Buscaba un follamigo por Tinder. Encontré a un chaval guapo, aunque con pintas un poco de cani, pero es el tío más inteligente que he conocido. No me gustaba nada que fumase porros, tenía unas ojeras de tres pares de narices, pero como solo le quería para follamistad no me importaba siempre y cuando no fumara delante de mí. Creo que a causa de ello le daban prontos raros de cogerse rabietas por tonterías, el chaval con 30 años, yo con 20.

Os dejo como dato que él llevaba peluquín pegado con pegatinas de pegamento y que era asmático, ahora sabréis por qué.

Quedamos una o dos veces y ya le dije que viniera a mi casa, que estaba sola. Llega y le digo de subir a mi habitación para enseñarle previamente al sexo mi santuario budista con velas e inciensos y que así se rompiera un poco el hielo. No me miraba a la cara y tenía esa risita tonta de adolescente nervioso, la verdad es que fue cuqui. Le dije que ya era hora de ir a la cama, y nos sentamos uno al lado del otro. No había silencio porque él solo hacía que reírse, me dijo que estaba súper nervioso y sacó el ventolín. Casi me muero cuando vi eso. Fue entre gracioso y entrañable.

Después de un rato empezamos a tener sexo y la verdad es que fue relativamente buena experiencia. La tenía pequeña pero juguetona, era febrero y me caían sus gotas de sudor en la cara, algo que no me encantó. El chaval no se corría ni a la de tres, por lo visto necesita fumar un poco de marihuana antes del sexo para que se le levante, pero si quiere eyacular debe fumarse uno o dos petas. Al final decidimos dar por acabado el acto y nos quedamos hablando un rato en la cama, hasta que me dijo que quería ir al baño.

Luego vuelve a subir, se viste y se va de mi casa (volvimos a quedar 2 o 3 veces más, hasta que se enfadó por algo que estábamos comentando y no soportaba que le llevase la contra). El caso es que bajo al baño y como vivo en un dúplex tengo que atravesar la cocina para llegar, a lo que me veo que yo que siempre dejo el cuchillo del jamonero en una posición concreta porque tengo miedo de cortarme, y precisamente ese día que había dejado todo impoluto porque venía él, el cuchillo estaba donde y como nunca lo he dejado yo.

Llamé a mi amigo y le dije: «se ha cortado jamón sin decirme nada. ¡Me ha robado jamón!»

Nos estábamos riendo porque era una tontería, pero podría haber dicho algo, y entonces, sin acabar de reírme, entro al baño y le digo: «no sabes lo que acabo de ver, ha sacado el peine del cajón, se ha peinado y ha dejado el peine con pelos sintéticos sueltos encima de mi lavabo«.

Nunca le dije nada al chico porque una es una señora, pero que en mi cabeza siempre será el peluquitas del ventolín, pues también.

 

Viv Hill