(Relato divertido)

 

Me gustaría  hablaros de Pinocho (nombre inventado y elegido de manera arbitraria), chico al que conocí en Tinder,  ya que me caló muy hondo su historia y su frenética vida. 

Pinocho era un chico algo mayor que yo, de treinta y pocos  años, y trabajaba en el ámbito de la informática. Parecía un tío normal  e interesante, no tenía faltas de ortografía y entendió que yo antes de follar necesito conocer un poco a la persona.  Me propuso una cita en una cafetería, y yo acepté.

Comenzó a hablarme de él, explicándome que aunque era informático, había empezado la carrera de Historia. Lo tuvo que dejar porque se fue un año a trabajar al extranjero y, cuando intentó retomar la carrera, ya no le daban beca. Incluso aunque sacaba matrículas de honor en todo, porque tiene memoria prodigiosa. Tampoco le aceptaron el Trabajo de Fin de Grado, ya que versaba sobre un tema muy polémico (relacionado con el Holocausto judío), y su profesor le dijo que eso no se podía publicar, ya que si salía a la luz en seis meses le encontrarían muerto en el fondo del mar.

Me habló de que más tarde estudió Trabajo Social. Y como es un filántropo, hizo voluntariado  con personas drogodependientes, niños con cáncer y menores en riesgo de exclusión social. Respecto a esto último, me contó cómo salvó heroicamente a un niño esquizofrénico de 9 años de suicidarse tirándose por una ventana: lo cogió al vuelo cuando el niño saltó, y se pasó los 20 minutos más largos de su vida aguantándole en el vacío hasta que llegaron los bomberos. Ese niño a día de hoy es ingeniero.  Me imaginé que sería un niño ultra superdotado, porque no me cuadran los tiempos. 

Tuvo más movidas por culpa de su voluntariado, incluso en cierta ocasión fue necesario que los antidisturbios pusieran orden por problemas con familias a los que les quitaban la custodia de sus niños maltratados.

Es un chico deportista, me explicó que es cinturón negro en judo, taekwondo y kárate. Vamos, que pobre del loco que le tosa.

También le gusta leer, como a mí. La verdad es que yo no pude hablar demasiado, pero cuando le comenté que me gustó mucho American Psycho, él coincidió conmigo, le encanta Stephen King.  

Para acabar, se metió en temas sobrenaturales y me confesó, aunque me avisó que me iba a sorprender, que siente auras malignas en personas y espacios.  Rememoró cómo una vez cerró los ojos y vio la imagen “más horripilante” de su vida cuando estuvo cerca de una niña que decía que tenía un amigo imaginario.  Sin contar con que ha tenido experiencias mu chungas con objetos inanimados y maldiciones gitanas. Este talento le viene de su bisabuela, a la cual apodaban “la bruja”, y de la cual conserva sus diarios intactos.

 

Llegado este punto, llegué al límite y casi me atraganto con el café.

Este encuentro terminó con él preguntando si tendríamos una segunda cita. Le sonreí y le dije que ya veríamos.  

Os confirmo que no me he inventado nada, todo esto (y más que me callo por falta de espacio) me lo contó el tío en hora y media como mucho. Os confirmo también que no me ha vuelto a ver el pelo. Que para historias increíbles ya tengo a Easton Ellis, que es el verdadero autor de American Psycho.

 

Fdo. Joelle