Hace poco, me encontré deslizando en Tinder, esa aplicación que todos decimos odiar pero que seguimos usando. Después de un par de «no gracias» y «¿en serio, tío?», me topé con un perfil que me llamó la atención. Un tiarrón gordo, guapo, con una sonrisa encantadora y una descripción que decía: «Busco a alguien que me haga reír». Pensé: «Bueno, ¿por qué no?» y deslicé a la derecha.

Después de un par de días de charla, decidimos encontrarnos. La cita fue bien, nada fuera de lo común. Hablamos, reímos, compartimos una botella de vino. Y, como suele suceder en estos casos, terminamos en su casa.

Aquí es donde las cosas se ponen interesantes. Estábamos en pleno acto, todo iba bien, cuando de repente me dice: «Dime por favor ‘dámelo todo papi'». Me quedé en shock. ¿Acaba de pedirme que le llame «papi»? ¿En serio? Pero, bueno, pensé, cada uno con sus gustos, ¿no? Así que, entre risas, lo hice.

Y, amigos míos, nunca había visto a un hombre llegar al clímax tan rápido. Fue como si esas palabras fueran la llave de su orgasmo. Me quedé allí, boquiabierta, mientras él se retorcía de placer.

Desde entonces, cada vez que nos vemos, me pide que le diga «dámelo todo papi». Y cada vez, sin falta, llega al orgasmo en cuestión de segundos. Es como si tuviera un botón de orgasmo y esas palabras fueran la única forma de activarlo.

Al principio, me sentía un poco incómoda. Pero luego pensé: «¿Y qué?». Si eso es lo que le gusta, ¿quién soy yo para juzgar? Además, tengo que admitir que es bastante divertido ver su reacción cada vez que digo esas palabras.

Así que, la próxima vez que estéis en la cama con alguien y os pida que le digáis algo extraño, ¿por qué no probarlo? Quién sabe, quizás descubráis su botón de orgasmo. Y si no, al menos tendréis una buena historia que contar.

Y a ti, mi querido «papi», si estás leyendo esto, solo quiero decirte: «Dámelo todo, papiiiiiiiiii». Y sí, estoy riéndome mientras escribo esto.

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