Llevaba ya un tiempo soltera y aunque atraía la atención de los chicos no conseguía encontrar nadie que me llenara para algo más estable, por lo que mis amigas me animaron a crearme un perfil en Tinder.

Me creé el perfil, estuve unos días conectada y me agobié porque todos parecían cortados por el mismo patrón, así que lo acabé dejando aparcado un par de semanas.

Cuando me conecté para darlo de baja, vi que tenía muchos mensajes y pensé que era una pena dar de baja el perfil sin indagar un poco más, sentía que tenía que darle una oportunidad a Tinder pero me daba pereza leer todo, así que decidí escoger al azar uno y probar suerte. 

Para ser totalmente al azar, le dije a mi amigo que me dijera un número y así abrir ese mensaje, me dijo el 13.

Conté 13 y lo abrí. El número 13 era Aitor, un chico un año menor que yo, moreno, un poco musculado, con barba y una forma de vestir estilo desenfadada. Sin casi ni abrir su perfil, le saludé, le dije que me iba a borrar Tinder y le di mi número para hablar por WhatsApp.

Rápido recibí su mensaje y estuvimos hablando un par de semanas, parecía que las conversaciones fluían muy bien y nos gustábamos bastante al menos detrás de la pantalla, así que decidimos quedar.

Quedamos y la cita fue fenomenal, nos seguimos viendo e incluso dimos el paso de formalizar un poco más la relación y empezamos a salir juntos.

Un día, fuimos al cine y después me comentó que no sabía cómo decírmelo, pero que él notaba presencias e incluso «veía» a personas que habían fallecido.

Me comentó que cuando fue a mi casa vio a una mujer, que tenía una cara un tanto extraña y le había dado un poco de miedo. Yo me asusté y él me lo notó en la mirada. Me comentó que no le había dado la sensación de que esa persona me fuera a hacer daño, al revés, que estaba tumbada a mi lado en la cama y sonreía, lo que claro, el aspecto que tenía era un tanto escalofriante.

Le pedí que por favor me describiera a la mujer, porque ya me estaba poniendo nerviosa y me dijo:

  • Era una mujer rubia, delgada, con las cejas muy finas, la piel muy pálida y los labios negros.

Me quedé dudando por unos instantes, un poco atónita por la descripción, hasta que caí en mi tía. Había fallecido hacía unos 4 años años y cumplía a la perfección la definición que estaba dando, ya que ella había vestido casi siempre gótica, con los labios negros y la cara maquillada muy blanca. 

Saqué temblando el teléfono del bolsillo y busqué una foto de ella:

  • ¿No sería esta mujer?

La miró unos segundos que me parecieron eternos y contestó:

  • Se parece muchísimo, pero la que yo vi tenía los ojos marrones.

Ahí si he de reconocer que se me puso el corazón a mil, yo no creía demasiado en estas cosas, pero no tenía fotos publicadas de ella en ninguna red social por lo que no la podía haber visto antes.

Un par de días más tarde volvimos a quedar, fuimos a jugar a bolos, una tarde de lo más normal vaya, con muchas risas y besos. Fuimos a mi casa a cenar, preparamos unos tallarines 4 quesos y de postre decidimos comer unas fresas con chocolate. Cogió una fresa, la untó en chocolate y me la pasó por los labios, la retiró y me lamió el labio, después hice yo lo mismo y antes de que le pudiera dar un  mordisco a la fresa, la aparté y le pegué un bocadito en el labio.

Metió el dedo en el chocolate caliente y me lo acercó a los labios. Abrí la boca y le chupé el dedo succionando, en su ojos se podía ver lo que estaba pensando, tenía una mirada de lo más viciosa.

Retiró el dedo de mi boca y lo fue bajando por mi cuello hasta llegar a mi escote y yo le respondí con una sonrisa pícara. 

Nos besamos como si no hubiera un mañana, mi mano fue bajando por torso hasta llegar a su entrepierna, estaba puesto y yo tenía muchas ganas de comérmelo entero, así que le cogí de la mano y lo dirigí hacia mi habitación.

Seguimos besándonos, quitándonos la ropa y tocándonos mutuamente, cuando de pronto se paró en seco, se quedó mirando a una esquina de la habitación unos segundos y después me miró con la mirada desencajada.

Le pregunté si ocurría algo y me dijo que no. Miró el reloj y dijo que era muy tarde, que tenía que madrugar y que se tenía que ir, yo no entendía nada pero él no quiso hablar mucho más, me dio un beso, abrió la puerta y se fue. 

Me dejó con las ganas y sabiendo lo que me dijo el otro día, un poco asustada.

Me bloqueó del teléfono, WhatsApp y el resto de redes sociales, nunca más volví a saber de él, fue como si se lo hubiera tragado la tierra. 

¿Qué había sucedido? ¿Mi tía había pensado que no era una buena compañía para mí y lo había echado de casa asustándole? O por el contrario, ¿Me había hecho ghosting y simplemente pasaba de mí? No hay día que no le de vueltas a que ocurrió, estábamos muy bien, felices y de pronto, todo se esfumó. Me temo que nunca llegaré a saber que sucedió aquella noche. 

Oaipa