Os juro que esto que estoy viviendo con mi suegra no sé por dónde cogerlo, porque vamos, tiene tela que cortar y no precisamente la de mi vestido de novia.

Y es que mi novio y yo llevamos unos seis años de relación y dos de convivencia, hasta ahí todo bien. Tenemos nuestros más y nuestros menos pero vaya, en líneas generales las cosas marchan bien.

Alguna vez hemos hablado de casarnos cuando llegue el momento, pero más que nada por formalizar la situación a nivel legal, ya sabéis, poder coger una baja si el otro enferma y necesita cuidados, cosas así. Esto es algo que hemos hablado únicamente entre nosotros y muy de pasada: lo que sí tenemos claro ambos es que, si llegamos a dar ese paso será por lo civil y de una manera sobria, lo primero porque ambos somos ateos, lo segundo porque somos precarios y lo tercero, por evitar compromisos y piques absurdos entre invitados y gente que quiera venir a organizar, aunque parece que de esto último no vamos a librarnos tan fácilmente.

Hablemos ahora de mi suegra: mi suegra vive en su pueblo, y, pese a no ser muy mayor, es muy señorona ella.

Mantenemos una relación de cortesía más bien afilada a base de roces, pese a lo cual ella insiste constantemente en que vayamos a verla al pueblo. Y yo no es por ser malpensada, pero teniendo en cuenta que cuando es ella la que viene a la ciudad rara vez avisa, casi podría decirse que lo que quiere es que sus vecinos vean a su flamante hijo y a su nuera yendo a visitarla.

Hasta aquí sin más, cuando toca ir a verla se va y punto, no es algo que me entusiasme pero bueno, por respeto a mi pareja le acompaño y pongo mi mejor cara, aunque debo reconocer que siempre que puedo me escaqueo.

Mi suegra, además, no es de decir las cosas de frente: ella es más de dejar caer sutilmente, y si es a mí en concreto ya ni eso, pues como os comentaba, ya hemos tenido roces anteriormente, entre otras cosas porque si hay algo que a mí me saca de mis casillas es que no me digan las cosas a la cara.

Pues bien, mi chico ya me había contado una de las últimas veces que me libré ir a casa de su madre que le había dejado caer sutilmente que igual ya iba siendo hora de que pensáramos en casarnos, que ya tenemos edad y llevamos tiempo suficiente juntos, a lo que mi novio respondió que bueno, que ya iríamos viendo y que por nuestra parte no hay prisa.

Ella al parecer empezó a presionar y a preguntarle que si es que no estábamos bien, que si es que íbamos a cortar, y él contestó que todo lo contrario, que las cosas entre nosotros van estupendamente.

Podría parecer que la buena mujer estuviera preocupada por su hijo, pero lo cierto es que, según le dijo, ya en varias ocasiones las vecinas la habían preguntado que y la boda de su hijo mayor para cuándo, que con la edad que tiene ya, que mira la hija de no sé quién y el hijo de no sé cuántos…vamos, que con el cariño que me tiene mi suegra ya me extrañaba a mí que tuviese tanta prisa por verme formalmente casada con su hijo.

Y la cosa quedó ahí, en el tiempo que ha pasado desde entonces nos hemos visto un par de veces y la señora no había vuelto a sacar el tema, con lo cual mi novio y yo nos tomamos a risa el asunto y no le hemos dado mayor importancia.

Hasta el fin de semana pasado.

Resulta que el fin de semana pasado, como por compromisos había tenido que acompañar a mi chico a casa de su madre dos veces la misma semana y a mí esa señora me drena la energía vital, puse una excusa y me libré de ir; pasé el día con mi familia, fuimos al campo y la verdad es que me vino genial para recargar un poco las pilas.

Cuando regresé a mi casa, mi novio ya había llegado y tenía cara de circunstancias. Le pregunté que qué tal y me dijo que bueno, como siempre que va a casa de su encantadora madre, y eso si no viene enfadado o disgustado por alguna de sus ocurrencias.

Total, que nos pusimos a cenar y se puso a contarme, el pobre no sabía ni por dónde empezar ni si tomárselo a risa o como algo grave: resulta que, aprovechando que yo no había ido y no podía mandarla a freír espárragos, la señora volvió a sacarle el tema de la boda, pero la cosa esta vez había ido mucho más allá; había buscado la partida bautismal de mi novio y le dijo que cuando pudiera le llevase la mía.

Cuando mi novio le preguntó que a santo de qué venía eso, ¿sabéis con qué le salió la señora? Con que si queríamos casarnos en el pueblo, tendríamos que llevárselas al cura, con quien por cierto ya había hablado y el buen hombre, ajeno a que nuestra futura boda fuese un completo delirio madurado en la cabeza de mi suegra, le había dicho que cuando nos viniera bien pasásemos por la parroquia para hablar con nosotros personalmente. Y no contenta con involucrar al cura del pueblo, ya había hecho correr la voz de que ya estábamos con los preparativos.

Mi novio, claro, cuando salió del shock se pilló un cabreo monumental con ella y le echó en cara que hubiese difundido un rumor falso, y sobretodo, que pretendiera organizar nuestra vida, a lo que ella, lejos de disculparse, se defendió haciendo lo que mejor se le da: hacerse la víctima y pedirle que la entendiera, que a ella le hubiera gustado casarse en el pueblo pero que no había podido ser porque había tenido que casarse en el pueblo de su ex marido, que es que le haría mucha ilusión que nos casáramos allí, que es que la gente habla y la edad que tenéis ya…y bueno, cuando mi chico llegó a esta parte a mí me dio por reír porque en fin, ¡tenemos 28 años, señora!

En definitiva, me alegra saber al menos que mi chico le ha plantado cara con esto, porque aunque me lo estoy intentando tomar con humor me parece algo bastante grave, pero la verdad es que no sé cómo voy a afrontar esto cuando vuelva a encontrarme con mi suegra. Eso sí, doy gracias de que sólo haya sido con el tema de la boda; visto lo visto, cuando le dé por querer nietos la veo capaz de sustituirme los anticonceptivos por caramelos.

Con1Eme