahí, con tu cuerpo lejos del normopeso, observando al resto como despreocupados por el qué dirán. Para eso ya estás tú, que sumas a todo el malestar una incoherente ansiedad por no poder vestir como ellos. Te gustan esos pantalones, esas camisetas ajustadas, pero ni estás cómoda ni te ves bien. ¡Oh vaya! Parece que, ahora sí, esas palabras de antaño que te alentaban sobre que estar gorda no te iba a molar, empiezan a hacer mella. Es así de triste, han cumplido su labor, vives en un mundo gordofóbico.

La amiga gorda pero simpática

Porque es en lo que te acabas convirtiendo te guste más o menos. Eres la amiga gorda entre las guapas. Te sientes ahí abajo constantemente, como si tus kilos te empujasen haciendo de tu autoestima un valor inalcanzable. Aún así has aprendido a labrarte una forma de ser diferente, centrada en el buen humor y en ser siempre la chica cordial con la que da gusto hablar. A tu alrededor todos lo repiten ‘es una chica estupenda‘, ‘es única y muy divertida‘, ‘da gusto estar con ella‘. En el fondo sabes que tras esa fachada se esconde un sentimiento repetido de culpa, de sentirte mediocre o de directamente pensar que no eres lo suficiente.

Lo tuyo es puro… teatro

Llegará ese día en el que tocar fondo. Seas o no mayor de edad, hayas superado otros baches o te estés dando de lleno contra la realidad, te percatas de que el mundo te ha hecho así. Han pasado muchos años desde que te enseñaron a odiar tu cuerpo, desde esa primera palabra de desaprobación por sumar kilos en una báscula. Te plantas, buscas cómo hacerlo, le gritas al mundo que si eres así no hay nada de malo. Y entonces la respuesta es que no busques excusas, que no hagas apología de una estética cero saludable. Lo tuyo es teatro del bueno, porque nadie puede quererse con ese aspecto, asúmelo, te falta coraje para tomar las riendas de tu vida y bajar esos kilos. No tienes fuerza de voluntad.

No lo llames infertilidad cuando en realidad es sobrepeso

¡Qué clásico! Ese momento histórico en el que un médico achaca cualquier dolencia o irregularidad de tu cuerpo a tus kilos, sin pruebas previas, sin siquiera tocarte. ¿En serio son necesarios 6 años de carrera más una especialidad para semejante diagnóstico? Y sí, que no te puedas quedar embarazada es una cuestión de peso, digan lo que digan futuras ecografías o analíticas, ¿qué sabrán ellas que no sepa un médico gordofíbico?

Mujer divina, con lorzas o sin ellas

Y cuando al fin te sientes libre para enviar al cuerno a todo aquel que quiera hacerte sentir inferior por tu físico, cuando te miras al espejo y te ves con más o menos tripa, con tu celulitis y tus estrías pero te quieres, te adoras. Entonces, llegarán aquellos que te quieran poner en duda. ¿No puedo hacerlo con tu físico? El contraataque será pues en forma de reprimenda por esa forma de ser tuya en la que te crees más que los demás cuando, al fin y al cabo, eres una gorda del montón. Vaya, parece que has pasado de ser la gordita adorable a una gorda insoportable. Lo que es la vida, cómo cambian los cuentos, ¿verdad?

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Fotografía de portada