Desde que nací he pasado las vacaciones de pascua y de verano en el pueblo, salvaje como las cabras. Eso te forja el carácter, ¿a que sí, amigas y amigos con pueblo? La primera semana eres la forastera pero tus primas zanjan la cuestión con un «es mi prima» y listo.

 Saludas a toda la vecindad cuando te cruzas con ellos. Les conozcas o no, tú saludas. Justo esto a mí es algo que me encanta porque me parece entrañable.
tener pueblo
Algunas personas, normalmente mayores y con vergüenza cero, te hacen un árbol genealógico a la pregunta de «Y tú, ¿de quién eres?». Nota para urbanitas: la respuesta no es el nombre de tu madre o de tu padre, ¡eso no sirve para nada! La respuesta que buscan es el apodo de tu familia.
A veces te llevabas amigas que no tienen pueblo contigo y les explicabas las leyes del pueblo, como lo de saludar a todo el mundo. También tenías que aceptar que se convirtieran en el objetivo de todos tus amigos: la ley de la novedad que terminaba con forasteros y forasteras dentro del pilón por intentar ligar con los lugareños.
Salías por la mañana de casa y nadie hacía preguntas si estabas puntual a la hora de comer. Lo mismo ocurría por la noche aunque entonces el bocadillo de la cena te lo podías comer en la plaza con tus amigos.
También compartías con ellos y ellas la bebida o el tabaco pero eso ya en los callejones o en la era, igual que todas las primeras veces del despertar sexual. ¿A quién no le han dado el primer beso en su pueblo?
Aprendías a valerte por ti misma y cuidabais unos de otros. Conseguiste distinguir una cabra de una oveja, memorizar cuál era el mejor lugar del río para bañarse, hacia donde se desplazaba el sol o el nombre de los pájaros.
Caías y te levantabas. Perseverabas hasta conseguir trepar, ir en bici o llegar hasta la tapia del cementerio por la noche. Eran las aventuras del pueblo sin supervisión adulta por barrancos, caminos poco transitados y casas abandonadas.
TENER PUEBLO
Salías hasta bien tarde aunque fueras una cría porque la excusa de que no podías dormir con el ruido de la verbena siempre colaba. Y huías de la verbena porque ver a tus padres bailando y bebiendo por allí te daba cierta vergüenza.
En realidad tus padres no necesitan preguntarte a ti porque ya lo saben todo: dónde estás, con quién vas, quién te ronda y con quién estabas anoche. No, un pueblo no es un sitio discreto pero es el mejor lugar del mundo para pasar el verano, ¿a que sí?