Tengo 30 años y colecciono muñecas
Sí, sí, como lo lees.
Aunque aún les parezca mentira a algunas personas, existimos bichos raros que con treinta, cuarenta o cincuenta años coleccionamos muñecas.
¿Sabéis qué es lo más curioso? Que hubo un momento de mi vida en el que les cogí manía a las muñecas, en especial a las Barbies. Eran tan altas, rubias y delgadas… Tan diferentes a mí, que las veía como el enemigo. Creo que fue en ese momento cuando empecé a cortarles el pelo, a pintárselo de colores y a cambiarles los vestidos. Ahí fue cuando me di cuenta de que, si les quitabas la ropa y los accesorios, eran todas iguales.
Pero todo cambió con el surgimiento de las Barbie My Scene y las Bratz. Eran diferentes, raras, con rasgos y ropa inusuales, con maquillajes y complementos desenfadados. Por fin habían oído nuestras plegarias y se habían atrevido con algo diferente. Surgieron en la época justa en la que comenzaba a tener la edad suficiente para cuidar de mis muñecas y adorarlas como se merecían. Disfrutaba colocándolas en diferentes poses y poniéndolas en sus stands de exposición. Mi forma de jugar con ellas había cambiado para siempre.
Pero la adolescencia es cruel y para todo tu entorno (incluido tus padres) a partir de cierta edad no está bien visto que te gastes el dinero en muñecas, y mucho menos que «juegues» con ellas. Parecía mayor deshonra que te pillaran fumando a que lo hicieran cambiándole el vestidito a tus muñecas y haciéndolas posar para diferentes escenas.
A los 14 años cambié mis muñecas por un «muñeco a tamaño real» (como bromeaba mi madre con bastante frecuencia, haciendo referencia a mi primer novio) y las guardé todas en una caja con bastante delicadeza.
Nunca más supe qué ocurrió con aquella caja, pero intuyo que mis padres la tirarían o la donarían a alguna tienda benéfica o banco de juguetes.
No volví a tener una muñeca en mis manos hasta pasados los veinte años, cuando conocí una «nueva especie» las Blythes, las Pullip y las BJD (Ball Jointed Doll), muñecas de origen estadounidense y asiático (respectivamente). Con sus enormes ojos, con su versatilidad en cuanto a pelucas, posibilidad y variedad de customizaciones… Conocí a auténticos artistas y coleccionistas en este mundillo y me empecé a interesar por su historia y variedades, descubriendo que, a mis veintitrés años, era de las coleccionistas más jóvenes.
Tengo 30 años y colecciono muñecas
Y es que seguramente muchos de vosotros sabréis la alegría que invade tu cuerpo cuando descubres que, quizá, no eres un bicho tan raro como imaginabas (aplicable a todo tipo de «rarezas», no solo a coleccionar muñecas).
Tras esa andadura, descubrí otros mundos muñequiles igual de bonitos y llamativos, y me adentré en la interminable colección de muñecas limitadas de princesas Disney (craso error —ja, ja, ja—). Y aún agradezco no haber «perdido la cabeza» y ser capaz de limitarme a comprar mis preferidas y sólo cuando puedo permitírmelas.
Poca gente llega a comprender cómo algunos de nosotros (los coleccionistas) nos gastamos grandes sumas de dinero en sumar una muñeca más a nuestra colección teniendo la edad que tenemos, pero yo me pregunto: ¿Acaso otras personas no «malgastan» su dinero en otros caprichos menos sanos? ¿Acaso alguien más joven tiene el poder adquisitivo de comprarse una muñeca de colección?
En mi opinión, cada persona puede y debe gastarse el dinero en aquello que quiera, ansíe o necesite.
Yo, por mi parte, lucho por no cometer el error de gastar el dinero que no puedo gastarme y endeudarme por comprar una muñeca demasiado cara.
Visto desde una perspectiva puramente comercial: comprar una muñeca de colección es hacer una inversión, pues pocas de ellas llegan a perder valor, sino todo lo contrario, se revalorizan con el paso de los años (sobre todo si no haces como yo y las sacas todas de sus cajas originales —ja, ja, ja—). Y, si no, que se lo digan a los especuladores (pero eso nos daría para otra historia).
Así que, si quieres coleccionar o hacer algo «impropio de tu edad», te animo a que te desprendas de los prejuicios y los ‘qué dirán’ y te atrevas a hacer lo que te salga del alma.
Vivirás más feliz.