Estoy gorda, bueno, mejor dicho, soy gorda. Siempre lo he sido, desde pequeña he tenido algo de sobrepeso, unas temporadas más, otras menos, pero siempre algo por encima de esa cosa tan horrible llamada “IMC normal”. Sin embargo, ahora, por unas cosas o por otras, mi peso se ha descontrolado. Estoy gorda, gorda con todas las letras. 

También estoy soltera y de vez en cuando utilizo aplicaciones para conocer gente y me he dado cuenta de que no me atraen los chicos gordos. No me refiero a chicos con algo de sobrepeso. Me refiero a chicos que, en comparación, están tan gordos como lo estoy yo.

¿Esto me convierte en mala persona? ¿En gordófoba? Muchas veces siento que así es, pienso en lo mucho que tengo que ofrecer más allá de mi peso o de mi aspecto, y soy consciente de que, si esto es así en mí, también lo será en ellos. Y sin embargo marco NOPE solo con ver la primera foto.

La cosa no queda aquí, más allá de que no exista esa atracción inicial, que, en el mercado Tinder se da poco, no soy capaz de imaginarme con alguien obeso. Y lo peor de todo es que lo que me frena realmente es el qué dirán: ¿dos personas gordas juntas? Lo siento entre el cliché y el chiste fácil. Gordos con gordos ¡ja-ja! qué gracioso, como si la gente nos fuera a mirar por la calle y a reírse de nosotros.

Sí, me siento mal por esto, porque, aunque estoy luchando contra los fantasmas de la inseguridad que mi físico me ha provocado desde siempre, y que claramente es la causa principal de todo esto, veo que es posible tener algo de gordofobia siendo gorda, y me hace sentir muy confundida. 

Poco a poco me voy dando cuenta de muchas cosas. No es algo que tenga que ver con el físico de ellos, es algo que tiene que ver tan solo conmigo, con mi inseguridad, con cómo me he relacionado con mi cuerpo y con mis relaciones. Y en este momento, con la forma en la que quiero llevar mi vida y en la que no estoy segura de si quiero que entre alguien. Sin embargo, soy consciente de que hay algo más, algo que tengo que trabajar porque aun no tengo claro cómo abordarlo. 

¿Debemos asumir que los gustos son gustos y no hay que cambiarlos? ¿O debemos trabajar en entender de dónde vienen estos gustos para evitar prejuicios? Os leo.

Aitana Hellfire