Después de varios intentos de encauzar mi vida y mi perspectiva de futuro, y después de darme una hostia de realidad y quedarme completamente solo en esta ciudad, me instalé todas las aplicaciones de ligoteo. Quizás lo hice por la angustia de no quedarme solo tras muchos años acompañado o por despecho, o quizás esperando encontrarme por casualidad el perfil de la persona que mejor me trató y mas quise en todos estos años y que por desgracia a día de hoy sigo sin saber nada de ella. Y no es que no la haya conocido aún, es que fui imbécil y la dejé marchar. Así que se abría un horizonte de redención ante mi.

Así me llamabas
Es evidente que estas aplicaciones son para lo que son. No son para quedar para jugar al parchís, ni para hacer punto de cruz, son para mojar el churro o que te lo mojen. Si has venido buscando otra cosa, estás en el lugar equivocado…o no, quien sabe. En la guerra hay muertos y daños colaterales, aquí también los hay (los daños, no los muertos)
ñogoñogoñogoñogo pompompompom
Como seres humanos, a menudo nos fijamos en los ‘éxitos’ de nuestros encuentros. Con cuantas personas hemos pillado cacho, con cuantas no, cuantas nos han hecho la cobra y así sucesivamente. Cientos de perfiles, cientos de horas, cientos de citas, cientos de rechazos y situaciones violentas. En definitiva, cientos de cromos que coleccionar. Y me parece a mi que nunca hemos reflexionado mas allá de cuantas de estas interacciones, tanto positivas como negativas han servido para algo mas que para meterla en caliente.
Zasssssssssssss
La primera vez que di un match fue como un soplo de ego en la cara. «A alguien le gusto o aparentemente le gusto» y no, la verdad es que no, no le gusté. Pero me sirvió para descubrir que había una zona del barrio donde viví hasta antes de mi ruptura que apenas conocía y se estaba francamente bien. A los pocos días, estaba en racha y seguía dando match con varios perfiles, ¡estaba engorilado! ¡Me sentía pletórico! Era un no parar de peña, no daba más de mi, ni para contestar ni para quedar con todo el mundo.
aaaaaaaaaaagggggg
Pero nada, conversaciones efímeras, sin magia, para matar el tiempo con preguntas pre-fabricadas. Situaciones surrealistas que no sabías por donde pillarlas. Como aquella chica, una ex-gorda (según ella) que no paraba de marear con mensajes a todas horas y cuando por fin le dije de quedar y tomar un café, desapareció del mapa,  y ese mismo fin de semana me la encontré de la mano de un figurín salido del Primavera Sound (por lo menos) mientras me comía un trozo de pizza recalentada con una lata de cerveza en Malasaña. Así que sí, las mujeres también hacéis bombas de humo, y el 90% de las veces es por eso mismo, se van con el guapete o el delgadito.
Al poco tiempo apareció una criatura de donde viene los mejores jamones, una tía auténtica (hola Bea), y fue curioso porque nos vimos una vez y no volvimos a vernos hasta varios meses después cuando pasamos un agradable rato charlando y haciendo este vídeo. Cogí una confianza que no había cogido con nadie en mucho tiempo y solo nos habíamos visto UNA vez. Hasta yo mismo me sorprendí, raras veces me había pasado algo así. Y fijaos, ahora es un pilar muy importante en mi vida aunque coincida con ella menos de lo que me gustaría ya que mis horarios son una mierda y tengo una agenda programada hasta el 2327 (lo odio eh)
Más tarde, di match con una chica guapísima, de estas que dices «aquí hay truco» y efectivamente tenía truco. No era española, llevaba años viviendo aquí, y estaba completamente sola y si, se había metido en una página de ligar para encontrar gente con la que hablar. El ticket ganador, el 1 entre 1.000.000, la aguja en el pajar. Una de esas personas que realmente quieres tener cerca a pesar de que le falte un tornillo en la cabeza y a veces quieras matarla a collejas. Y ahora felizmente es mi compañera de trabajo y una de mis mejores amigas, salimos a beber café, a tomar cerveza y reírnos del amor. Sin duda, uno de los accidentes más bonitos de mi vida.
Unos match mas tarde conecté con una persona que nunca llegué a conocer mientras hablaba con ella. Ni siquiera la vi en fotos, solo era conversación fluida y agradable. Conexión pura y dura. Desaparecía durante semanas, y volvía, hasta que por fin llegó el momento de la tensión del ‘y si me das tu numero?’ y ahí comenzó lo que sería para mi la experiencia más gratificante en años. Horas y horas de mensajes, audios, fotos y me gustas mucho y quiero verte. Mi corazón que llevaba meses cerrado a cal y a canto se empezaba a abrir. Cogí por banda a mi mejor amigo y me llevó a la estación a coger el primer tren con destino Zaragoza. Fue la mejor noche que recuerdo con alguien. Omitiré detalles, pero me quedé con una frase ‘esto está chupao’ y un partida de parchís (de verdad eh), más allá del ‘ñogoñogo’. Al día siguiente se me rompió el corazón (como nunca se me había roto antes) mientras volvía corriendo a trabajar a las 8 de la mañana. Desgraciadamente había otra persona por medio y yo no entraba en esa ecuación. Pero como soy un tío positivo y ante todo un caballero me quedé con lo bueno, y gané una persona que sé que está ahí, para lo bueno y para lo malo, a pesar de estar felizmente enamorada del otro y de que me cagase en ella miles de veces.
pringao!
Estas aplicaciones donde te pones a la venta al mejor postor, donde crees estar luchando por conseguir un trozo de cariño, de contacto, de placer, sirven para mucho mas que para eso según parece. No está mal ¿no? .  A cambio de varios rechazos y mucho tiempo invertido me he llevado mucho más de lo que esperaba. Una lista de gente que se queda y que ha dejado huella como podéis ver, a pesar de haber tenido malos momentos y conversaciones totalmente banales e inútiles, y sinceramente no lo cambio por nada. La vida es un aprendizaje continuo, con miles de experiencias y esta es una de ellas. En mi pueblo se dice «aprender a base de hostias»  Soy positivo y por eso lo veo de esa manera, si llego a ponerme en el lado negativo me lanzo por la ventana haciendo un tirabuzón con croqueta lateral. Y a veces me pregunto: ¿merece la pena usar este tipo de redes sociales? Yo creo que en mi caso, ha merecido más la pena el daño colateral, que los muertos en combate.
taluegooooor!

¡Esto está chupao!