¡Profe, profe! Tengo una pregunta: ¿por qué el mundo se ha empeñado en hacernos creer que cuando una mujer se echa novio se vuelve una psicópata asesina majareta?
A ver que me explique: No sé muy bien en qué momento se empezó a expandir esa creencia de que una mujer soltera es normal, pero cuando empieza a salir con un chico se vuelve loca, celosa y posesiva. Y no lo digo por decir o porque me crea el tópico; confirmo esta teoría desde la experiencia personal. Tengo millones de amigos que me dicen sorprendidos “mi novia me ha dejado salir hoy con los colegas, lo flipo”. Incluso mi chico se sorprendía cuando le dejaba vivir su vida, alegando que yo “era la primera que le trataba así” y que molo un montón por ello (hombre, pues claro que molo. Por favor. La duda ofende).
Al principio, no era un tema que me enfadara (no demasiado), de hecho hasta me hacía gracia el topicazo de novia loca. Pero mi ira aumento considerablemente cuando encontré y leí este artículo. El artículo en cuestión (te resumo por si prefieres evitarte un enfado tan grande o mayor que el mío) nos presenta una lista de cosas que supuestamente decimos las mujeres y aseguramos son verdad pero que, en realidad, son solo una tapadera de nuestro auténtico yo psicópata. Por ejemplo, asegurar que no somos celosas o que no nos importa el tamaño del miembro de nuestra pareja son solo mentiras: en realidad no soportamos que nuestro chico hable con cualquier mujer que no seamos nosotras (no, ni su madre), al igual que odiamos que su pene sea un poco más pequeño que nuestra medida ideal.
Así que yo, desde mi más profundo enfado e indignación, he decidido hacer una lista alternativa y realista (sobretodo realista) de cómo enfocamos las mujeres este tipo de situaciones:
“No soy celosa”
No, de verdad que no lo soy. Hombre, lo seré si veo que le arrimas cebolleta a esa compañera tuya del trabajo, las cosas como son… Además, tú tienes tu vida y podrás salir de fiesta con tus amigos cuando quieras, al igual que yo querré salir de fiesta con mi grupito (y sí, comentar “lo guapo que es el barman de ese pub”, ¿por qué no?).
“¿Qué te apetece hacer?”
¿No sé que voy a comer mañana y voy a tener citas organizadas para los próximos dos años? Probablemente tenga algún que otro plan en mente porque me apetezca ir contigo a algún sitio en concreto, pero jamás te obligaré a ir a un sitio en el que no te apetezca estar. Además: hoy me apetece ir a tu restaurante favorito, o que me enseñes el sitio ese del que tanto hablas cuando sales con tus amigos.
“No estoy enfadada”
Te prometo que no lo estoy. Y si lo estoy, te lo digo claro y a la cara. Lo mismo que si me pasa algo y estoy desanimada te lo diré. Y, ¿cómo que “pequeños y sensibles corazones heridos por una palabra mal entonada”? Mi corazón es tan grande como mi culo (que ya es decir) y lo suficientemente fuerte como para soportar todas las palabras mal entonadas del mundo y ser capaz de decir que me has ofendido.
“Haz lo que quieras”
Tus cojones no son míos. Que seas mi novio no te convierte en algo de mi propiedad; eres una persona y, por tanto, libre (que vivimos en el siglo XXI, hombre, por favor).
“¡Qué mona tu amiga!”
De verdad, es muy guapa y me cae genial. Y si es el caso contrario y me cae mal, te lo diré e intentaré ignorarla todo lo que pueda. No quiero matarla por ser tu amiga, que no estoy loca.
“El tamaño no importa”
De verdad que no. Bueno, a ver, a lo mejor me gustaría que la tuvieras un pelín más grande (soñar es gratis), pero eso no va a afectar nuestras relaciones sexuales, ni te echaré en cara que “no la tienes tan grande como mi ex”. El tamaño de tu pene no importa, al igual que el de mis pechos tampoco, ni el de mi culo, ni el de tus músculos, ni el de mi barriga, ni el de la tuya. Al final, el único tamaño que me importa es el de tu cerebro.
“Déjame tu móvil que no tengo batería”
En primer lugar: si me quedo sin batería en el móvil solo te lo pediré por una emergencia, no porque me apetezca mirar mis notificaciones de Facebook o Instagram. Y, por supuesto, no me pondré a leer tus mensajes ni conversaciones porque, repito, no estoy loca. Y si a mí no me apetece que invadan mi intimidad, yo tampoco voy a invadir la tuya.
“Yo no me masturbo”
¿Qué? ¿Qué yo no qué? Venga, que me entra la risa. La cantidad de juguetes sexuales que tengo guardados en la mesita de noche, ¿para qué son? ¿Para darme masajes en la espalda? Seamos realistas. Soy humana y tengo mis necesidades, y probablemente más de una vez prefiera masturbarme antes de tener sexo contigo, y no porque no me gustes en la cama, sino porque los auto-mimos son necesarios digan lo que digan.
“Jamás dejaría que un hombre me mantuviese”
Y lo digo de verdad. De hecho, con los tiempos que estamos viviendo, eso de ser capaz de mantenerme a mí misma económicamente lo veo algo obvio. Si las mujeres de principios del siglo pasado lucharon por su independencia para votar, para trabajar y llevar el dinero a casa, yo no te voy a exigir que pagues la cena todas las noches. Esto es cosa de igualdad: una noche tú, otra yo y la siguiente a medias.
“Es la primera vez que siento esto por alguien”
Corrijo: *NO es la primera vez que siento esto por alguien. ¿Qué hay de raro o malo en hablar de nuestros amores pasados? Al igual que el anterior punto, lo veo algo obvio para una relación sana. Hablar de nuestras experiencias pasadas nos ayuda a entendernos mejor, a saber qué es lo que quiere y busca la otra persona. Además: la vida pasa y nunca somos el primer plato de nadie.
“No sé qué me ha pasado, yo no soy así”
Cariño, ten una cosa clara: no soy un monstruo. Bueno, lo seré si te dejas la tapa del váter abierta o el bote de leche vacío dentro de la nevera (manías, qué le voy a hacer). Pero no me convertiré en tu peor pesadilla a medida que pase el tiempo en nuestra relación. Me gustaría tener una relación sana y, si la cosa empeora, hablando se entiende la gente.
“No soy una chica fácil”
Cierto. Y acostarme contigo en la primera cita no me convierte en una. Estar en tu cama mientras escribo este artículo a pesar de haber sido nuestra primera cita no me convierte en una facilona. Me convierte en una mujer libre, que sabe lo que quiere y que es capaz de decidir qué quiere hacer y si quiere acostarse contigo o no.