Si algo he de resaltar de mi suegra es que la sinceridad aparece por todos los poros de su piel.

Nuestra relación no es ni buena ni mala, nos toleramos, pero ambas pensamos que estamos mejor cada una en su casa. A pesar de ello, todos los años solemos ir en Navidad al pueblo con ella, más que nada para que disfrute de los nietos y de su hijo, porque nos vemos cuatro veces contadas al año.

No sé si ha sido para bien o para mal, pero estas navidades me he comido toda una guardia insoportable de 48h en el hospital en el que trabajo. Para no fastidiar, le dije a mi marido que fuera con los peques para que no se quedara ella sola.

Como puedes imaginar, cuando terminé la guardia me fui directa a la cama y no supe nada de nadie hasta el día siguiente. Cuando amanecía a la hora de merendar, tenía millones de audios, de llamadas perdidas y de fotos de mi suegra y de mi marido.

Él estaba algo molesto porque había estado desaparecida desde que se marcharon, pero mi no había visto a su madre más contenta en la vida. 

En los audios, ella relataba todo lo que había hecho con los nietos y no se cortaba ni un pelo en decir la verdad:

‘He preparado un tarta con nueces porque la única alérgica eres tú y a los demás nos encanta’

‘Fuimos al ver a Papá Noel en la plaza del pueblo y merendamos churros’

‘Los niños dicen que se lo han pasado de maravilla y que el año que viene no vengas, que nos lo pasamos mejor sin ti’

Cada cosa que me decía me chirriaba más que la anterior, pero el colofón final que me deja como si yo fuera el Grinch de la familia, no lo esperaba.

Dada su ilusión y lo eufórica que estaba, creo que ha sido el mejor regalo que le he hecho en la vida, porque ha podido hacer lo que quería con la familia sin que esté yo detrás de Pepito grillo diciéndoles lo que tienen y no tienen que hacer.

La cosa está así, el año que viene no descarto hacer lo mismo, pero espero no tener que trabajar. Puede que quede como mala madre y esposa, pero por una suegra, una se sacrifica en lo que haga falta.

 

Anónimo

 

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