Esto es algo que he contado a muy pocas personas y que, durante unos meses, me tuvo en una alerta constante y con mucha ansiedad. Ahora todo se ha estabilizado y estoy más tranquila, aunque no dejo de pensar que en algún momento se descubrirá todo y me explotará en la cara, pero lo voy llevando bien, también pienso “que me quiten lo bailado”. 

No quiero dar muchos detalles por si alguien pudiera reconocerme o me relacionasen con esta historia, pero el resumen, es que soy un fraude. 

Estudié historia del arte, una carrera bellísima, pero con muy poca salida laboral. Casi todo de lo que puedes trabajar es de docente o, si tienes mucha suerte, de especialista en alguna materia o de investigación. Yo estudié pensando en dedicarme a lo segundo, pero el mercado laboral resultó ser muy complicado, muy competitivo y, por qué no decirlo, muy machista. 

Todos los puestos importantes están ocupados por los mismos dinosaurios que no sueltan su plaza por nada del mundo ni dan pie a nadie, y menos a la gente joven, a entrar en ese círculo. Es un mundo que generalmente está gestionado de manera privada, no por el Estado, así que la igualdad de oportunidades existe entre poco y nada. Se necesita tener contactos y dinero, o ambas cosas preferiblemente. Sin un padrino o alguien que te haga de mecenas, no eres nadie. 

Yo llevaba en ese bucle varios años, bastante frustrada y triste, hasta que se me plantó delante una oportunidad bastante arriesgada que decidí coger. 

No voy a especificar, pero para que os hagáis una idea, apareció una mujer que tenía mi mismo primer apellido y compartíamos inicial del nombre. Por ejemplo, ella era Marta Marín y yo Mireia Marín (nombres ficticios). Ella siempre firmaba como M. Marín, con lo cual, podía darse perfectamente una confusión. 

El trabajo que hacía ella no era de los más vistosos, es decir, no era artista, ni coleccionista ni nada así que la hiciera pasearse físicamente por los sitios o que fuera muy reconocible. Su trabajo estaba más bien detrás del foco, para que me entendáis, más en gestión, organización e investigación. Así que se me pasó por la cabeza, que podía poner algunos de sus trabajos más reseñables en mi currículum. 

Si investigaban a fondo, podían pillarme. Pero en según que esferas, está como “mal visto” cuestionar según que cosas o hacer una búsqueda exhaustiva porque dudas de la palabra de la persona. Así que supuse que quizás sólo buscarían que, efectivamente, constaran las iniciales y el apellido en los trabajos que yo aseguraba haber hecho y en ese caso, estaría todo salvado. 

Me aventuré a presentar un único currículum en una galería de arte bastante famosa de mi ciudad, esperé nerviosa varios días y, finalmente, me llamaron. 

Me querían para un trabajo muy temporal, un proyecto de investigación que duraría dos meses pero que luego me podría abrir puertas a seguir trabajando y conocer a gente. Además de que esta experiencia en mi currículum sería real. Acepté. 

Los primeros días fueron caóticos. Me daba miedo que me presentasen a gente a la que se supone que debería conocer por quien se supone que era, pero por suerte no pasó. También me dio mucha ansiedad el momento de firmar el contrato, recé a un Dios en el que no creo que, por favor, se encargase de recursos humanos una empresa externa diferente a contrataciones o alguien que simplemente no estuviera metido en el mundillo y pudiera darse cuenta del error o, como yo tenía pensado llamarlo, malentendido. Por suerte, tampoco se dieron cuenta.  Todos fueron muy amables (dentro de lo que se puede ser amable en este mundillo) y a la semana y poco yo ya estaba en mi despacho trabajando de lo que más me apasiona en este mundo. Finalicé mi contrato sin problemas y me prometieron que volverían a contar conmigo si surgía algo más. 

Gracias a ese primer trabajo, fui empalmando algunas presentaciones, seminarios y más proyectos en los que me llamaron para contar conmigo. En menos de un año, mi currículum se llenó de experiencia real y demostrable, en la que ya no me hacía falta mentir o añadir alguna de mi alter ego. Cuando ya tuve una buena cantidad, eliminé esos primeros trabajos en los que me estaba haciendo pasar por la otra mujer y solo dejé los míos. Así que empecé a estar tranquila. 

Actualmente estoy en un trabajo estable del que tampoco quiero dar muchos detalles, que me hace muy feliz y en el que siento, aunque no sea del todo así, que estoy aquí porqué me lo merezco. Porqué gracias a esa primera oportunidad, me he podido hacer mi sitio en este sector y demostrar lo que valgo, que ha resultado ser mucho. 

Sí que es cierto que algunas veces me entra el miedo a que vuelva algo del pasado y pierda toda mi credibilidad y reputación. Intento no pensar mucho y centrarme en el día a día. Contra más tiempo pasa, más improbable lo veo. Pero siempre me queda la espinita. 

Supongo que estaréis pensando que soy una jeta. En otro tiempo me hubiera ofendido, pero ahora os digo que sí. Lo fui. Y gracias a eso pude conseguir el trabajo de mis sueños sin hacer daño a nadie. 

 

(Relato escrito por una colaboradora basado en una historia REAL de su entorno)

 

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