Las citas a ciegas siempre serán el peor invento del mundo.

Llevo poco tiempo en Tinder, pero creo que es crónica de una muerte anunciada. He quedado con un par de personas y no ha ido bien la cosa. El problema viene cuando quedamos y ven que mi cuerpo se sale fuera de sus cánones de belleza.

El caso es que nunca entro en el juego de dar medidas, porque no soy un sofá. Si me gusta la conversación y demás, a veces doy detalles de que soy curvy, pero si no surge en la conversación, ¿para qué dar explicaciones?

Si opinas igual que yo, te voy a contar una historia que me pasó hace no mucho que está haciendo que me replantee seguir en la aplicación.

Conocí a un chico, muy majo, hablador y simpático. Estuvimos varias semanas de tonteo y dijimos de quedar. Él no es de mi ciudad, pero venía por trabajo, por lo que era perfecto. La intención era vernos a media tarde, dar una vuelta, cervecita y ya cena. Vamos, lo que viene siendo una quedada normal.

Una no es tonta y me percaté de lo que pasó. Cuando vio que me acercaba a él y que mis caderas eran más grandes que las suyas, le mutó la cara. Me acerqué, le saludé y seguía serio. Acto seguido me dijo disimulando: ‘No te esperaba así’. Hice una broma de que igual era menos rubia de lo que se pensaba, pero tuvo el morro de decir que el pelo no era lo que le sorprendía. 

 

Seguimos el plan tal y como comentamos. Paseamos y hablamos, pero estaba serio de narices. Nos sentamos a hacernos unas cañas y me dijo sin cortarse: ‘Oye, ¿Qué te parece si pagamos a medias la cena?’ Me sorprendió la pregunta por dos motivos: ni quería que me invitase y era algo que no venía a cuento porque no nos habíamos sentado ni a cenar. 

No le respondí, me limité a beber y a pedir otra caña. Él, para que la cosa fuera más incómoda todavía, me soltó: ‘Es que, como eres gordita, prefiero que te pagues tú la cena para que tengas la libertad de pedir lo que quieras’.

¡Muchas gracias, rey! Se ve que si llega a pagar él, me hubiera cortado al pedir y me hubiera quedado con hambre. O incluso puede que lo hiciera para que no le dejara sin capital, por si se me ocurría pedir una ballena vuelta y vuelta. ¿De qué iba ese tío?

En ese instante me dijo una amiga que había quedado para tomar algo en un sitio cercano y lo dejé plantado. Eso sí,  me despedía como una diva: ‘Tranquilo, cari. Te puedes ahorrar mi cenita.’

A estas alturas del cuento, que pase algo así, te hace perder la fe en la humanidad.

 

Anónimo

 

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