La primera vez fue sin querer.

Conocí a un chico estando de fiesta, me gustó, le gusté, nos gustamos. Nos fuimos del local y nos acostamos. Hasta aquí todo bien. El hombre en cuestión me pidió el número y lo de acostarnos se repitió varias veces. No sé qué fue lo que le pasó a él, si lo pillaron, si se arrepintió, si le dio un ataque de conciencia… Lo que fuese que le llevó a quedar conmigo, ponerse todo digno y decirme que lo nuestro (¿Lo nuestro? ¿Qué era lo nuestro?) tenía que terminarse. Porque estaba casado.

Y me lo contó de una forma que me hizo sentir culpable. Como si no hubiera sido él quien había engañado a su mujer ni quien me había ocultado esa información a mí. Yo no había decidido formar parte de aquello ni ser partícipe de nada. ¿Por qué me sentía mal? Yo no le debía nada a nadie. En esa ocasión fui tan víctima como su mujer.

Así que decidí que yo no tenía por qué sentirme mal y me obligué a dejar de hacerlo. Me olvidé del tema y me olvidé de él porque, al contrario de lo que se debía de pensar, no estaba enamorada ni cerca de estarlo. Lo que teníamos era poco más que sexo satisfactorio.

Porque yo no estoy cerrada al amor, pero no lo busco de forma activa. Es más, ahora mismo tampoco es que lo quiera. Sin embargo, a lo que sí estoy muy abierta es a pasarlo bien en general y a tener todo el sexo que me apetezca en particular. Porque no me apetece tener una relación, pero me encantan los hombres y todo lo que venga siendo retozar con uno. Lo cual, a priori, debería ser una necesidad superfácil de satisfacer ¿verdad? Pues resulta que no tanto.

Es como que cuanto menos me quiero complicar yo, más se quieren complicar los chicos que conozco. Es el puto mundo al revés. Les ofrezco justo lo que se supone que todos quieren, es decir, sexo sin compromiso, ¿por qué me cuesta tanto encontrar hombres que busquen lo mismo? ¿Por qué en cuanto repetimos unas cuantas veces, empiezan a pedir más de lo acordado? ¿Estamos todos locos? No sé, pero yo he tenido que cambiar la estrategia.

Desde hace un tiempo solo me lío con casados y no me considero mala persona. Es que es el resultado de la criba, son los únicos que aceptan mis condiciones y las mantienen en el tiempo o lo que tarda uno de los dos en cansarse del otro. Los casados no me complican la vida, no me exigen más que lo que quiero dar. No buscan una relación, no me dan la chapa ni me juzgan. Somos exactamente lo que buscamos en el otro.

Y no, yo no soy mala persona. No soy la culpable de que esos tipos sean infieles. Ellos deciden serlo, y si no es conmigo, será con otra.

 

Anónimo

 

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