He de decir que siempre he sido una persona muy casera. Y la fiesta… pues qué queréis que os diga, no me gusta. No me gustaba a los quince, ni a los veinte y mucho menos a mis ahora treinta y seis. Pero eso no quiere decir que no me guste socializar, porque me flipa. Soy una persona a la que le encanta estar con sus amigas, salir a pasear, a comer por ahí, chismorrear durante toda la tarde frente a una taza de café o un refresco… De verdad, me encanta. Y adoro a mis amigas.

Pero hay épocas en las que mis pilas llegan a su límite, se agotan y no hay quien me saque de casa. No sé si es cosa de la ansiedad —porque sí, amores, sufro desde hace años de ansiedad generalizada—, pero hay veces que es que no tengo fuerzas para hablar con nadie. Y eso que tengo una amiga, que para mí es como mi hermana chiquita, que es una personita llena de luz, que cargaría las pilas a cualquiera, de verdad. Pero es que ni con ella tengo fuerzas de quedar.

Con el paso de los años, y habiendo conocido a todo tipo de personas, he llegado a una conclusión que quiero compartir con vosotros. Y es que hay dos tipos de personas: las que se cargan y las que nos agotamos socializando. En mayor o menor medida, pero es así.

Pero Nari, ¿cómo va a haber gente a la que socializar le agote? ¡Si estar con los amigos es lo mejor del mundo!

Pues agota, te drena, te deja chupadito como al plástico de un flash terminado. Os juro que, a mí, en según qué épocas, me pasa. Llega un punto en el que me dicen de salir, yo me vengo arriba y les digo que sí, que venga, y cuando llega el momento estoy tirada por los suelos y solo quiero meterme en mi habitación, cerrar la puerta y que pase el tiempo. Y no es solo por la ansiedad —que sí, alguna vez ha sido por eso—, sino porque no tengo energía, porque no doy más de mí. Y necesito estar una, dos semanas, sin quedar con nadie, sin ver a nadie más de lo estrictamente necesario, cargándome la soledad de mi habitación.

Y eso hablando de mí, porque hay personas que el hecho de salir un día con sus amigos, les agota por completo por muy bien que se lo pasen, y necesitan luego cargar las pilas a solas. Conozco personas a las que les pasa, que quedan un día y ya se pasan una semana que no pueden con su alma porque toda la energía acumulada se les ha ido socializando con los demás.

Y es que en este mundo, donde se nos enseña que a todo el mundo le debería gustar la fiesta, salir con los amigos, pasarse el día fuera conociendo gente, etc., se estigmatiza a las personas caseras, tranquilas, que aunque queramos con locura a nuestros amigos, necesitamos estar más tiempo con nuestra soledad que con ellos.

¿O nunca habéis llamado u oído llamar «aburrida» a una persona que pasa de salir el fin de semana de fiesta? ¿O «rarita» a esa persona que prefiere quedarse en casa jugando a videojuegos que ir al cine?

Pensadlo, y veréis como es algo más habitual de lo que pensamos.

Así que, amores míos, por favor, no miréis mal a personitas que, como yo, os adoramos, pero también nos gusta nuestra soledad. Quizá nos gusta demasiado. Querednos como somos, pequeños perezosos llenos de amor, pero con las energías justas para pasar el día. Yo digo sí al #adoptaunamigoperezoso, porque aunque nos cueste salir de casa, somos fieles hasta el final. Tampoco tenemos muchas energías para ir fastidiando a la gente :P

Nari Springfield.