Yo no era de apps de ligar. Mi amigo Jes si lo era, es y será, y le quiero y me quiere, y por eso ha sudado lágrimas de sangre hasta que me he bajado la dichosa app del demonio.

Ese día, el día del “bajamiento”, ocurrió en un arrebato de esos que me dan a mí, porque chica, yo no seré de apps de ligar, pero loca del coño estoy un rato. Pues eso, en un arrebato, voy y me hago perfil en la dichosa app, con el paquete completo: descripción, fotos de postín y positividad (vale, esto último es mentira, pero le puse empeño ¡Joder!)

Pasaron los días y quedé con un chico, que oye, para un “remeneo” no estuvo ni tan mal… con su buen culo, su buena bocaza, su buena… Bueno, ya me entendéis. Pero vaya, que yo sabía que eso llegaba lo lejos que llegó yo con 6 vermús; medio metro, perdiendo un tacón y arrastrada.

Y hablaba con uno y con otro y con otro… y así hasta 20, puede que 30, en realidad perdí la cuenta. Y una pereza… y unos personajes… que eso en vez Tinder parecía “sorpresa sorpresa” y yo me sentía más Isabel Gemio que otra cosa. Y por Lola Flores sí, pero por la Gemio no paso, que tiene el carácter agrio y el pelo muy negro, y a mí me ha costado mucho llegar a ser rubia.

Hasta que un día llegó él… un hombre de esos que dices ¿qué coño hace este en una app? (Que luego piensas “Dolores no seas gilipollas que tú también estás y eres “normal”, con tus cosas, pero normal”). Un hombre de esos que te habla con cariño, sin enviarte fotos de su polla (esto es para otro Tinder sorpresa), sin ofrecerte dinero por sexo (esto lo dejamos para otro) y es normal. Y en ese momento, se te hace el chichi Pepsicola, se abre el cielo y ves a tu padre del brazo contigo caminando hacia el altar (sí, quizás me vine un poco arriba, pero el pensamiento, como a la vecina rubia, me quedó precioso).

El chico en cuestión se curró mucho la primera cita, me llevó flores, quedamos en un sitio encantador, era simpático, tenía conversación y besaba muy bien. Tenía trabajo, en una empresa de telefonía muy conocida, ganaba buen dinero, tenía buen coche, buenas maneras… y yo pensé… “¡Dolores! Te ha tocado el gordo, no te ha tocado nada en la puñetera vida y mira… por no confiar en Jesús (No en Dios, que soy agnóstica, en mi amigo)” Y así seguimos quedando, hasta 4 veces, y yo sin encontrar pega, y el sin dejar de tenerme entre palmitas. Algún día se tuvo que ir muy pronto, pero yo no le di importancia, es lo más raro que había visto en él.

Pero queridas, los príncipes azules no existen. Llegó el día “T” así lo llamamos mis amigas y yo, con t mayúscula de “PUTO TARADO” (No de loco, de tara) porque después de ser el maravilloso galán de las otras citas, llevarme al cine en VOSE y a un restaurante de lujo (pagando todo él) me llevó a la terraza de un conocido hotel de Madrid, y allí, justo allí, ¡me soltó la bomba! Acababa de salir de la cárcel y estaba en un piso tutelado. Así, sin paños calientes, sin adornos, por, como dijo él, “ser sincero” seguido de un… “pero es mi única tara”.

¿Mí única tara?  Mi cara debió de ser de traca, no sabía si reírme, llorar, o ya que estaba allí coger una habitación y jugarme a los chinos el que me descuartizaran, pero el “remeneo” me lo llevaba… Al final le pedí que me llevara a mi casa, donde me había recogido ¡Joder sabe dónde vivo! E igual que vi a mi padre cogido de mi brazo el día de mi boda ahora lo veía en un campo con mi perro olfateando los trocitos esparcidos de todo mi ser… Soy una dramática, lo sé, pero por lo que pudiera pasar yo puse la ubicación en tiempo real a mis amigos y me hice la dormida en el trayecto de vuelta.

Al llegar a casa (4 de la mañana) el colega me dice que si podemos quedar a comer al día siguiente… ¿comer? ¡Encima de asesino es caníbal el hijo de puta!  Yo le dije que ya le llamaba por la mañana, y por la noche busqué en internet su nombre y apellidos. Y amigas, este es el mejor consejo que os voy a dar en la vida: GOOGLEAR, me cago en Isabel Gemio, en el Tinder y en mi suerte. Que ese hombre tenía más delitos que una comisaria. Que le quedaban juicios pendientes de todo tipo. Me encerré en casa dos días, con el móvil apagado y cagada hasta cuando llamaba el repartidor de Amazon, que al pobre le hice identificarse y dejar el paquete en el felpudo. Al final, encendí el móvil y tenía un mensaje del susodicho diciendo que creía que no me había sentado muy bien lo de la cárcel, y que, aunque no lo entendía, me respetaba. Amén Jesús.

 

Anónimo

 

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