Tinder Sorpresa: a la semana de salir me pidió que le cuidara el gato

 

“¿Te gustan los gatos?” “¡Pues claro! Me encantan los michis” “Pues con el mío seguro que te encariñas pronto”. 

 

Esta conversación tuvo lugar por WhatsApp mientras tonteaba con un tío de Tinder. Yo me lo tomé como un comentario tierno, rollo: “Le gustan los animales, es buena señal, quizá no sea un psicópata o incluso puede que sea un doble sentido (muy rebuscado), pero en cualquier caso mola que tenga un gato”. No le di más importancia y seguimos con nuestra tirada y recogida de caña protocolaria en estos casos. 

Acabé quedando con el chaval. Muy mono, muy moderno. Bebimos cerveza, reímos, paseamos bajo la luz de la luna, acabé en su cama mientras me daba como a un cajón que no cierra… todo precioso. “¿Quedamos mañana? Tengo ganas de ir a tal exposición…” “Ah pues sí, me mola el plan, concretamos hora mañana.” Y así fue. De esa primera cita derivaron unas pocas más en los días sucesivos: exposición, cine, cenas, cócteles… Era verano, yo tenía jornada intensiva y él estaba de vacaciones, así que teníamos más tiempo libre que de costumbre. 

Al cabo de una semana me dice que se va a su tierra unos días a ver a sus padres, que pronto se le acabarán los días libres y quiere aprovechar. Me parece todo muy normal y muy lógico, y le digo que estupendo, que si a la vuelta le apetecería hacer algo en concreto, no sé, reservar para un restaurante al que le tenga ganas… Me dice que sí, que estaría guay, que lo vamos viendo, y me proponer pasar esa tarde en su casa. 

Me planto allí, ataviada para la ocasión, con la semipermanente recién hecha porque me apetecía llevar las uñitas bonitas y hacerle la competencia a su gato… a ver quién le dejaba más arañazos. Me abre la puerta y lo noto un poquito más seco que de costumbre. 

Yo, basándome en el ritmazo apasionado que llevábamos, me imaginaba un poco más de derroche por su parte, no sé, un “te saludo con un morreo mientras te agarro el culo” de toda la vida. Pero nada. Pensé que igual había pasado algo con su familia y por eso estaba más ausente, porque me había sorprendido un poquitín que no hubiera mencionado nada antes y lo achaqué a algún incidente repentino, pero como tampoco teníamos mucha confianza igual no se sentía cómodo contándomelo. En cualquier caso, yo tampoco es que quisiera montarme una película ni nada, me limitaba a disfrutar del momento (cosa que me había costado aprender) y el momento era salir, entrar, beber, comer, meter y sacar. 

“Necesito pedirte un favor” “Claro dime” Aquí la cosa se pone interesante.

“Me voy mañana hasta el martes a casa de mis padres, como te dije, y resulta que no me puedo llevar al Remi (el gato), porque vienen mis tíos también y mi tía Pepi es muy alérgica, así que se tendrá que quedar en Madrid… ¿a ti te importaría cuidármelo?” 

A mí se me quedaron los ojos como platos. Lo miré a él y luego miré al Remi que estaba en un cojín agujereado lamiéndose el ojete con ahínco. Me entró un bajonazo importante. “¿A qué te refieres exactamente? ¿Que venga a tu casa a echarle un ojo un par de días o así…?” Antes de que nadie se me eche encima. Sí, me gustan los gatos, los animales en general, y sé que lo ideal es que si te quedas a cargo de la mascota de alguien lo suyo es que convivas con ella para supervisarla todo lo posible, no le vaya a pasar nada. Pero a ver, un poco de cordura, ME ACABABA DE CONOCER ¿qué pretendía? ¿Darme un juego de llaves? ¿Que me llevara al Remi a mi casa? ¿Y mi casero, mis compañeras? 

“Sí, o dejártelo en tu casa, lo que más te convenga.” “Entiendo. ¿Y no tienes a nadie más que pudiera cuidar del gato?” OJITO A LA RESPUESTA:

“Hombre, claro, como tener claro que tengo amigos, pero están de vacaciones y no quiero molestarlos, para eso mejor te encargas tú que, total, estás trabajando. Ellos están aquí, pero igual se mueven, tiran para la sierra…” YO FLIPÉ, pero ahora viene lo bueno:

“Es que, además, Remi es un poquito especial y mis amigos le han cogido manía. Es que él cuando hace caca no lo hace como los gatos normales. Él la hace sistemáticamente FUERA DE LA ARENA. Y cuando no estoy yo se pone nervioso, así que es probable que VOMITE y le dé diarrea, es mejor ENCERRARLO en la cocina o algo, porque te lo pone todo perdido.”

¿PERDONA? ¿Qué voy a tener que limpiar los cagarros y vómitos de un gato ajeno? ¿Que lo encierre en la cocina? ¡Ni que fuera ALF!

“No me lo pintas muy bien, la verdad… No veo posible llevármelo a casa y, como tú dices, tengo trabajo, así que no veo muy coherente que tenga que cargarme con la tarea de higienizar y desinfectar tu casa, además de hacerlo en la mía, madrugar, hacer mil recados y echar alguna hora extra en el trabajo que no me van a pagar. Pregunta a algún amigo tuyo, busca a alguien que se encargue de eso profesionalmente, tipo guardería, te puedo ayudar a buscar…” Se lo tomó mal. 

Puestos a pensar, prefiero creer que era el típico que está acostumbrado a que le bailen el agua y no tolera un no por respuesta a que me hubiese “conquistado” en aquellos días con el único propósito de convertirme en la niñera de su queridísimo Remi. 

 

Ele Mandarina

 

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