Vivimos en la era de la productividad, donde cada segundo de cada día cuenta y donde si no le sacas partido estás consumiendo la vida sin vivirla realmente.

Esta sensación se acentuó mucho en nuestro querido confinamiento, donde un sinfín de aluviones de ideas, propuestas, aparecían cada día en las redes sociales, para que al menos “este tiempo te sirviera para algo”.

Y no me malinterpretéis, todo esto como concepto está genial, el hecho de ser constante en algo y aprovechar el tiempo me parece un concepto muy bueno en si mismo, pero que tiene una trampa muy grande de la que no podemos olvidarnos.

Cuando yo empiezo a vivir las cosas como una obligación, no como una idea para llenar esos huecos de tiempo que tengo libres, es cuando aparecen las autoexigencias a uno mismo, la frustración cuando no se consiguen las metas propuestas, y a la ansiedad por la acumulación de cosas que sientes que no eres capaz de hacer.

Por eso me parecía importante diferenciar entre tiempo libre (en el que puedo ser productivo) y tiempo para descansar (en el que ni puedo ni debo hacer nada que no me apetezca o me suponga un sobreesfuerzo).

Cuantas veces hemos escuchado eso de “quien no puede sacar una hora al día para cocinar más sano” “quien no puede dedicar menos tiempo a X y aprovecharlo para salir a correr” “dos horas al día no es tanto si lo piensas y te puedes sacar esa carrera que dejaste a media”.

Está claro que el día tiene 24 horas, y que si les quitamos las que le dedicamos a comer, dormir y trabajar nos quedan algunas horas, pero donde está escrito que en todas esas horas ¿debo ser productivo? O ¿por qué tengo que tener energía suficiente después de todo eso?

Cuando nos planteamos las cosas desde el “debo” y no desde el “esto me apetece” estamos generando una deuda con nosotros mismos que nos hace sentir mal cuando no podemos pagarla.

Por lo que, es importante darnos permiso a nosotros mismos para tener tiempo, pero no tener energía suficiente para dedicarlo a algo productivo, y no pasa absolutamente nada.

Si tu idea es incluir cualquier tipo de habito en tu vida, sea el que sea, te felicito y desde luego que te animo a ello, pero para esto te recomiendo que te plantees metas realistas y asequibles que puedas ir consiguiendo poco a poco.

Si yo quiero empezar a hacer deporte no puedo exigirme dedicarle todos los días una hora con la excusa de “si se lo dedico a la tele, al teléfono o al ordenador, se lo puedo dedicar a hacer ejercicio” y eso es verdad, por tiempo no será, pero te falta lo mas importante, que son las energías para poder hacerlo.

Por lo que empieza con pasos pequeños, una hora todos los días es algo difícil de cumplir, pero dos horas a lo largo de la semana es más factible, y una vez que lo vayas consiguiendo, tú mismo tendrás más facilidad para tirar de ti y encontrar esas ganas para incluir de otra forma ese hábito.

Si te lo exiges desde un primer momento y te criticas cuando no lo consigas, terminarás en un bucle en el que te verás discutiendo contigo mismo, perdiendo esa discusión y además sintiéndote peor.

Opta por ser más amable contigo mismo, trátate con mas amor y cariño, como lo harías con cualquier familiar o amigo, y permítete encontrar el ritmo con el que te sientas más cómodo.

Aida Vallés Psicóloga especializada en sexología y terapia de pareja

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