Veeeeeenga, tia… Instálate Tinder, que te va a gustar… Que conocerás a gente… Que así follas y se te quita la mala leche que tienes… Te juro que hay tíos normales. A ti lo que te pasa es que lees muchos follodramas de la web esa, y luego te piensas que todos son raritos. Anímate, va. Pruébalo, descárgatelo y si no te gusta pues te lo borras.

Y así fue como mi amiga me convenció para instalarme el fucking Tinder, que yo no sé si tiene acciones o le dan dinero con cada descarga en plan influencer, pero en un momento me puso de vuelta y media. Por desgracia, he echado unos cuantos polvos y la mala leche no se me ha ido… Empiezo a pensar que es crónico, pero ya hablaré de eso en otro post. Hoy he venido a hablar de mi libro cita con Claudio.

Claudio era un tío guapete con barba vikinga y ojillos tiernos, de esos que te empotra en el dormitorio pero a tu madre le cae de puta madre. Me entró con una frase ingeniosa y a mi se me derritieron las bragas. Como veis, hubo mucha química desde el principio, así que nos dimos el WhatsApp y empezamos a hablar a diario.

Como últimamente me había ido más mal que bien en el mundo del ligoteo, le dije de quedar lo antes posible. No quería hacerme ilusiones durante semanas ni tener un novio vía WhatsApp como cuando era una quinceañera. Por suerte, él pensaba igual que yo así que aceptó mi propuesta indecente y quedamos ese mismo fin de semana para ir al cine.

Para romper el hielo, decidimos vernos antes de la peli en un bar de la zona, así nos presentábamos y hablábamos un poquito cara a cara. Me entraron sofocos cuando vi aparecer a un pibonaco de metro noventa en la lejanía pero… Un momento… ¿Qué es eso? ¿Qué lleva en el hombro? ¿Se mueve? ¿Pero eso qué es? Y cuando se acercó un poquito más me di cuenta de que Claudio no venía sólo, se había traído a su periquito.

Debéis saber que yo no tengo nada en contra de los pájaros. ¡Me flipan las alitas de pollo! El problema es que me dan muy mal rollo. No me molan sus aleteos, me da la sensación de que se me van a meter en el pelo y me van a picotear. A lo mejor tengo un trauma porque de pequeña me obligaban a ir al corral de mi abuela Mari a por los huevos yo sola, pero las aves me dan puto miedo. Total, que mi cara al ver al bicho debió ser un poema

Las primeras citas deberían ser mágicas. Mariposas en el estómago, roces sin querer queriendo, risas y complicidad. En cambio, yo me estaba cagando del miedo, me daba pánico rozar al bicho, me reía por no llorar y complicidad CERO. De todos modos decidí dar una oportunidad a Claudio porque me había gustado mucho y además era una oportunidad de superar mis traumitas con los pájaros.

Cuando yo pensaba que no había nada peor que llevar un pájaro a tu primera cita, Claudio me sorprendió: empezó a regurgitar comida y a dársela al puto periquito.

Yo – ¿Qué relación más íntima tienes con el pajarito, no?

Él – Hembra. Es hembra.

Yo – Ay… Perdona. ¿Y desde cuando la tienes?

Él – Nos conocimos hace unos meses, y desde entonces Piluca y yo somos inseparables. Me escucha, me entiende, es increíble lo lista que es.

¿Ves cuando un tío te habla de su ex durante toda una cita? Tú sabes que sigue enamorado pero tampoco es plan de soltárselo, así que le sigues el rollo y al volver a casa le cuentas a tu amiga que la cita ha sido una mierda porque el chaval sigue enchochado de otra tía. Pues esto era algo así, pero cambiando la palabra “ex” por la palabra “periquito”.

Por fin entramos al cine, lo cual suponía una horita sin escuchar lo maravillosa, comprensiva, inteligente y bonita que era Piluca. Claudio se escondió al pájaro en la chaqueta, como cuando cuelas pelotazos y no quieres que te pillen, y se pasó toda la película dándole palomitas en vez de darme a mi la mano.

Si ya de por sí la cita había sido una mierda, al salir del cine me dijo que se tenía que ir a casa, que Piluca se iba prontito a la cama porque le gusta madrugar y sino luego no rinde durante el día.

¿Me estaba vacilando o de verdad hay gente así por el mundo? Se admiten apuestas.

 

Anónimo