TINDER SORPRESA: JUGADOR A DOS BANDAS

 

Creo que a estas alturas ya sabéis que no tengo mucha suerte con los tíos, y no solo porque encuentre capullos de primeras, sino porque encima, cuando la cosa parece que va bien, resulta que no, que es que son la misma mierda con otro traje. Y en este caso, por suerte, me di cuenta de todo antes de que me hiciera daño de verdad. Ventajas de ser ya una desconfiada patológica. Pero vamos a empezar por el principio.

Conocí a Monchito —sí, de nuevo le pongo un nombre para mantener su privacidad— en una de estas aplicaciones de ligar. Esto fue antes de la pandemia, así que yo tenía 33 años y él 39. A estas edades, la verdad, es que seis años no son tantos. Su perfil me llamó la atención, parecía un tío serio, teníamos gustos parecidos… así que comenzamos a hablar. Todo iba muy bien, tuvimos una primera cita estupenda, me invitó a la merienda, así que yo decidí hacer lo propio en la cena —y no se molestó—, me acompañó incluso a casa para que no volviera sola de noche por mi barrio… Coño, por fin había dado con alguien que parecía normal. Así que nos vimos un par de veces más antes de que todo lo de la pandemia estallase.

Claro, en esas primeras citas, nos íbamos conociendo, así que me contó de qué trabajaba, que estaba separado y tenía una hija de doce años pero que vivía lejos, con su madre, así que él se escapaba los fines de semana que podía para verla… Vamos, que me pareció lo más normal del mundo, además de un padre guay, que no todos aprovechan sus días libres para cogerse un avión e ir a ver a sus hijos. 

Cuando empezó la pandemia, lógicamente no nos vimos —estuvimos hasta casi pasado el verano sin vernos—, pero solíamos hablar de vez en cuando por WhatsApp. Había muy buen rollo, de verdad, y con él me sentía la mar de a gusto. Así que por ambas partes se mantuvo el contacto, aunque no muy seguido, en los meses de encierro.

Cuando volvimos a quedar, por fin, todo parecía seguir en el punto que se quedó. Nos besábamos, nos los pasábamos bien, él era súper bueno conmigo… Acabé yendo a dormir a su casa varias veces incluso. Lo que sí, no le gustaba que nos hiciéramos fotos, no quería jamás quedar conmigo si había quedado con mis amigos… Y aunque no me pareció una señal de alarma, no sé, algo empezaba a hacerme sentir incómoda.

Total, que en una de nuestras citas, se puso a mirar el móvil estando a mi lado, y al ver que estaba en su perfil de facebook le dije «¡anda, qué moderno, si tienes Facebook!». Él se echó a reír, me preguntó por mi nombre en la plataforma y, tras hacer como que tecleaba —o eso pensaba yo— dijo «bloquear, listo». Yo en ese momento me reí, me lo tomé un poco a broma, pero, de nuevo, cuando hice algunas fotos, me dijo que, por favor, no quería salir en ninguna. Claro, eso ya me escamó, porque… a ver, tienes un perfil en Facebook, con una foto tuya de perfil —sí, la había visto—, ¿pero te preocupa que yo, en una cita, haga una fotografía en la que salgas? No sé, Mari Carmen, llámame loca, pero algo chirría.

Así que yo, que por suerte me defiendo bastante bien en las redes, un día entrando en Skype me di cuenta de que me salía su contacto y que tenía puesto su nombre real, completo, porque lo había unido a su teléfono móvil. Y claro, teniendo yo guardado el teléfono, me salió de manera automática. Y recordé, entonces, el tema de Facebook. Se me iluminó la bombilla y, como una stalker de manual y con esa vocecita de alarma en mi cabeza, lo reconozco, decidí buscar su nombre. No me salió ningún resultado. Pero es que seguía con esa mosca detrás de la oreja, así que le pedí a una amiga que me hiciera el favor de buscarlo. Y, ¿sabéis qué? ¡Le salió! Me había bloqueado de verdad. ¿Y sabéis por qué? Porque seguía con «su ex». ¿Estado? En una relación. ¿Publicación que subía que no tuviera que ver con su trabajo? Ahí que comentaba «la ex» de un modo muy cercano. 

Ya más que mosqueadas, mi amiga y yo decidimos entrar al perfil de esta mujer, y ahí se nos disiparon todas las dudas. Seguían juntos. Pero claro, como por trabajo, los dos estaban en ciudades diferentes y muy alejadas, él estaba aprovechando para montarse una nueva vida y tener una en cada puerto. 

Así que ese mismo día decidí escribirle a él, decirle que era un sinvergüenza, que solo esperaba que esto le sirviera de escarmiento y cuidara más a su familia, y lo bloqueé de todos lados. Sé que sigue por ahí buscando chicas nuevas, porque me ha salido alguna vez de nuevo en la aplicación, así que no, no ha escarmentado. Pero, al menos, yo he esquivado una bala que iba directa al corazón.

 

Nari Springfield.