Hola ¿qué tal? Me llamo Vicky, hace mucho que dejé la adolescencia atrás y, sí, me flipa la saga Crepúsculo desde la primera a la última página. Lo oculté durante mucho tiempo, pero ha llegado la hora de admitirlo.

 

Estoy súper nerviosa.

Lo he visto en un par de medios digitales mientras revisaba las noticias y espero que no sea una broma. Y que, si es verdad, ocurra lo antes posible. 

¿El qué? ¿Una vacuna infalible contra el Covid-19?

No, no. Mucho mejor: 

¡Que dice Stephenie Meyer que va a escribir dos novelas más de la saga Crepúsculo! ¡Dos!

¡Oh my fucking god!

Por los dioses antiguos y los nuevos, que la mujer no se nos demore mucho (ya avisa que por el momento es un proyecto en el que no está trabajando) y que el destino me depare el tiempo de vida y la salud necesarios para llegar a leerlos y, si no es mucho pedir, ver las pelis también, en el cine, con palomitas, con mis amigas y sin distancia social. Que ya puestos vamos a visualizarnos con la pandemia superada. 

Hago hincapié en que la salud me acompañe porque una ya no es precisamente una mocita… la menda tenía veinticinco tacos cuando el ejemplar electrónico de aquella novela sobre unos vampiros muy poco ortodoxos llegó a su poder de forma casual, mientras buscaba en internet cuál era la cronología de las Crónicas Vampíricas de Anne Rice para leer (en algún caso releer) todos los títulos en el orden correcto. Porque, para ofensa de los más puristas, diré que soy una fanática de los chupasangres desde que me regalaron de niña “El pequeño vampiro”, libro que conservo junto con sus continuaciones y que siempre tendrá como vecinos los numerosos tomos de fondo negro y tipografía rojiblanca (todo el mundo sabe que no se puede publicar un libro de vampiros en otros colores) que se han ido mudando a mis estantes desde entonces. 

Yo, que he leído desde Drácula de Bram Stoker a Soy Leyenda, pasando por La Historiadora e incluso una saga que dejé a medias porque había más porno que colmillos, caí rendida ante los encantos de ese grupo de vampiros adolescentes que brillan como una bola de discoteca cuando les da el sol. 

Lo devoré con avidez y corrí a comprar Luna Nueva, además de un ejemplar en papel de Crepúsculo, muy consciente yo de que lo releería en el futuro.

Por aquel entonces el fenómeno de masas en el que se convertiría la saga de Stephenie Meyer estaba solo empezando a despuntar, pero para cuando se publicó Eclipse, ya me dio cosica pasar por la caja con él. Ese día compré también una funda que le diese el anonimato y poder leerlo en la parada del bus.

El anuncio de que el primer libro sería llevado al cine, lo volvió todo más loco. Cada vez que buscaba información al respecto en internet era más y más consciente de que algo no estaba bien entre mis amados personajes y yo. Compré Amanecer escondido entre un ejemplar de Orgullo y Prejuicio y una novela del Mundodisco de Terry Pratchett, el dependiente debió de flipar, pero no lo vi porque estaba mirando por encima del hombro y silbando distraídamente, ocultando como una maestra del despiste que me moría por salir de allí corriendo para sentarme en mi más cómodo sofá, ponerme un pañal, suero intravenoso y no parar hasta leer FIN. 

Y las películas, ay…

Fui a ver la peli de Crepúsculo el día del estreno, pero en sesión golfa, en plan “se nos ha ocurrido venir al cine después de cenar y solo había esta mierda que no sé bien ni de qué va, eh”. 

Vergüenza. Vergüenza. Vergüenza. 

Sí, me daba una vergüenza terrible, pero leía los libros otra vez antes de cada estreno y luego arrastraba a mi marido al cine la primera noche de proyección con la misma emoción con la que salía de casa cuando era pequeña los días de excursión en el cole. 

El éxito de la saga era tan grande que todo el mundo sabía lo que era y a qué público estaba dirigido, lo cual hacía que mis intentos por ocultar lo muchísimo que me gustaba fuesen todavía mayores. 

Cuando iba a comprar las pelis, obviamente en edición especial en cajita de metal, le pedía al dependiente que me la envolviera para regalo, creo que una vez incluso añadí que era para mi sobrina. 

Fue duro, pero tuve una cómplice que me acompañó todo ese tiempo, una amiga a la que, con gran recelo, pero también la confianza de una larga y sólida amistad, le dije un día que, si le gustaba la fantasía, podía prestarle una novela muy chula de vampiros y tal. Dijo que sí, que se la pasara. Y yo, que ya la llevaba en el bolso por si acaso, le pasé mi tomo de Crepúsculo envuelto en una bolsa de supermercado antes de meterme en el coche, al lado de la puerta y mirando a los lados, como si aquel bulto fuese un fardo de coca en lugar de una novela para adolescentes. 

Mi amiga y yo seguimos juntas aquel delirio que se prolongó durante años, pero he de reconocer que ella nunca fue ni la mitad de friki que yo. Eso sí, cuando queríamos comentar algo del tema en un sitio público, usábamos un lenguaje secreto y nos referíamos a los títulos como Corpúsculo, Cuarto Menguante, Conjunción solar y Atardecer. Y llamábamos a los protagonistas Eduardo, Isabel y Jacobo. ¡Ja! Lo que se han perdido en el MI6.  

Fui al cine a ver Amanecer Parte II a dos meses de cumplir los treinta y uno, a la sesión de las nueve de la noche, con un par. Eran ya muchos años arrastrando el complejo y cada vez con menos ganas de disimular, pero con eso y todo, seguía costándome admitir el amor que sentía por el universo Crepúsculo. 

Hasta que un buen día, hablando de libros en la oficina una compañera del trabajo, mayor que yo, by the way, dijo las siguientes palabras: igual no os va ese tipo de novelas, pero a mí me gustó mucho, me recordó a las de Crepúsculo. 

¡Booooooom! Y va y dice otra, mayor aún que la primera: bueno, a mí más que Crepúsculo dudo mucho que me pueda gustar. 

¡Megabooooooooooooooom!

Aquel día fui consciente de una realidad en la que no había reparado nunca, mis adorados libros gustaban a muchísimas mujeres de mi edad y mayores que yo, lo pude comprobar en multitud de ocasiones porque desde el descubrimiento algo hizo click en mi mente, abandoné con la cabeza bien alta el armario en el que había estado tanto tiempo metida y grité al mundo: Hola ¿qué tal? Me llamo Vicky, hace mucho que dejé la adolescencia atrás y, sí, me flipa la saga Crepúsculo desde la primera a la última página.

¡Qué liberación, oiga!

 

Victoria Andrade

 

La foto destacada es de una mega fanática que salió en la revista People