TENER EL PECHO GRANDE: ¿BENDICIÓN O MALDICIÓN?
Tengo una 105E. Amo mis tetas, no las cambiaría por nada del mundo, pero me ha costado mucho tiempo, traumas y llantos aceptarlas. Me han traído muchos y muy buenos momentos, risas, incluso me han facilitado algunas cosas (no me mola nada esto porque soy consciente de lo machista que es, pero ha sido mi realidad) y, a la vez, me ha jodido otros tantos muchos momentos.
Recuerdo el cambio brusco que dio mi cuerpo sin que nadie me explicara que, de repente, empezarían a dejar de mirarme y tratarme como una niña (aunque lo seguía siendo, sólo tenia once años) por el hecho de empezar a tener pecho. Cambiar mi manera de mostrarme al mundo y cómo el mundo me leía, fue un duro golpe y el inicio de mi rechazo hacia mi físico,sobre todo el odio hacia mis pechos.
Teniendo sólo doce años, de camino al instituto, un hombre se me abalanzó y me tocó una teta, por la cara, de gratis. Me quedé en shock, no supe gestionarlo. Recuerdo sacar la carpeta de la mochila, ponérmela delante del pecho para tapármelo y seguir caminando hacia el instituto. Fue a partir de ese día que comencé a usar pañuelos en el cuello y ropa ancha para disimularlos, no quería que aquello se repitiese ni que nadie me mirara diferente por tener una parte de mi cuerpo más grande que el resto de mis amigas.
Los chavales empezaron a acercárseme para poder probarlas. Yo era bastante cortada y muy enamoradiza (cosa de la edad y de Disney, supongo) y al principio siempre picaba. Pensaba que todo lo bonito que me decían era verdad, hasta que conseguían tener un acercamiento hacia mí, conseguían tocarme los pechos y luego desaparecían. De esas dinámicas desarrollé un mal aprendizaje, pero al final era de supervivencia: no fiarme de los tíos. Ya no sabía si se acercaban a mí por mí misma o por mis pechos. La verdad que fue una época bastante frustrante.
Por otro lado, el porno no ayudaba. Los pechos que veía que eran igual de grandes, o parecidos a los míos, tenían una forma totalmente diferente. Recuerdo leer en la Super Pop o en la Bravo una pregunta de una lectora sobre pechos caídos. Ella quería saber si tenía el pecho caído (que ahora lo pienso y digo… vaya tela con lo que consumíamos, pero bueno, era otra época) y la respuesta de la persona, muy iluminada, fue decirle que si podía ponerse un lápiz debajo del pecho y que no se aguantara era que los tenía en su sitio.
Yo probé con un lápiz… y desapareció bajo el tetamen. Luego probé con el mando de la tele y lo mismo. Rompí a llorar. ¿Era deforme? De verdad, sentía que mi cuerpo estaba mal, que estaba deformado, que algo le pasaba.
Y si hablamos de los pezones… En el porno, como os comentaba, los pechos no eran como los míos. Las chicas que tenían mucho pecho tenían los pezones pequeñitos como canicas y yo tenía galletas María. No lo entendía. Me creó muchísimo complejo y me duró a lo largo de muchos años, hasta que empecé con un chico que me dijo que a él los pezones así le daban morbo y empecé a quitarme esa carga. También os digo que me duele necesitar aprobación externa para poder aceptar mis pechos, pero lo siento, no soy perfecta. Sigo trabajando en ello.
Después de muchos y de que empiece a sudarme el papo todo un poco, he ido reconciliándome con ellos. Son parte de mi cuerpo, me dan calorcito en invierno y me gusta cuando me pongo camisetas con escote cómo me quedan. La verdad que también son una ayuda cuando te apetece un ligoteo tonto de fin de semana, no nos vamos a engañar. Es cierto que no a todos los chicos y chicas les gustan los pechos grandes, pero suele ser un reclamo. Y cuando me apetece lo utilizo. Si me jode el sistema, pues yo aprovecho lo que puedo de él.
Con mis sobrinas pequeñas intento quitarles importancia. Ellas están en una edad de descubrimiento y cambios en su cuerpo y cuando me ven que me desnudo con naturalidad se quedan perplejas, mirando fijamente mis pechos. Y yo, riéndome, siempre les pregunto “¿qué miráis?” Siempre se ríen contestando “es que tienes las tetas muy grandes” y a lo que yo les respondo “y el culo también, ¡mira, mira!” y empiezo a hacer la tonta.
Ya que a mí nadie me ayudó a normalizarlos, intento, al menos, hacerlo mejor con las generaciones que vienen detrás. Al final, me educaron lo mejor que pudieron con las herramientas que tenían.